20. Bosque de Lobos

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Dormía en el sofá del avión. Habían trascurrido 10 horas desde que dejamos Nueva York y según el navegador aún faltaban 7 horas y media para el aterrizaje. Kurjak había venido varias veces para darme el té morado, pastillas o untarme crema en el brazo. Estaba medio adormilada cuando vino la última vez, pero fui consiente de todo lo que pasó.

Sentí hundirse un costado de la cama bajo su peso, no abrí los ojos. Estuvo largo rato contemplándome sin hacer nada más, me empezaba a poner nerviosa, cuando de repente tomó un mechón de mi cabello y lo comenzó a acariciar delicadamente entre sus dedos, susurro palabras incomprensibles, tal vez en su idioma natal.

Hizo un ruido extraño y se levantó apresurado, mientras se alejaba me atreví a abrir un poco mis párpados. Gotas de sangre resbalaban por sus dedos, se había clavado las garras en su palma. En un impulso lo tomé de la mano. Él se quedó petrificado unos segundos antes de volverse a mí.

—Creí que dormías —dijo en un susurro. Lucía muy cansado.

—Kurjak... —lo mire directamente a los ojos, con resolución.

No entendía por lo que él estaba pasando o lo que pensaba, pero tal vez en algún lugar muy profundo de su corazón sentía cariño por mí y eso lo hacía lastimarse para no lastimar a Levana... o tal vez para no lastimarme a mí.

—No tienes que cuidarme, ya no. —dije decidida aunque sentía un nudo en el estómago— Así que deja de lastimarte. Sé que tal vez no te agrado y sabes que me gustas, pero... la bruja dijo que lo que siento por ti es por la medicina brujil. Y si, por algún motivo mis sentimientos son verdaderos yo me las arreglaré. Así que no tiene que preocuparte, no te estorbaré.

Kurjak tenía una expresión extraña en el rostro como si estuviera soportado el dolor con los dientes apretados. Me di cuenta de que sujetaba su mano con demasiada fuerza, lo solté.

—Lo siento— dije en un susurro.

—Descansa— respondió y dio media vuelta.

No descansé, el resto del viaje lo pasé pensando. Si me volvía más fuerte ya no sería una carga, si me volvía más fuerte podría cuidarme a mí misma, si me volvía más fuerte quizá podría volver a casa, si me volvía más fuerte tal vez pudiera continuar viviendo. Tenía que volverme más fuerte y que mejor que hacerlo con una manada de bestias.

Aterrizamos al atardecer, lo único que había alrededor de la solitaria pista era una elegante y moderna mansión a poca distancia.

—¿Aquí es donde vives? —estaba impresionada por el estilo neoclásico de la edificación, con altos postes de estilo romano y grandes ventanales.

—No —respondió Kurjak sin mirar la casa, bajaba nuestro equipaje —es una casa de paso. Usualmente la ocupan los empleados.

—Recuérdame enviarte una solicitud de trabajo —dije a modo de broma.

—¿A dónde vas? —preguntó Kurjak cuando comencé a caminar rumbo a la casa como un mosquito a la luz. Me detuve a medio camino con una clara expresion de querer ir a descansar. —Nosotros vamos por ahí —señaló el lado contrario, donde a unos kilómetros se apreciaba un extenso bosque.

Resoplé, este hombre estaba obsesionado con los bosques. Iba a empezar a quejarme, pero recordé que había decidido volverme fuerte, así que comencé a caminar de mal humor detrás de él.

Después de media hora de caminata, entramos al bosque. Mi piel se erizó cuando sentí la pesada atmosfera del viejo, espeso y sombrío bosque, como si nos estuviera advirtiendo que si entrabamos jamás saldríamos. Me pegué más a Kurjak, respirando casi en su espalda.

La Niña y El Lobo Feroz [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora