Llegué casi sin aliento a la habitación. Allá nos encontramos con Zayn y Liam, sus caras parecían mortecinas, miraban directo al fuego, sin decir palabra alguna. Estaban tan serios que se me hacía extraño verlos así, concentrados en el fuego, en el ruido.
Supongo que en el aire flotaba lo que todos habíamos temido por la tarde: que la casa no fuera lo suficientemente fuerte como para soportar la noche.
Entramos silenciosamente. Sol se sentó junto a Liam que estaba a unos metros de la chimenea sentado con sus piernas flectadas en el piso; Lizzie se sentó en las piernas de Zayn quien descansaba en el sofá; Andy se dirigió a la ventana, Niall llegó junto a ella para decirle algo, pero Andrea no lo escuchó y se fue a un rincón de la habitación para sentarse, pensé en acercarme para preguntarle qué le ocurría, pero sabía que sería en vano, a demás de que en esos momento, yo era la menos indicada para dar consejos.
Lo que es yo, me fui al sofá tratando de calmar mis nervios.
El silencio se hizo largo y tuve la esperanza de que los truenos hubieran acabado. Pero una cegadora luz acabó con mi calma e hizo que se me erizara la piel por el sonido que la siguió.
Un murmullo se había apoderado de la habitación, pero de pronto cesó. Levante mi vista para ver qué ocurría: por la puerta estaban entrando Louis y Pat de la mano
-El clima está de locos. Me quito lo ebrio en un segundo –los demás rieron ante su comentario, pero de mi garganta no salió ningún ruido. Justo en el marco de la puerta se asomaba la figura de Harry. No miraba a nadie, se apoyó con una de sus manos en la pared y se quedó ahí, buscándome.
Nuestros ojos se encontraron, y en el momento en que lo hicieron, se desató una lluvia mucho más feroz que la de la tarde, parecía que la nubes caían sobre el techo; el sonido de las miles de gotas chocando con la casa, los truenos y el crujir de los árboles iban totalmente acorde con lo que sentía yo en ese preciso momento al ver sus intensos ojos fijos en los míos, avergonzados, pero aún así… seguían con ese tono opaco que rogaba por más, pero ahora lo acompañaba un leve brillo; el mismo que años anteriores me dejaba sin cordura, el brillo que una vez él me dijo, no podía significar más que amor.
Esperen, ¿amor? No.
Sacudí mi cabeza y dirigí mi mirada hacia un punto muerto de la chimenea. Todos callaron mientras miraban de reojo a Harry quien ahora había apoyado su cuerpo por completo en el marco de la puerta. Su rostro no llevaba sonrisa alguna, miraba fijamente el piso.
De pronto, Niall rompió el silencio
-Alguien quiere chocolate? –lo tenso del ambiente de esfumó un tanto por las risas que los chicos dejaron escapar. Todos se pusieron de pie para sacar un cuadrito del chocolate, todos menos Harry, Andy y yo.
Las conversaciones volvieron a la habitación, pero yo no participé de ninguna; y afortunadamente, los demás lo respetaron.
Pude percatarme como Niall se acercaba lento hacia Andy, quien tenía su mirada en cualquier parte menos en él. El rubio llevaba una mirada cautelosa, esperando que lo peor sucediese. Y así fue.
Cuando llegó al frente de la oji verde, ella se puso rápido de pie y se sentó a mi lado mientras dejaba escapar un leve bufido de enfado. Niall se quedó ahí, de pie… sin saber que hacer. Todos nos dimos cuenta, pero no era el momento para hacerle bromas.
-de verdad te enojaste? –me miró de reojo con el ceño fruncido, pero luego su rostro se suavizó
-Claro que no, sólo quiero hacerlo sufrir un poco –me regaló una sonrisa y yo se la devolví. Hubiera dado todo porque nuestra relación con Harry fuera como la de ellos, simple, divertida, sin ataduras muy fuertes. A pesar de que no hacían nada para estar juntos, ambos sabían que se querían con el alma entera; y yo no estaba segura de si Harry me amaba de la misma manera en que lo hago yo: total y absolutamente entregada a él, por sobre todas las cosas que pisan, vuelan y navegan la tierra. Tenía mi alma en sus manos, y yo me había quedado sin la suya.