capitulo 11

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  Elsa estaba tendida en la estrecha cama, contando silenciosamente los minutos que pasaban. Al menos habían pasado tres horas desde que dejara de llorar. Llorar era muy tonto, sólo las mujeres débiles derramaban lágrimas, o las que querían obtener la simpatía de otro. Pero ella no era débil, y juró que jamás otro hombre la vería llorar.
Sus lágrimas habían estropeado sus planes y habían hecho que Jack saliera furioso del camarote. Aún no había vuelto, y ella no tenía manera de saber si volvería o no. Tal vez había ido a tierra y estaría durmiendo en otra parte, pero ella no podía salir hasta saber exactamente dónde estaba él. ¡El debía volver a la cabina!
Pasó otra hora, luego dos más, pero Elsa seguía sola, Ya era más de medianoche, y Elsa tenía cada vez más dificultades en mantener los ojos abiertos, pero no podía levantarse para luchar contra la modorra. Quería que si Jack volvía creyera que ella estaba durmiendo.
Cuando finalmente se abrió la puerta del camarote, Elsa cerró los ojos y se quedó perfectamente inmóvil. La habitación estaba a oscuras, y sólo un resplandor plateado se colaba por la ventana. Elsa no vio a Jack, pero lo oyó cuando avanzó tambaleándose hasta la cama, murmurando una maldición al tropezar con la mesa. Un momento después, Jack se dejó caer en la cama junto a ella, y su brazo se desplomó como una pesada tabla sobre su pecho, quitándole el aliento. Pero él no parecía oírla.
Elsa percibió el olor a alcohol, y se sonrió. Esto era mejor de lo que ella había esperado. El ya dormía, dormiría como un tronco durante el resto de la noche, y probablemente aún estaría durmiendo cuando ella trajera a las autoridades a arrestarlo.
Elsa retiró ruidosamente su brazo, y rápidamente se levantó de la cama, tratando de evitar despertarlo. Fue directamente al arcón de Jack y sacó dos prendas que puso sobre las otras.
Había decidido que tendría que usar estas ropas, porque el vestido de terciopelo sería demasiado pesado como para nadar con él. Eligió el color más oscuro, para que fuera más difícil distinguirla.
Trenzó sus cabellos platiados y metió la trenza bajo la amplia camisa azul. Y para ocultar la parte superior de la cabeza, se vio obligada a tomar el único sombrero de Jack. Era un sombrero de ala ancha, con una gran pluma, un sombrero que estaba de moda pero que Elsa no podía imaginar en la cabeza de Jack. Esta clase de sombrero era usado por los caballeros que llevaban largos rizos, y Jack, con sus cabellos cortos, no era un caballero.
Aseguró los amplios pantalones negros en su cintura con una tira de tela arrancada a su ropa interior, y estuvo lista para partir.
Sabía que su aspecto debía ser totalmente ridículo, pero no podría hacer otra cosa. Abrió la puerta, la cerró cuidadosamente tras ella y casi se desesperó al ver la luz que había afuera. La luna iluminaba todo como si fuera de día.
No tenía deseos de salir de las sombras, pero tenía que encontrar la forma de descolgarse por el costado del barco y escapar en silencio. Sería más fácil correr hasta la barandilla y saltar, pero seguramente alguien oiría el choque de su cuerpo en el agua, y no sería conveniente.
Examinando la cubierta, Elsa no vio a nadie. Todo estaba en silencio. Probablemente alguien vigilaba, pero Elsa sólo podía rogar que no la vieran. Se apartó lentamente de la p~ pero de pronto se sintió invadida por el pánico y corrió hasta la barandilla. Miró aterrada a su alrededor, y vio una escalera de cuerda que caía al costado del barco, Seguramente usada por alguno de los grupos que habían ido a la costa. Momentos después, se deslizó fácilmente en las aguas oscuras y cálidas.
Le llevó treinta minutos nadar hasta los muelles, porque debió pasar alrededor de otros barcos anclados en el puerto y tenía que tratar de no perder el sombrero de Jack. Cuando por fin encontró una escalera de madera que llevaba al muelle, estaba agotada, sus brazos eran como pesos muertos, y sabía que unas horas después le dolería todo el cuerpo. Pero valía la pena ver ahorcar a Jack, y ella no saldría de la isla hasta que las autoridades lo enviaran al infierno.
Elsa tuvo ganas de reír al pensarlo, pero en cambio miró hacia el barco. Se veía claramente la cubierta a pesar de la distancia, pero todo estaba inmóvil, y Elsa estaba a salvo. Se volvió y miró hacia la ciudad; luego tembló ligeramente. Todo seguía muy tranquilo, y Elsa estaba sola en el muelle. Pero llegó un leve sonido de música mezclado con risas a sus espaldas. Caminó en esa dirección esperando encontrar gente que pudiera llevarla a las autoridades.
A medida que la música se hacía más intensa, Elsa comenzó a oír los gritos de los borrachos que la acompañaban, y se detuvo bruscamente al ver la taberna iluminada. A sus pies se formó un charco del agua que caía de sus ropas empapadas, mientras meditaba en su problema. Era posible que algunos hombres de la tripulación de Jack estuvieran en la taberna. Si entraba, era posible que no la reconocieran, por la forma en que estaba vestida, pero no podía correr ese riesgo. Además, tenía que encontrar ayuda, y no había nadie en la calle. Si entraba en la taberna y la reconocían, siempre podría escapar.

Amor PirataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora