29. Ojos que no ven, corazón que no siente

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Albus caminaba tranquilamente hacia el Lago Negro, de vez en cuando dejaba de permitir aquellos agites que causaba su vida y se detenía a ver a su alrededor

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Albus caminaba tranquilamente hacia el Lago Negro, de vez en cuando dejaba de permitir aquellos agites que causaba su vida y se detenía a ver a su alrededor. Seguía con ambas manos en los bolsillos del pantalón, sus ojos observaban desde sus zapatos hasta el cielo, cada vez estaba más cerca el invierno y de eso no cabía duda. Con un suspiro entrecerró los ojos ante el viento que desacomodaba esos mechones azabaches, detestaba caminar con el viento en contra, era de lo más fastidioso. Acomodó su cabellera de mala gana antes de visualizar el grupo de estudiantes amontonados frente al lago, dos cabelleras rubias (una más albina que la otra) y dos pelirrojas. Sonrió de lado, podía admitir que extrañaba un poco ese tiempo en el que era el antisocial de la familia, como lo catalogó Gal. Hacía un año podía haberse visto la misma secuencia, pero la diferencia era que para ese entonces Avery se abrió paso en su camino y no había forma de quitarla. Aquella pelirroja que hacía cinco años atrás le arrojó el zapato de su mejor amiga, la misma que a principio de curso dio vuelta la mazmorra para colocársela de sombrero y deliberó un rodillazo en su entrepierna, esa misma lo eclipsó por completo. De volver al pasado y contárselo al Albus de cinco años atrás seguramente le afirmaría que tenía un gusto extraño en chicas y una atroz definición de amor. Sin embargo, así funcionaba Avery y no le importaba demasiado teniendo en cuenta que él también estaba bastante loco, ¿Quién perseguía hombres lobo en luna llena, aun sabiendo que es el ex de la chica que le gusta? No cabía duda de que era un Potter.

Una vez que llegó a su destino se desplomó sobre el suelo, colocando un brazo sobre sus ojos. Rose lo observó por el rabillo del ojo, no era capaz de girar el rostro por más de que quisiera, pues Dominique se encontraba haciendo una trenza en el cabello de su prima. Mientras los ágiles y delgados dedos de Nique se abrían paso en la mata pelirroja de Rose, la segunda carraspeó un poco para llamar la atención de Albus. Scorpius, por otra parte, pospuso su charla de Quidditch con Aiden para propinarle una patada en la suela del zapato al azabache.

―Tu siempre tan delicado ―ironizó Rose, rodando sus ojos.

―Eso no es nada, Weasley ―respondió él―. Además, sabes que no soy delicado.

Las palabras salieron inconscientemente de la boca de Scorpius, y con su ya definida arrogancia provocó que las mejillas de Rose se tornaran rojizas. Un segundo después el rubio parpadeó aturdido, había sonado poco grato con aquel sentimiento de suficiencia. En un intento vago buscó la mirada de la pelirroja, quien la apartó velozmente mientras maldecía tener el cabello recogido. Dominique, la cual había captado todo el momento, entornó sus ojos azules con curiosidad, ¿Acaso Rose se había tomado aquello con doble sentido? ¿Qué clase de recuerdo provocó que así fuera?

―Es cierto, hace poco dejó que Gal le partiera un tablero de ajedrez en la cabeza a Albus ―comentó Aiden, tomando asiento junto a su novia.

Scorpius asintió, aliviándose de que Aiden le hubiese ablandado la situación sin saberlo. Rose se encogió de hombros como si no fuese nuevo y Dominique paseó su mirada con interés sobre ese par. Repentinamente los mini Scorpius que correteaban en su mente con un gran incendio a su alrededor se detuvieron, como si nada sucediera y era hora de volver a comandar al muchacho.

Trouble » Albus PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora