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Park Jimin siempre se maravillaba de lo grande que era la casa de su amigo Jung Hoseok. Él que vivía en un pequeño departamento de cuatro por cuatro con su madre, soñaba en tener los lujos de su amigo, en su casa prácticamente había un estacionamiento con más de doce automóviles, que su amigo le había asegurado, nunca usaban.

Era prácticamente un palacio, que contaba con habitaciones para cien personas, por lo tanto tenían un personal extenso que siempre los trataba cordialmente. La comida siempre era deliciosa, de calidad y balanceada, no como en su hogar donde comían lo mismo las tres veces del día y a veces cuando sobraba también lo comían al día siguiente.

Hoseok siempre vestía ropa de diseñador que él jamás se imaginaria usando, además era muy educado, nunca lo había escuchado lanzar alguna maldición o estando sucio y desaliñado, donde iba tenía un porte elegante y sofisticado. Era imposible no mirarlo.

Negó con la cabeza, la envidia era mala y no cambiaría las noches en las que se quedaba durmiendo, abrazado a su madre como un niño pequeño e indefenso, por nada del mundo. Bajo del auto de su amigo y ambos se dirigieron a la sala principal del "palacio" como siempre le llamaba.

Jimin dejó caer su mochila en el sillón y se lanzó rendido. Por su parte Hoseok se sentó con calma y parsimonia, le sonrió con delicadeza, tomó el control de la televisión y la encendió.

—Joven Jung —llamó nerviosa, no queriendo interrumpir, una joven hermosa, tenía una cabellera larga azabache, alta y esbelta, un rostro digno de una actriz de cine, ambos jóvenes la miraron, ella se aclaró la garganta—. Su padre ha regresado de su viaje, está esperándolo en el comedor principal para comer.

El joven Jung frunció el entrecejo, no se suponía que su padre estuviera ahí y menos que lo esperará para comer. El hombre casi nunca estaba en casa y mucho menos pasaba algunos minutos con él.

—Vamos Jimin, come con nosotros. Dile que en un segundo voy, Joy —le dijo Hoseok, apagó el televisor y tomó el brazo de Jimin. Él no quería hacerlo por vergüenza y miedo. El padre de Hoseok era intimidante. Aun así Jimin asintió y siguió a Hoseok hasta la mesa principal.

Ambos se detuvieron, al ver a dos extraños sentados en la mesa y mirándolos, siendo los últimos que faltaban para empezar a consumir los alimentos.

Hoseok carraspeo incómodo. Una mujer de unos treinta y tantos años se encontraba sentada al lado izquierdo del señor de la casa; es decir, del padre de Hoseok, mientras tomaba su mano sobre la mesa. Ella tenía el cabello teñido en un rubio brillante, evidentemente joven, no tenía arrugas en su rostro, sus labios decorados con color cereza chillante. Jimin se dio cuenta de que ella llevaba un hermoso traje azul de Chanel y aretes aperlados, era bella pero no tenía esa elegancia que caracterizaba a los de la clase Hoseok. Tampoco lo tenía el chico a lado de la mujer, el joven se encontraba con el ceño fruncido, vestía Gucci y era extremadamente guapo, pero tampoco tenía esa vibra de niño rico nacido desde la cuna.

Desde el punto de vista de Jimin, ellos eran como él, personas comunes y corrientes dándose la gran vida. Jimin lo sabía, no importaba cuanto trabajara y cuánto dinero consiguiera, había algo, aparte del amor que él dinero no podía comprar y esa era la clase que se obtenía cuando se nacía en cuchara de oro.

—Hoseok, hijo siéntate, tú también Park, no se queden ahí sentados como estatuas. Tengo una noticia que darles —el hombre, Jung Kibum, tomo la muñeca de la mujer y la beso con cariño.

Jimin no fue ignorante de los puños apretados de Hoseok y el pequeño chasquido, impropio de los de su clase. Ambos tomaron asiento en el lado derecho del comedor dejando el espacio que le pertenecía a la madre de su amigo.

— ¿Se puede saber qué es esto? —preguntó Hoseok, con un tono de voz rencoroso, que pocas veces usaba contra su padre, sin que pasará desapercibido para los demás—. ¿Qué crees que estás haciendo?

—Hijo, creó que es hora de que entiendas que tengo una vida e intento rehacerla, ella es Seolhyung y ahora es mi esposa y él es Taehyung, tu hermanastro.

— ¿Te casaste? —miró a su padre asentir. Había imaginado muchas cosas locas en su vida, pero nada como eso—. ¿Tienes que estar demente si piensas que acepto esto?

Jung Kibum miró a Hoseok como si quisiera voltearle el rostro de un golpe. Unos aplausos se escucharon dentro del salón, una mujer que se movía con ayuda de una silla de ruedas y con un personal del servicio acompañándola a todos lados, apareció.

—Madre, ¿Qué haces levantada?, deberías estar descansando —Hoseok se levantó de su asiento y fue hasta ella para tomar las palmas delgadas de la mujer con cariño.

—Lo escuche de unos sirvientes, pero no creí que fuera verdad, ¿Cómo has podido Kibum?, ¿Por qué la trajiste a mi casa?

Aunque se mostraba fría y distante, Hoseok sabía que a su madre le dolía, a pesar de que sus padres se habían separado después de que ella quedara paralítica hace varios años en un accidente; sabía que su madre seguía amando a Kibum, aunque el hombre fuera un cabrón.

—Esta es mi casa. Quiero que las personas que amo estén aquí.

Park Jimin, se hizo un ovillo en su lugar, definitivamente no cambiaría la vida con su madre en aquel pequeño departamento, por nada como aquello, ni aunque tuviera muchos coches o los mejores trapos encima.

EL HIJO PERFECTO | VHOPE PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora