10. Nathan!

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Luego de un rato llegue a Italia, Roma específicamente, aterrice el avión en el Anfiteatro Flavio, bajé de este e inmediatamente veo a mi padre vestido como un rey.

-Ya era hora de que aparecieras, les diste gran trabajo a tus hermanos esta vez.

-Si bien -dije haciendo un pequeño estiramiento- ya sabes... Realmente no quería venir.

-No entiendo el por qué? -preguntó mi padre algo serio.

Reí un poco por compromiso y caminé hacia donde acostumbraban guardar los leones antiguamente. Esta puerta era una especie de portal el cual daba a Colquide, lo que hoy en día es Georgia, en el límite de Europa Oriental y Asia Occidental. Pasé atraves del portal y llegue a este lugar. Allí en medio de un gran campo verde habían dos enormes toros de unos tres o cinco metros de alto, hechos completamente de bronce y sumamente difíciles de matar.

No era la primera vez que luchaba contra él, Hefesto estaba lo suficientemente molesto conmigo que simplemente había dejado de ayudarme.

Los toros alzaron sus ojos rojos como rubíes hacia mi y se apartaron un poco, para poder cumplir con esta tarea debía buscar el problema. Me estire un poco y tomé una piedra del campo, calculé la cabeza de una de las bestias y la lancé, pegándole justo en la cabeza consiguiendo que este de volteara hacia mi.

-Hey! Pedazo de chatarra! Ven por mi!

El toro me miró molesto e inhalo furioso con algo de humo incorporado, sabía que era hora de correr el toro estaba preparándose para correr, pero esta vez quería hacerlo rápido y limpió. Saqué la daga que generalmente llevaba escondida en el bolsillo del pantalón, esperé el momento justo para saltar y montarme en su lomo.

Y así fue cuando el toro estuvo lo suficientemente cerca salté para encaramarme en su lomo, allí lo tomé por los cuernos, este furioso intento bajarme dando sacudidas, luego de unos minutos conseguí que este abriera sus fauces, lancé la daga hacia su hocico abierto. Salté del toro antes de que fuera demasiado tarde, vi al vacuno quedarse quieto y luego retocerse hasta explotar, podía sentir a Hefesto maldiciendome de nuevo.

Vi el portal abrirse una vez más, había logrado cumplir con la primer tarea, la atravese y estaba de nuevo en el Coliseo, ahí me esperaba mi padre quien aplaudia sarcásticamente.

-Vaya! Hijo mío! Lo lograste! Y además tienes un nuevo record, esta vez lo lograste en 30 segundos, fabuloso... Estoy seguro que mi querido hermano, Hefesto, esta contento.

-Vete al diablo, Ares! Abre el siguiente portal, quieres?

Mi padre sonrió un poco y asintió, vi el portal abrirse y pase atraves de este. 

Cuando llegue al inframundo vi a Hades jugando ajedrez con Persefone.

-Hola Theo. -dijo el dios del inframundo sin darme importancia alguna.

-Es Nathan ahora, cariño. -le corrigio Persefone.

-Si, claro. Tienes razón. Como sea... Vienes a sacar a Cerbero? -preguntó Hades.

-Si, así es. Aún existe la correa que le hice? -pregunté.

-Si, esta junto al armario. Intenta que no lo vea ningún mortal esta vez, quieres?

-Claro. Y sobre eso... Lo lamento Cerbero vio un cachorro y quería jugar... No pude sostenerlo.

-Si, como sea -dijo algo arrogante- devuelvelo rápido -añadió dándome una mirada de odio.

Caminé hacia el perro con la correa en la mano, Cerbero me vio y sus tres cabezas empezaron a ladrar.

-Hey! Hola amigo! ¿Cómo has estado?- dije saludando al enorme perro.

El canino movía su cuerpo emocionado, esto debido a que yo era el único que lo sacaba del inframundo.

-Muy bien muchacho, vamos a Roma. ¿Quieres ir?

Cerbero ladró con sus tres cabezas, dandome la respuesta o bien eso suponía yo. El portal se abrió y empecé a caminar con Cerbero junto a mi.

-Nathan! -era Persefone- Te deseo suerte, presiento que esta vez si lo lograrás. 

-Yo espero que lo logres, llevo tres mil años esperando tu alma. -dijo Hades de mal humor.

Sonrei un poco al escuchar a Hades, eso era lo más similar a una broma que le había escuchado.

-Gracias, a los dos. -respondí.

Atravesé el portal y llegué a Roma, una vez más. Allí seguía mi padre, esta vez con varios de mis hermanos, quería publico extra para vencerme. Solté a Cerbero para que se estirara e hiciera algo más. El perro ladró y empezó a correr por el Coliseo, vi a varios de mis hermanos correr a refugiarse, eso me regocijo por unos segundos. Vi al enorme perro detenerse frente a una caja el perro olfateo y ladró. Escuché a una chica gritar, conocía ese grito.

-Ah! Olvidé decirtelo. Traigo una motivación extra, hijo mio.

Mi padre hizo un movimiento de mano y varios de mis hermanos retiraron la sabana que cubría la caja, quede en shock al ver quien era.

-Nathan. -dijo la persona en un susurro.

La Maldición De AresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora