16. Peor que antes

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No respondí.

Ahora sabía lo desagradable que era para Kurjak estar junto a mí. Era como si su nariz estuviera pegada a un cubo de basura, o al menos eso me dio a entender en el viejo hotel. Era soportable porque yo no le gustaba, lo que significaba que él... me... gustaba... a mí.

No. —susurré abriendo mis ojos, impactada.

Me levanté de un salto del sofá y me alejé de Eowin, como si así pudiera alejarme del descubrimiento que acababa de hacer.

Tranquila Diana, no te puede gustar, piensa, piensa, tal vez sólo es interés. Si, interés es lo más probable ya que él me salvó.

Vino un repentino pensamiento. Me acerque a Eowin y con voz un poco cortada pregunte:

—¿Qué hay de los humanos normales, sentimos un olor especial por...? —el sonido de la puerta me interrumpió y la voz de Kurjak me sobresaltó.

—¿Qué pasa, porque tienes esa cara? —preguntó desde la puerta, cargado de bolsas.

—Na... nada— tartamudeé —un chiste que me contó Eowin. —Traté de reír pero soné como una gallina siendo desplumada.

Él de inmediato posó sus ojos en Eowin y frunció el ceño.

—¿Qué le dijiste? —gruñó.

—Nada— respondió ella desconcertada por mi actitud— ¿a dónde fuiste? tengo 15 minutos esperándote. Necesito que revises estos documentos.

Kurjak no se movió ni dijo nada por unos momentos, luego respondió con su habitual tono gruñón.

—Déjame ver los papeles.

Kurjak y ella fueron a la cocina, yo volví a sumergirme en los libros o al menos lo traté. El tema de los aromas no dejaba de rondar por mi cabeza.

Si era cierto lo que Kurjak había dicho de mi aroma, significaba que a mí... ¿Me gustaba él? No, eso no era posible ¿o sí? Bueno, era guapo, fuerte y creo que un poco inteligente, pero también era amargado, rígido, gruñon y no tenía sentido del humor.

Olvídalo, Diana, concéntrate en la lectura.

>>—Antes de responderle —preguntó Raoul a Christine del fantasma de la ópera— quisiera saber que sentimientos le inspira a usted él, si no le odia.

¿Qué sentimientos me inspiraba Kurjak, si no lo odiaba? Confianza, apoyo, seguridad y...

Cerré de golpe el libro.

Justo en ese momento, algo en el sofá vibró. Levanté un cojín y debajo estaba un celular con una foto brillando en la pantalla, era una llamada entrante. Levanté la vista, Kurjak y Eowin no habían despegado la nariz de los documentos. Tomé el teléfono y vi quien llamaba.

Sylkar, decía en la pantalla y estaba acompañada de la foto de un hombre de cara cuadrada y cuello ancho, tenía una expresión feroz y poco tolerante, también tenía barba y cabello castaño-rojizo y ojos tan negros y pequeños como aceitunas.

El teléfono se apagó y de inmediato volvió a iluminarse con el mismo nombre y foto.

—Eowin tu teléfono— lo dije de una forma que parecía que el teléfono iba a explotar en cualquier segundo.

Ella se levantó a prisa y tomó el aparato.

—Sí —dio un respingo y de inmediato alejó la bocina de su oreja. Una gruesa y ronca voz salió por el auricular gritando. —En eso estamos— se apresuró a decir Eowin. Me miró, luego a Kurjak —Sí, están aquí. Quiere hablar contigo— dijo a Kurjak— ¿qué le hiciste al celular que te di?

La Niña y El Lobo Feroz [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora