El sonido de gritos de victoria trajo a Legolas de vuelta a la consciencia, e instantáneamente sintió el dolor. Un gran dolor de cabeza y en las muñecas. Parpadeando, intentó recuperar los sentidos, y se sorprendió al encontrar su rostro a metras pulgadas del suelo. ¡Y se estaba moviendo!
Con un jadeo, Legolas alzó la cabeza y no pudo evitar encogerse de consternación, pues se encontró con que estaba siendo arrastrado por un caballo a través de la calle embarrada de un pueblo. La lluvia seguía cayendo y los aldeanos se reunían para ver el espectáculo que parecían disfrutar inmensamente. Animaban y se reían alegremente, como si fuera una especie de criminal al que acababan de capturar. Algunos de ellos le insultaban. Todavía mareado y desorientado, Legolas no podía comprender qué había hecho para que reaccionaran de esa manera.
Enfadado y un poco asustado, Legolas alzó la mirada y vio la figura de un muchacho que montaba el caballo. En ese momento, éste lo miró y sonrió, triunfante.
Era Traius, el niño que comandaba el grupo que había intentado robarle.
Y Legolas lo vio todo rojo de furia.
Ignorando el dolor y la incomodidad, reunió algunas fuerzas y se puso en pie, tambaleante. Tras sujetar la cuerda con las manos, Legolas tiró de ella con todas sus fuerzas y plantó los pies firmemente en el suelo embarrado.
La sonrisa de Traius se desvaneció para ser reemplazada por una mueca de shock al ver que su caballo se encabritaba y lo tiraba de su lomo. El muchacho aterrizó en el barro ante las atónitas miradas del público.
Entonces, aprovechando la ventaja de la sorpresa, Legolas corrió hacia la yegua agitada. Estaba a punto de saltar a su lomo para escapar cuando los pueblerinos reaccionaron para detenerle. Los hombres sujetaron a la yegua y fuertes manos tiraron del elfo y lo lanzaron al suelo.
Enfurecido, Legolas gruñó mientras se esforzaba por liberarse, lanzando puñetazos con las muñecas atadas y pateando desesperadamente a sus captores. Varios hombres salieron despedidos e incluso uno perdió el conocimiento. Pero más hombres seguían llegando para dominar al elfo. Herido y todavía debilitado, Legolas se encontró poco después boca abajo en el barro, con un nuevo golpe en la cabeza y algunos cortes en el rostro. Los hombres lo sostenían, clavándole las rodillas en la espalda.
Si no se tratara de una situación tan horrible, Legolas podría haberse reído de sí mismo. Capturado. Otra vez. Y por un grupo de niños.
Entonces alzó la mirada con dificultad al oír unos pasos que se acercaban. Un hombre se le acercaba lentamente, con largos pasos decididos a pesar de su cojera. Y entonces Legolas se percató de la forma de vestir de la gente que lo rodeaba, así como del idioma.
El elfo palideció aún más, si es que eso era posible. No. Tacha eso. No son meros niños. Y estos no son meros pueblerinos. ¡Son Hombres del Este!
El recién llegado hizo una seña y los hombres alzaron a Legolas hasta que quedó arrodillado, sosteniéndolo firmemente de los brazos. Uno de ellos lo sujetó por el cabello y tiró de su cabeza hacia atrás, obligándole a mirar a la cara al hombre que se acercaba.
Legolas nunca había podido olvidar ese rostro.
"Hola, Gervas –dijo Legolas, con los dientes apretados-. Parece que sobreviviste."
El hombre sonrió al reconocerle.
"Así que me recuerdas, elfo. Qué sorpresa. No puedo creer que seas tú."
"¿Lo conoces, padre?" –Traius apareció de repente al lado del hombre. El muchacho hacía muecas, frotándose la espalda donde se había llevado el golpe de la caída.
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Regreso en el Tiempo
FanfictionLegolas no puede esperar para volver a casa tras una reunión en Minas Tirith. Sin embargo, a mitad de camino, una banda de merodeadores le bloquea el paso e intentan robarle