18. Corazón roto

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Listo lo había dicho, abrí un ojo para ver su reacción. De piedra, él estaba de piedra.

—Bueno, creo que yo... —me apresuré a decir— tú... eres algo así como... mi ancla, es decir, tú me cuidas y eres lo único constante en mi vida, creo que sin ti me hubiera vuelto loca... creo que estoy loca —solté una risa forzada al ver que él no reaccionaba— ¿Kurjak?

—¿Qué yo qué? —estaba pálido— ¿Qué has dicho? ¿Yo, gustarte? — En su rostro se formó una sonrisa amarga, de incredulidad, de un mal chiste —Tiene que ser una broma. No te puedo gustar.

—¿Por qué no?

—Por qué eso lo complicaría todo —se alejó poniendo mucha distancia entre los dos— yo sólo te llevaré a la manada y después te dejaré, no me necesitas, estas mejor sin mí. —Se restregó la cara con ambas manos— Tú no lo entiendes, yo sólo soy problemas, conmigo, maldita sea estas condenada.

No dije nada, no aparté la vista de él, no me moví, temía que al hacerlo él escuchara los trozos de mi corazón rompiéndose.

—Entiende, yo soy una bestia, un monstruo y tú eres una frágil humana y yo jamás...

—Vale —lo corté— entiendo. Tú jamás estarías con alguien como yo.

El timbre sonó.

—No, no es lo que yo... —el timbre volvió a sonar— no es lo que quise decir —el timbre nuevamente repicó— hay muchas fuertes razones —timbre— por lo que no... —timbre— ¡Ya voy maldita sea!

Me quedé sola en el baño a medio desnudar, me había vuelto a pasar, me habían rechazado. Escuché que afuera Kurjak maldecía a alguien, se cerró la puerta y después había pasos acercándose, fui hasta la tina y salpiqué agua en mi cara para que no viera mis lágrimas.

—Puedo ducharme sola, no es necesario... —pero la persona que estaba en la puerta no era Kurjak.

—Vine a inspeccionar mi trabajo —dijo la bruja hippie, venia envuelta en un chal de lentejuelas y apestaba a alcohol— daté la vuelta.

Al momento en que lo hice desabrocho mi sostén y fue directo a la tina a comprobar el agua dejándome ahí, perpleja.

—Lobo estúpido, ni siquiera es la temperatura adecuada —hipó— ven el agua se llevará todo.

No me acerqué, la miraba curiosa, estaba completamente borracha, pero al parecer estaba más cuerda que yo.

—Que vengas... —volvió a hipar— ese es el pago que recibo por el favor que te hice, ¿desconfianza?

—¿Qué favor? estoy segura de que le pagaron por curarme.

—No ese, tonta. Tomé alcohol en tu lugar —se dio palmaditas en el pecho— me sacrifiqué por ti. ¿Ves lo borracha que estoy? Creo que hasta mis ojos cambiaron de lugar —hizo unos viscos tan pronunciados que no pude evitar reírme, de verdad estaba loca y muy muy borracha— ves, otro favor, te hice reír, ahora entra al agua, voy a lavar tu cabello.

Masajeó mi largo cabello mientras me contaba cosas graciosas, la mayoría sin sentido. Nos partimos en risa.

—Gracias por venir —dije después de un rato. Le agradecía desde el fondo de mi alma, recoger los pedazos de un corazón roto con la ayuda de un amigo duele menos.

—No es nada, además las chicas debemos apoyarnos cuando un idiota lastima nuestros sentimientos —hipó— y más cuando se trata de un estúpido lobo que escucha tras las puertas— aventó el jabón.

—Cómo sabe que...

—¿Qué él estaba ahí? Es lo que yo habría hecho si estuviera muerto de preocupación por la chica que le cause daño o si una bruja borracha estuviere con ella y ambas estuvieran riendo.

La Niña y El Lobo Feroz [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora