capitulo 22

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  Después de dos meses y medio de ausencia, Jack apenas podía contener su excitación al avistar la isla. Qué tonto había sido al dejar a Elsa después de enterarse de que tendría a su hijo. La había añorado continuamente. Ahora ya llevaría cuatro meses y medio de embarazo, pero él rogaba que no estuviera demasiado gruesa como para hacer el amor con él.
Jack se paseaba nerviosamente por la cubierta hasta que el barco llegó a la pequeña bahía y echaron anclas. Luego, con voz fuerte, atronadora, informó a la tripulación que podían marcharse de inmediato, ordenaría a los hombres que se habían quedado en la isla que vinieran a asegurar el barco. Si los hombres de a bordo estaban tan ansiosos por ver a sus mujeres como él a Elsa, tendría un motín si los demoraba en el barco.
El padre Hadrian andaba por allí, mirando a los hombres que bajaban los pequeños botes. Se preguntaba si debía hablar con el capitán sobre la necesidad de mantener a estos hombres apartados de sus esposas hasta que se celebrara el matrimonio. Pero al ver la alegría en los rostros de la tripulación, dudaba de que atendieran a sus razones.
No, bastaría con que los ojos y rogaba que las ceremonias tuvieran lugar pronto. Además, el capitán Jack no le ayudaría. El sacerdote sabía que Jack tenía una mujer francesa en la isla, y el joven había aclarado al padre Hadrian que no toleraría que tratara de interferir en su forma de vida. Pensaba que era absurdo que algunos de sus hombres desearan casarse ya que no tenían necesidad de hacerlo, y no tenía intención de casarse con esta señora.
En menos de veinte minutos, los botes llegaron a la costa y después de otros diez minutos de trayecto, caminando, corriendo, Jack llegó a la puerta de su casa, completamente asombrado por los cambios que veía.
-Parece que las mujeres han estado ocupadas durante nuestra ausencia -dijo Flynn acercándose a Jack -. Creo que hay un verdadero progreso. Han convertido esta vieja fortaleza en un hogar. Y, ¡mira, hasta han puesto cortinas!
Jack miró las cortinas blancas y sonrió. Al menos Elsa no había hecho un vestido de bodas con la tila como deseaba.
Sonrió mientras su tripulación hacía un barullo terrible al pasar frente a la casa para llegar a sus hogares. Los gritos y las risas atrajeron a Rapunzel a lo alto de la escalera, y Jack se quedó con la boca abierta al ver cómo había engordado. Nunca se habían quedado en la casa el tiempo suficiente como para ver a las mujeres en una etapa avanzada del embarazo, y Jack rogaba que Elsa no estuviera tan gruesa todavía. Pero se preguntaba por qué no aparecía.
-Te veré más tarde, Jack... Mucho más tarde -dijo Flynn por encima de su hombro mientras comenzaba a subir la escalera.
Jack sonrió mirando a Flynn que se reunía con su mujer. Davey se ofreció a llevar al padre Hadrian al pueblo, donde él había querido estar, y Jack se sintió aliviado al saber que el padre no dormiría en la habitación contigua a la suya.
Echó a andar hacia la escalera, y luego comenzó a correr.
-Capitán, ella no está en su habitación.
Jack se detuvo bruscamente y dio media vuelta al ver a Idun parada en la puerta de la cocina. Fue hacia ella con el ceño fruncido, imaginando lo peor.
-¿Dónde está? -preguntó bruscamente.
-No hay razón para que usted se altere. Elsa ha salido a caminar... Como hace todas las tardes -dijo Idun con calma.
-¿Dónde?
-No tengo idea en qué dirección va. Siempre sale sola.
-Me alegro de verlo de regreso, capitán -dijo Joco Martel que venía desde el fondo de la casa-. ¿Ha tenido éxito su viaje?
-No, pero te dejé a cargo de esto, Joco, y será mejor que te escondas si no puedes decirme dónde está Elsa ahora -rugió Jack.
-Está en el bosque, capitán -replicó débilmente Joco-. Siempre va por el mismo camino, sale del sendero en el punto en que éste dobla hacia el pueblo.
-¿Sigue en línea recta o dobla hacia la derecha?
-En línea recta.
-Y ahora dime, ¿por qué diablos la dejas ir sola al bosque?
-Usted se lo permitía antes de marcharse, capitán, y ella se enfurecía cuando yo le decía que alguien debía acompañarla. Insistía en ir sola, y realmente yo no veía nada malo en ello -respondió nerviosamente Joco.
-¡Demonios! Esa mujer no tiene derecho a insistir en nada, y yo te di instrucciones antes de partir. ¡Debías cumplir mis órdenes, no las de ella! -gritó Jack.
-Mi hija ya no es una niña, capitán. Puede cuidarse sola. Y siempre le ha gustado su privacidad. En Francia, daba largos paseos por el campo, sola –dijo Idun.
-¡Esto no es Francia, madame! Aquí hay cerdos salvajes al pie de la montaña. Si Elsa fuera demasiado lejos, podrían atacarla y matarla.
-¡Matarla! - Idun se puso pálida. -Nunca salió durante el tiempo suficiente para llegar a la montaña, porque yo habría ido detrás de ella -respondió rápidamente Joco.
-¿Cuánto hace que se fue?
-Sólo una hora -replicó Joco.
Jack no dijo nada más, pero salió de la casa por la puerta del fondo. Corriendo, sólo tardó unos minutos en llegar al lugar donde doblaba el sendero. Al salir del sendero y seguir hacia la montaña, se preguntó si Elsa habría encontrado el mismo estanque donde él solía ir. Si era allí donde iba en sus caminatas, podía comprender su deseo de privacidad.
Cuanto Jack vio que las huellas llevaban hacia el arroyo, comenzó a andar más lentamente y decidió sorprender a Elsa. Pero cuando llegó a los árboles que bordeaban el arroyo, fue él quien se sorprendió. Elsa estaba tendida en la hierba junto al estanque, completamente tranquila y desnuda.
La sangre corría rápidamente por las venas de Jack mientras sus ojos la miraban. Todo su cuerpo tenía un color dorado. Estaba tendida de espaldas y el sol la acariciaba, y sus cabellos húmedos estaban extendidos sobre la hierba. Jack miró unos momentos su vientre ligeramente prominente y otra vez surgieron sus dudas. Allí había un niño, pero, ¿de quién era ese niño? Pero apartó esos pensamientos de su mente, porque lo que importaba ahora era su deseo.
-¡ Jack! -jadeó Elsa al abrir los ojos cuando lo encontró mirándola.
El la contempló durante un tiempo que parecía una eternidad, sin poder decir nada. Ella sentía el deseo que crecía en ella, casi como un dolor. Él estaba parado, con las piernas separadas y las manos en las caderas. El sol iluminaba sus cabellos hasta convertirlos en oro, y ella deseaba acariciárselos, tocar sus mejillas bronceadas, apretar sus labios con los de ella.
Elsa miró con ansiedad cómo Jack se quitaba la camisa, y luego las botas y los pantalones. Pero cuando él estuvo desnudo y ella vio la expresión de triunfo en su rostro al inclinarse sobre ella, finalmente salió de su trance. Rápidamente se apartó de su alcance, tomó su vestido para ocultar su desnudez y se puso de pie, con el vestido ante ella.
Jack rió con ganas.
-Si has tardado tanto tiempo en recordar que me odias realmente no me odias, ¿verdad, Elsa? ¿Por qué no te entregas a lo que sentías hace unos momentos?
¡Ay, Dios mío! ¿por qué lo había mirado durante tanto tiempo? Seguramente él había visto el deseo en sus ojos.
-¡No sé de qué hablas! -replicó Elsa. Sus mejillas se habían puesto de un rosado intenso pero se dominaba.
-Sí que lo sabes, pequeña -dijo él con voz ronca y comenzó a aproximarse a ella.
- Jack, no te acerques -gritó ella retrocediendo-. ¡No te acerques a mí!
-Voy a hacer el amor contigo, Elsa, y lo sabes. Lo deseas. Entonces, ¿por qué no dejas de fingir? -preguntó él con suavidad.
-¡Estás loco! -gritó ella, llena de miedo-. Si deseara tocarte, ¿te pediría que te apartaras? Todavía te odio, Jack... no lo dudes.
-Mientes, Elsa, especialmente te mientes a ti misma -dijo él con voz tranquila, saltó hacia adelante y la tomó por la cintura.
-¡ Jack, por favor! -rogó ella mientras él la llevaba a la sombra y la colocaba en el suelo-, si tengo que luchar contra ti, dañarás al bebé.
El se colocó sobre ella a pesar de sus ruegos, y mantuvo sus brazos extendidos a sus costados mientras se inclinaba sobre su cuerpo.
-No lucharás contra mí, pequeña. He pensado en este momento todos los días que estuve lejos de ti, y sabes que nada me detendrá de poseerte ahora. -Soltó los brazos de ella y se apoyó en los codos, cuidando de no oprimirla con todo su peso; la besó con suavidad, luego le sonrió perezosamente-. Tendrás que abandonar tu resistencia por un tiempo, por el bebé. El niño te dará una excusa para no luchar contra mí, de manera que relájate y disfruta de esto mientras puedas.
-¡Pero yo no quiero una excusa! ¿Por qué no usas tú esa excusa y encuentras a otra para obligarla a someterse a ti? -preguntó Elsa acaloradamente.
-Es a ti a quien deseo... y a ti te tendré. Tú no quieres seguir luchando contra mí, Elsa. Es sólo tu orgullo el que te hace continuar.
-¡No es verdad! -gritó ella indignada.
-¿Por qué eres tan terca? -preguntó él exasperado-. Ahora tienes una razón para ceder... Sin perder tu orgullo. Por Dios, ¡no me burlaré de ti por eso!
-¡No!
Entonces Jack la besó apasionadamente, tapándole la boca. Penetró en ella, profundamente. Sintió sus uñas que se clavaban en su cuello, y se puso tenso, esperando el dolor. Pero entonces ella recorrió sus cabellos con sus dedos y le acarició la espalda. La pasión que siempre había entre los dos crecía, y mientras el placer flotaba dentro de Jack, la besó intensamente, elevándose a alturas que sólo podía alcanzar con esta mujer.
Cuando Jack se tendió a su lado sobre la hierba, Elsa se sentó y se abrazó las rodillas, mientras sus cabellos cubrían su cuerpo como una capa de seda. Miró, malhumorada la pequeña cascada.
-Te he echado de menos, Elsa -dijo Jack con suavidad a sus espaldas. Le desordenó los cabellos y le acarició la espalda-. He pensado en ti constantemente... todos los días, y especialmente de noche, cuando estaba en mi camarote recordando cómo lo compartíamos.
-Estoy segura de que fuiste a la costa y encontraste compañeras adecuadas para aliviar tus sufrimientos -replicó ella con sarcasmo.
-Pareces celosa, pequeña -rió Jack.
-¡Qué absurdo! -respondió ella con furia volviéndose hacia él-. Ya te he dicho muchas veces que encuentres otra.
-Es bastante fácil de decir, aunque no sé qué significa. Piensa en tus verdaderos sentimientos, Elsa. Tú también me has echado de menos, ¿verdad?
-Por supuesto que no. ¿Cómo podría echarte de menos cuando rogaba que nunca volvieras? ¿Por qué has vuelto tan pronto? ¿Encontraste a don Pitch?
-No, he decidido esperar algún tiempo antes de continuar la búsqueda.
-¿Cuánto tiempo? -preguntó ella.
-Estos meses que he estado lejos de ti me parecieron una eternidad. He decidido quedarine aquí hasta que se cumpla el año que prometiste.
-¡Pero... pero no puedes! -dijo ella-. Cuando te di mi palabra de que me quedaría un año aquí, era sólo porque tú dijiste que no estarías aquí todo el tiempo.
-Y no he estado. Ya has pasado dos meses y medio sola, y es suficiente.
-Entonces supongo que debo agradecerte estar encinta, porque me liberarán de tus avances cuando se acerque el momento. Entonces tendrás que encontrar otra -replicó ella con agudeza, poniéndose de pie para vestirse.
Jack frunció el ceño al oír estas palabras, mientras buscaba su propia ropa. ¿Y si el niño nacía con cabellos negros? Peor aún, ¿si el niño tenía los cabellos platinado, casi blancos de Elsa y ojos oscuros? Entonces nunca sabría la verdad.
-Pareces preocupado, capitán -se burló Elsa mientras se inclinaba a recoger un ramillete de flores de color violeta-. ¿Encuentras difícil decidir quién me remplazará?
Él la miró unos momentos, y sus ojos se detuvieron en su cintura. Ahora que estaba vestida, su forma parecía la misma que cuando la dejara.
-Vi a Rapunzel en la casa, comentó Jack, ignorando la pregunta-. Ya ha engordado mucho, y tú has cambiado muy poco. ¿Estás segura de que hace cuatro meses y medio que estás encinta?
Elsa rió alegremente, y sus ojos azules brillaron.
-Te gustaría creerlo, ¿verdad? Entonces no tendrías dudas de que el niño es tuyo. Bien, lamento desilusionarte, Jack, pero mis cálculos son correctos. Ahora, si no te molesta, regresaré a la casa.
Él la tomó de los brazos mientras ella trataba de seguir adelante, dejando caer las flores que llevaba.
-¿Pero dices que el niño es mío? -preguntó.
-Te he dicho que sí.
-Dijiste que mentías sobre de Beck, pero en realidad podrías estar mintiendo ahora.
-Puedes creer lo que quieras, Jack. Ya te dije antes que no me importa.
-¡Pero sí que importa! -Su voz se hizo más aguda, y sus manos apretaron los brazos de Elsa -. ¡Por amor de Dios, Elsa! No puedo seguir soportando esta duda. ¡Júrame que ese niño es mío!
Había dolor mezclado con rabia en sus ojos, y Elsa sintió un fuerte deseo de ver en ellos el alivio que sólo ella podía darle. Pero entonces recordó por qué había sembrado la duda en su mente al principio. Quería hacerlo sufrir, y sufría. No eliminaría la duda para darle paz del espíritu. Esta era una venganza por todo lo que él la había hecho sufrir.
-Todas las veces que te di mi palabra, Jack, fue porque no me diste otra opción. Pero ahora la tengo, y elijo no darte mi palabra sobre esto. Te dije que este niño es tuyo... esto es suficiente.
-¡Maldita seas, mujer! -se enfureció él, y sus ojos se convirtieron en cristales de hielo-. Si no lo juras, es porque no puedes hacerlo. ¡Ese niño debe ser de Beck!
-Puedes creer lo que quieras -susurró Elsa. Su corazón latía tan fuertemente que ella pensaba que él debía oírlo.
Jack levantó la mano para golpearla, pero luego la bajó.
-¡Vuelve a la casa! -ordenó con voz fría y amenazadora, y le volvió la espalda.
Elsa pasó junto a él sin decir palabra, y siguió por el sendero. Poco después, miró hacia atrás para ver si él la seguía, pero en el sendero no había nadie, sonrió para sí triunfante. Había pasado lo peor de la tormenta, y el resto sería agradable. Él estaría enojado y frustrado, tal vez tanto que no desearía compartir una habitación con ella... Eso esperaba Elsa. Sentía que su libertad se acercaba.
Joco Martel la esperaba ansiosamente junto a la puerta del fondo.
-¿Vio al capitán? ¿Todavía... todavía está enojado porque la dejé ir sola al bosque? -preguntó rápidamente.
-¿Por qué habría de estar enojado por eso? -Tenía miedo de que usted se acercara a la montaña porque allí hay cerdos salvajes -replicó Joco.
-El capitán estaba tan alterado, que logró alterar a otros –rió Rapunzel-. Tu madre está preocupadísima desde que te fuiste.
-Esto es ridículo. Yo estaba perfectamente bien... hasta que Jack me encontró -dijo Elsa con irritación.
Rapunzel volvió a reír.
-Será mejor que se lo digas a tu madre. Está en el salón grande con Hada y con Flynn.
-Ya voy. Y no te preocupes, Joco. Dudo de que el capitán hable de esto. Cuando vuelva, seguramente estará enojado, pero por algo completamente distinto.
Cuando Elsa entró en el comedor, vio a su madre paseándose frente a la chimenea. Hada estaba en el nuevo sofá con Flynn, regañándole por dejar ir a Jack detrás de Elsa sabiendo que estaba tan enfadado.
-¡ Elsa! -gritó Idun cuando la vio-. Gracias a Dios, estás bien, si hubiera sabido que había animales salvajes en esta isla, jamás te habría dejado ir sola.
-Nunca me he acercado a la montaña, mamá, de manera que no había nada que temer. Siempre fui a un pequeño estanque que encontré en uno de los arroyos, pero no volveré a ir. -No después de lo que acaba de suceder allí, agregó con pena para sí misma. Era un hermoso lugar donde podría encontrar paz y olvidar a Jack.
-¿Dónde está Jack? -preguntó Flynn distraídamente.
-Se quedó arriba... para tranquilizarse, creo..
-De manera que pelearon por el niño, ¿eh? -aventuró Flynn, con un cierto brillo en sus ojos pardos.
-¿Cómo... por qué piensa eso? -Preguntó Elsa.
-Sabía que sucedería, aunque pensé que él esperaría hasta después de...
-¡Flynn! -gritó Hada-. ¡No hable así!
Flynn miró a Hada y Elsa y Idun hicieron lo posible por contener la risa. Flynn no estaba acostumbrado a aceptar órdenes de una mujer, ni siquiera de una que le recordara a su madre.
-Bien... Creo que subiré a mi habitación a descansar un rato -dijo rápidamente Idun-. Me reuniré más tarde con ustedes para la cena -añadió y se fue.
Elsa sonrió.
-Ahora que mamá se ha ido arriba, puede usted continuar con lo que iba a decir, monsieur. Y tú cállate, Hada.
-Ahora... ahora ya no me acuerdo -dijo Flynn, incómodo y se puso de pie-. Y tengo cosas que hacer, de manera que...
-Vamos -interrumpió Elsa -. Terminemos nuestra conversación. Usted iba a decir que pensaba que Jack esperaría hasta que se hubiera acostado conmigo.
-¡ Elsa! -exclamó Hada.
-Ah, silencio, Hada. Sé que de estas cosas no se habla, pero no estamos exactamente en un salón de Francia. - Elsa se volvió hacia Flynn-. Tenía usted razón, moosieur, ¿cómo sabía que discutiríamos?
-Hace meses que Jack está atormentado. El joven tonto teme no ser el padre del bebé, y esto le preocupa mucho, sospeché que hablaría de ello con usted en cuanto volviera. -Flynn se interrumpió, y se mostró un poco molesto-. Él... él es el padre, ¿verdad?
Elsa rió con suavidad.
-Por supuesto que sí, se lo dije, pero creo que prefirió no creerme.
En ese momento, oyeron la voz furiosa de Jack, y un momento después el mismo Jack abrió la puerta de un golpe, estrellándola contra la pared. El golpe hizo eco en el salón, se detuvo y miró con furia a los que estaban junto a la chimenea; luego se acercó a la mesa y se sentó pesadamente en una silla, dándoles la espalda.
Elsa decidió no enfurecerle más con su presencia, y subió en silencio la escalera, esperando que él no lo advirtiera. Hada, asustada, siguió a Elsa. Flynn se dejó caer en una silla junto a su amigo.
- Elsa dice que tú no crees que el niño sea tuyo -aventuró Flynn.
Elsa oyó a Flynn, y se detuvo a escuchar en lo alto de la escalera, escondida por la pared del corredor. Cuando Hada llegó al corredor, se sorprendió al encontrar a Elsa parada allí, pero cuando la joven le hizo señas de que guardara silencio, ella también permaneció allí para escuchar la conversación en el salón.
-¡Sé que ese niño no es mío! -gruñó Jack, con su rostro convertido en una máscara de amarga frustración.
-No eres razonable, Jack.
-¡Sí que lo soy! Esa mujer miente según le conviene, lo mismo que yo. Pero cuando da su palabra, sé que es cierto, y en este caso no quiere darla.
-La has insultado pidiéndole su palabra -exclamó Flynn.
-¡Ja! ¡Haré algo más a esa mujer que insultarla! Hoy quería pegarle para que me dijera la verdad, y aún pienso hacerlo.
-No puedo permitirte que lo hagas, Jack -dijo Flynn con calma.
-¿No puedes? -dijo Jack asombrado-. ¿Desde cuándo defiendes a esa arpía? Me has dicho muchas veces que necesita unos azotes.
-Cuando los necesitaba, sí, pero ya no los merece. Y aunque así fuera, tendría que detenerte, por su estado. Podrías dañar al niño... a tu hijo... y yo no puedo permitírtelo.
-Te digo que no es mío! Sé que Elsa miente, sólo que no sé por qué. Cuando nazca el niño, verás la verdad de mis palabras. Y tal vez entonces descubrirás el juego de Elsa.
-¡Tal vez entonces verás que has sido un tonto! -dijo Flynn con dureza.

Amor PirataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora