capitulo 3

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-Despierta. Despierta, Elsa.
Abrió los ojos rápidamente al oír la voz de su madre, pero luego recordó con pena qué día era. El día en que se marcharía de su casa para siempre.
-Dije a esas criadas tontas que te despertaran temprano -continuó Idun-. Pero tendría que haber sabido que no me harían caso. Esta casa ha sido un desorden todo este mes, con los preparativos de tu viaje. Es un milagro lograr que se haga algo. Los sirvientes están tan excitados que parece que van a viajar contigo. Y, ¡ah!, cómo envidian a Hada. Echaré de menos a esa querida vieja. Fue más madre para mí que la propia, pero ahora tú la necesitas más que yo. -Se interrumpió y miró a su hija, con los ojos húmedos de lágrimas-. Ay, Elsa, este mes ha pasado con demasiada rapidez. Ahora vas a comenzar una vida propia.
-Pero tú dijiste que no será para siempre, mamá -replicó Elsa, sacando sus esbeltas piernas de la cama.
-Sí, pero eso no modifica el hecho de que hoy te marchas.
-Hada y yo aún tenemos que viajar a Saint Malo, donde está el barco, y tú y papá nos acompañaréis hasta allí. Sabías que llegaría este día, mamá.
-Ah, ¿por qué habrá elegido André a un hombre que vive de¡ otro lado del mar? -preguntó Idun retorciéndose las manos. Luego sacudió la cabeza, resignada-. Bien, ya está hecho. Ahora debes prepararte porque saldremos dentro de dos horas. Ah, ¿dónde están esas criadas?
Elsa rió.
-Tal vez en la cocina, hablando de mi viaje. Parece que creen que Saint Martin será un lugar muy interesante para vivir. De todas maneras puedo vestirme sola. Olvidas que lo hice sin criada durante todos estos años en la escuela.
Finalmente las criadas llegaron, y después de recibir la reprimenda de Idun, se afanaron para elegir las ropas que Elsa usaría para el viaje a Saint-Malo. Una de las criadas salió de la habitación para buscar agua para el baño, y durante las dos horas siguientes todos corrieron de aquí para allá, ocupándose de los últimos detalles.
Pronto, Elsa y Hada estuvieron listas para salir, vestidas con ropas abrigadas, porque era el mes de octubre y la temperatura era fría a esa hora de la =fiana. Idun se reunió con ellas a la entrada y sorprendentemente, André fue el último en llegar.
El gran carruaje que André había comprado especialmente para el viaje a Saint Malo era impresionante. Tirado por seis caballos negros como el carbón era lo suficientemente grande como para transportar todos los baúles, e incluso el pequeño arcón que contenía la dote de Elsa en oro.
Elsa se reclinó en el asiento de terciopelo, con su madre a su lado y cerró los ojos. El último mes había sido caótico, y ella y casi todos los sirvientes habían trabajado noche y día en su ajuar. Su vestido de novia llevó mucho tiempo, por supuesto, pero era una hermosa prenda, una obra maestra, y todos los que habían trabajado en ella se sentían orgullosos de los resultados.
El vestido era de raso de color crema, de un color parecido al rubio muy claro de los cabellos de Elsa, cubierto con encaje hecho a mano, excepto las ajustadas mangas. Sobre éstas flotaban las mangas de encaje, mucho más anchas. Era un hermoso traje, con la cintura muy ajustada, escote cuadrado y amplia falda, y el encaje dividido en el centro de la falda, dejaba ver el raso que había debajo. Elsa usaría zapatos de raso con el vestido, y las perlas blancas que André le había regalado al cumplir diecinueve años. Su velo, muy largo y de encaje blanco, había sido usado por su madre el día de su
boda.
Hada había supervisado personalmente el empaquetado del vestido de bodas en una caja aparte, para que no se arrugara demasiado. Sentía que revivía el pasado, porque veintidós años antes se habían hecho preparativos similares para la boda de Idun.
El pequeño velero de tres mástiles estaba anclado desde hacía muchos días, esperando a los pasajeros que partirían hacia Saint Martin. Jacques Marivaux, capitán del "Canción del Viento", estaba en la cubierta, con el ceño fruncido y su rostro bronceado por el sol, contemplando el puerto.
Se sentía inquieto.
El conde de Beck había contratado a Jacques para ir a Francia, recibir a la novia y a su criada; y llevarlas a Saint Martin. La primera vez que Beck habló con él, Jacques pensó en renunciar a prestar ese servicio al conde, con tal de no transportar mujeres. Pero de Lambert le hizo un ofrecimiento demasiado tentador.
Esta muchacha debía significar mucho para el conde. Sin embargo, había numerosas dificultades. Jacques tendría que aislar a las mujeres de su tripulación de hombres rudos.
Además, se consideraba que las mujeres traían mala suerte a bordo de un barco, y los supersticiosos las culparían de cualquier inconveniente. Por otro lado, esperarían ser muy bien tratadas, con excelentes comidas y un lugar cómodo en el barco. Jacques sabía que éste sería el peor viaje de sus veinte años en el mar.
Por suerte, hacía una semana que estaban en Saint Malo y su tripulación tenía permiso para andar por la ciudad desde entonces. Ya habrían tenido suficientes mujeres como para sentirse satisfechos durante un tiempo. Pero durante el último mes en el mar era posible que se rebelaran.
Luego Jacques vio un gran carruaje que venía de una calle lateral y entraba al puerto. Seguramente era la novia y su familia, pensó con aprensión, mirando todos los baúles apilados en lo alto del carruaje. Tendría que reunir a su tripulación y partir al día siguiente, si el viento lo permitía. ¡Mon Dieu! ¿Por qué había aceptado el contrato?
Elsa miró por la ventanilla del carruaje y vio los barcos anclados en el puerto. Había tantos navíos, todos de diferente tamaño, que se preguntó cuál sería "Canción del Viento". André había dicho que cm un pequeño navío de tres mástiles, pero había muchos que coincidían con esa descripción. Tendría que aprender más sobre barcos, ya que el conde poseía muchos, y "Canción del, viento" cm sólo uno de ellos.
El carruaje se detuvo, André bajó y preguntó a un marinero que pasaba dónde estaba anclado "Canción del Viento". En realidad, estaba precisamente frente a ese barco. André subió por la pasarela y habló con un hombre corpulento que estaba en cubierta. Después de unos minutos, volvió y subió nuevamente al carruaje.
-El capitán debe reunir a su tripulación, de manera que pasaremos esta noche en un albergue. Ahora bajarán los baúles y los subirán a bordo, por lo tanto habrá una pequeña demora.
André cm generoso, porque generalmente no perdía el tiempo dando explicaciones a su familia.
La hostería donde se alojaron era bastante decente. Elsa tenía una pequeña habitación para ella, y esa noche disfrutó de un baño. Idun le dijo que, lamentablemente, no podría bañarse bien durante el viaje. De manera que permaneció en la fragante espuma durante dos horas.

A la mañana siguiente, antes de que saliera el sol, el capitán de "Canción del Viento" llamó personalmente a Elsa. André presentó rápidamente al capitán Jacques Marivaux a su hija, y salieron de inmediato hacia el barco.
Elsa lloró, como sabía que lloraría, y también Hada y Idun cuando se despidieron. También dio un ligero beso a André en la mejilla, aunque él parecía incómodo. Pero, al fin y al cabo, era el único padre que había conocido, y no podía dejar de quererlo a pesar de su severidad. Sin embargo habría sido bueno que André pudiera decirle que la quería, aunque fuera esta única vez.
De manera que se despidió de André Swon, un hombre que jamás volvería a hacerla sufrir. Pero le resultaba intolerable separarse de su madre, y el impaciente capitán Marivaux debió ocuparse de ello. Les dijo que se dieran prisa, porque el barco tenía que salir del puerto para aprovechar la brisa de la mañana que lo llevaría hasta el mar.
Con una última mirada llorosa a su madre y a su amada Francia, Elsa se volvió y subió lentamente por la pasarela. Esa mañana no había tenido tiempo de recogerse el cabello, que sólo había atado con cintas. Las trenzas platinado caían a su espalda, y cm hermoso verlas iluminadas por el sol.
Hubo un momento de ansiedad mientras el capitán Marivaux y su tripulación la miraban hipnotizados. El capitán no pensaba que el conde de Beck se casaría con semejante belleza. Mon Dieu, el conde cm un hombre muy afortunado.
El capitán Marivaux gritó órdenes a izquierda y derecha, y la tripulación se dispersó de mala gana. Sin embargo, muchos seguían mirando a las mujeres, de manera que el capitán las llevó a su camarote y las dejó allí. Les brindaba su propia cabina para el resto del viaje, porque era la más grande del barco y el conde de Beck había insistido en que su novia estuviese cómoda. No era un arreglo muy satisfactorio, pero no había otro posible.

Además de las mujeres, transportaban también una fortuna en oro que era la dote de mademoiselle Swon. Jaeques no comprendía por qué monsieur Swon mandaba tanto oro. La hermosa mademoiselle era el mayor premio al que podía aspirar cualquier hombre. No necesitaba que le añadieran una fortuna.
El oro que llevaba Jaeques Marivaux podía convertir en pirata a cualquier hombre. La mademoiselle por sí sola era tentación suficiente. Pero el capitán había dado
su palabra, y era una cuestión de honor. Llevaría sana y salva a la mademoiselle al conde de Beck, o daría la vida por lograrlo.

Amor PirataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora