CAPÍTULO 7

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HeeChul mantuvo sus ojos cerrados, su pecho subía y bajaba notoriamente a causa de su respiración agitada. El cuerpo de SiWon descansaba sobre el suyo mientras que el nudo entre ambos disminuía lentamente de tamaño. La cabeza del Alfa reposaba sobre el hombro del Omega permitiendo que el último sintiera el caliente aliento ajeno sobre su cuello y con esa cercanía el vacío de su estómago era menor. Cuando ambos cuerpos se separaron el Alfa pudo levantarse y abandonar el interior del bailarín, provocando que éste emitiera un suave quejido de molestia. —SiWon...— Susurró HeeChul suavemente, —¿Qué quieres?— Respondió cortante el otro mientras abotonaba su camisa —¿Podrías darme mi ropa? Por favor...— La camisa, el boxer, el pantalón y el saco del Omega se encontraban dispersos en el suelo de la sala de Juntas del consejo, mientras que él se encontraba cansado y adolorido sobre la mesa con las piernas aún abiertas. —Claro— Contestó el Alfa al terminar de acomodar su pantalón y arrojó la ropa a la cabeza del mayor causando que la hebilla metálica del cinturón lo golpeara en el rostro. —Gracias...— Respondió HeeChul antes de recibir un beso en la frente y ser abandonado por el Jefe del consejo escolar, como ya era la costumbre.

El cuerpo del bailarín tardó algunos minutos en reponerse, SiWon era un bruto al aparearse con él y siempre lo lastimaba hasta el punto de no poder realizar un sólo movimiento sin quejarse de dolor. Pronto se levantó y volvió a vestirse entre quejidos y suspiros. Bajó del mueble con cuidado para tomar su mochila, de la cual sacó un pañuelo y tal como SiWon se lo había ordenado, lo pasó por la mesa limpiando los fluidos que quedaban en ella. Lo guardó en una bolsa de plástico y lo regresó a su mochila para salir camino al salón de artes marciales donde seguramente KangIn ya lo estaba esperando.

Tenía razón y es que los Alfas no pueden negarse al apareamiento. Cuando entró, el judoka estaba recostado sobre las colchas de entrenamiento descansando. El Omega suspiró derrotado, aquella triste exhalación se le estaba volviendo un hábito, ¿Realmente ese era el resto de su vida? ¿Su única función era servir como desahogo sexual a dos idiotas a los que ni siquiera les importaba?. Mientras pensaba todas esas cosas comenzaba a desvestirse. El judoka le había ordenado que siempre se desnudara antes de acercarse a él cuando estuvieran solos. El Omega, años atrás, había disfrutado del apareamiento con otros Alfas evitando siempre sus mordidas al usar un grueso collar y consiguiendo orgasmos muy placenteros a cambio. Sin embargo, ahora sentía asco y repulsión cuando lo acariciaban además que no había sentido un sólo orgasmo al estar con ellos, muchas veces los empujó pero siempre obtuvo la misma respuesta: SiWon lo amenazaba y KangIn lo volvía a tomar sin problemas.

HeeChul acomodó su cuerpo encima del ajeno, apoyó una rodilla a cada lado del menor sobre la colchoneta y su trasero aún adolorido sobre la pelvis de éste. KangIn abrió los ojos de inmediato y negó mirando con desaprobación al chico encima suyo, —Ya te he dicho que así no—. El Omega suspiró resignado y abandonó su posición para acomodar su pecho sobre la colchoneta al igual que sus rodillas con su trasero levantado al aire. KangIn era extraño: A veces lo trataba bien y a veces mal, no era como SiWon que siempre lo trataba mal. En los 2 meses que habían pasado no entendía porque KangIn se portaba de maneras tan distintas con él. Sin embargo una fuerte embestida sacó al Omega de su propia mente, por desgracia el judoka tenía la horrible costumbre de entrar de una sola vez, rápido y profundo sin darle tiempo a dilatarse. Lo siguiente fue el profundo y bruto vaivén entre ambos cuerpos.

Al finalizar obtuvo el fuerte abrazo de siempre por la espalda mientras que el nudo disminuía su volumen. KangIn salió de su cuerpo haciendo gemir al mayor, si bien el miembro de SiWon era más largo, el de KangIn era más grueso, no sabía cual de los 2 era peor. HeeChul sentía cada vez más presión en su pecho, tuvo miedo de que su corazón en algún momento dejara de latir. —KangIn... ¿Puedo preguntar algo?...— El judoka, sin verlo, sólo respondió con un sonido de afirmación mientras recogía su mochila. —¿Me... Me quieres?...—.

MI JUGUETE (KangSiChul)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora