Albus no estaba dispuesto a someterse a la maldición Potter, pero ¿Seguirá siendo una opción luego de Avery?
O mejor así, ¿Logrará no enamorarse de una pelirroja?
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― ¿Cómo están las cosas con James? ―preguntó Avery.
El silencio que había reinado por un largo rato se quebrantó, provocando que Avalon girara su rostro con el ceño fruncido y un deje de incomodidad. Avery elevó sus cejas, intentando suprimir la sonrisa ladina que asomaba por su rostro.
― ¿A qué te refieres? ―retrucó la pelirroja con sequedad.
― ¡Vamos, Cooper! Te he visto en la fiesta del lago y en la de neón, tú no eres una chica buena ―chasqueó con su lengua―. Por otro lado yo soy toda una santa.
Avalon se carcajeó negando, causando que Avery se cruzara de brazos.
― ¿Qué? ―gruñó.
― ¿Tú? No juegues conmigo, Williams. Yo seré un ejemplo a seguir poco convencional, pero también lo eres tú.
La menor la escudriñó unos segundos.
― ¿Cómo estás tan segura?
―Porque los chismes vuelan y las McLaggen también, ¿No es gracioso? ―guiñó un ojo.
La pelirroja no creía que los rumores sobre lo que sea que halla entre Albus y ella se corrieran tan rápido, incluso pensaba que tan solo eran un centro de atención por el drama gratuito. Avery bufó para colocar ambas manos en su rostro.
―Por la tanga de Morgana, realmente no conocen la privacidad.
Avalon sonrió de lado, si tan solo supiera que su mejor amigo organizaba reuniones del Fan Club lo golpearía.
―No, aunque de todas formas fue hace tiempo atrás ―se paró con un poco de dificultad y ayudó a la pequeña a hacer lo mismo―. Por cierto, el baño de prefectos no es el mejor lugar, experiencia propia.
Avery jadeó antes de reír, sin embargo el grito de James provocó que se sobresaltaran.
― ¡Avery Williams! ¡¿Cuántas veces debo decirte que no me robes a mi novia?! ―sacudió el puño en el aire.
Avalon gruñó y maldijo por lo bajo antes de ser aprisionada entre los brazos del azabache, debía admitir que el entrenamiento de Quidditch le era efectivo. Avery rodó sus ojos ante la reacción de su amigo.
― ¡Esta es mi pelirroja, búscate la tuya!
Ella se encogió de hombros.
― ¿Qué puedo decirte? Esa mujer me trae loca ―bromeó―. Pero yo voy por tu hermano.
