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"vivimos una muerte lenta
y le llamamos vida"

¿Cómo demonios un enfermero pudo hacer aquello? ¿Acaso era un hater de Jimi Hendrix?

Si los cálculos no me fallaban, el que ahora me iba a contar su último día era el rey lagarto.

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Narra Jim

Nací en Melbourne (Florida) el 8 de diciembre de 1943. Mis padres eran Clara (de soltera, Clarke) de origen irlandés y George Stephen Morrison de ascendencia escocesa e inglesa. Tuve dos hermanos: Anne y Andy Morrison. Mi padre era un militar estadounidense (almirante del primer navío nuclear).

Desde niño y por la profesión de mi padre, mi familia se trasladó a varias ciudades de Estados Unidos por lo que viví en diversas bases militares (a los catorce años de edad ya había tenido siete hogares).

El nacimiento del rock and roll coincidió con mi adolescencia, mi entrada en la conciencia. Fue una verdadera conexión en ese momento y después. Aunque no pude permitirme fantasear racionalmente para hacer ese vínculo yo mismo. Supongo que todo ese tiempo estaba inconscientemente acumulando información y escuchando. Así que cuando por fin sucedió, mi subconsciente había preparado todo.

Estudie en la Universidad Estatal de Florida y después cine en la UCLA, en Los Ángeles, formando parte de la misma generación que el famoso cineasta Francis Ford Coppolaque, años después, utilizaría el tema The End como banda sonora de introducción para Apocalypse Now, película ambientada en la guerra de Vietnam.

Decidí centrarme en lo que consideró siempre mi verdadera vocación: la poesía. Con esa intención me traslade a Venice Beach en Los Ángeles, California, viviendo en la azotea de un edificio o en las casas de algunas mujeres.

Esta fue una época de descubrimientos para mi. Por un lado, el acercamiento a las drogas psicodélicas que tanto me fascinaban, como el peyote, la marihuana y el LSD (mi favorita), cortesía de autores como Baudelaire y Aldous Huxley, y por otro, el nacimiento de la cultura hippie que florecía por doquier y de la que viví rodeado. A pesar de mis innumerables amantes, siempre estuve al lado de Pamela Courson, que me perdonó mis infidelidades. Yo decía de ella que era mi alma gemela, mi amor cósmico. Mi visión del mundo estaba algo alejada de cuestiones hippies fundamentales, como el acercamiento al espíritu a través de la meditación, el vegetarianismo o la astrología. Leía textos complejos para la mayoría. Uno de mis profesores relató a sus biógrafos que solía acudir a la Biblioteca del Congreso para comprobar si existían algunos de los libros que decía haber leído.

Como buena leyenda, también tengo una experiencia paranormal.

Mi madre, mi padre y mi abuela y mi abuelo y yo íbamos conduciendo a través del desierto al amanecer. Un camión de trabajadores indios había chocado con otro coche. No sé qué sucedió, pero había indios desparramados por toda la autopista, sangrando hasta la muerte. Entonces nuestro coche giró y se detuvo. Era la primera vez que saboreé el miedo. Yo debía de tener cuatro años. A esa edad un niño es como una flor, su cabeza está flotando en la brisa. La sensación que tengo ahora cuando pienso en ello, mirando atrás, es que las almas de los fantasmas de los indios muertos, quizá la de uno o dos, estaban corriendo enloquecidas por allí y se introdujeron en mi alma. Y creo que aún siguen ahí.

La obsesión que sentía por la cultura de los indios norteramericanos, sin mencionar que acostumbraba en nuestros conciertos a bailar en círculos alrededor del pie del micrófono, imitar sonidos de animales, simular estar poseído por espíritus y tirarse al suelo como si hubiera muerto.

The Last Day of Our LivesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora