Capítulo 2

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Los sentidos de Legolas captaron el peligro al escuchar la daga voladora y reaccionó unas milésimas de segundo antes de que pudiera clavarse en su espalda. Moviéndose por instinto, se giró y alzó el arco, usando la resistente pieza de madera para desviar la daga.

El arma regresó hacia los chicos y Legolas solo pudo ver, consternado, cómo la daga golpeaba a uno de ellos.

"¡Gaius!" –gritó Traius cuando el chico más joven cayó al suelo, gritando de dolor. La daga se le había clavado en el brazo izquierdo.

Legolas palideció. Oh, no...

El elfo desmontó rápidamente y regresó hasta el grupo. Se arrodilló al lado del niño herido e ignoró la mirada de odio que le enviaba Traius.

"¡Mira lo que le has hecho a mi hermano! –gritó Traius-. ¿Intentabas matarlo?"

Con los ojos plateados brillando peligrosamente, Legolas miró al muchacho enfadado.

"Vaya pregunta para ser el que lanzó la daga que le golpeó."

Con un gruñido, Traius alzó el puño para golpear al elfo, pero Legolas simplemente apoyó una mano sobre su pecho y lo apartó.

"Haz espacio. Déjame echarle un vistazo a tu hermano."

Tras centrarse en el niño herido, Legolas suavizó la mirada.

"¿Cómo te llamas? ¿Gaius, verdad?"

Gaius asintió lentamente, con las mejillas llenas de lágrimas. Su brazo izquierdo, en el que tenía la daga clavada hasta la mitad de la hoja, sangraba profusamente. El niño parecía tan adolorido que Legolas se lamentó por haber actuado impulsivamente.

¿Y qué? ¿Dejar que la daga se clavara en tu espalda? Se sermoneó a sí mismo.

Alejándose de sus pensamientos, Legolas se puso manos a la obra para sacar la daga bajo las miradas aprensivas y temerosas del resto de niños. Legolas sentía que su corazón se rompía con cada jadeo y grito de dolor de Gaius durante el procedimiento. ¡Valar! ¡Es solo un niño!

Cuando consiguió liberar la daga, más sangre salió de la herida, haciendo que Gaius palideciera aún más. Legolas rompió la manga de su propia túnica rápidamente y vendó la herida, consciente de la mirada fija de Traius, que estaba a sus espaldas.

Legolas se quitó la capa y la envolvió alrededor de Gaius, cuyos gritos de dolor se habían reducido a pequeños gemidos. Sosteniendo al niño con un brazo, el elfo usó la otra mano para sacar un pequeño paquete que llevaba a la cintura y acercó algo a los labios de Gaius.

"Ten. Estas hojas ayudarán con el dolor. Mastícalas, Gaius. El dolor disminuirá después."

Mientras Gaius seguía sus instrucciones, Legolas se volvió hacia el mayor.

"Traius, tienes que llevar a tu hermano a casa. Tienen que darle puntos en la herida. ¿Dónde están sus caballos? Tienen caballos, ¿verdad?"

Traius seguía frunciendo el ceño.

"¿No vienes con nosotros?"

Legolas dudó. Ay. En qué problema me he metido.

Su corazón no estaba de acuerdo con dejar que los niños volvieran a casa solos con uno de ellos herido por su culpa. Pero quería volver con su esposa lo antes posible, deshacerse de la ropa mojada y sentarse frente al fuego en su estudio, o acariciar el vientre hinchado de Narasene.

Suspiró. ¡En vez de ir más rápido solo me estoy retrasando!

"Mira, Traius –comenzó Legolas-. No es que no quiera ir con ustedes..."

Regreso en el TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora