CAPÍTULO 4

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Alba:
Nos fuimos a la cama. María me dejó una camiseta de su novio para que durmiera. Se metió en la cama:
-Bueno, ahora en serio, ¿qué tal?
-Que estoy bien, en serio. No había estado mejor en años. Sé que me tengo que hacer la idea de que algo malo va a pasar porque no puede haber sido de repente tan fácil, pero, hasta que ese "algo malo" llegue, voy a disfrutar.
- Me parece de puta madre, la verdad.
-Mañana, tranquilas, que me voy a la residencia antes de comer y no me volvéis a ver.
-¿Te crees que meteríamos en nuestra casa y en MI cama a una tía a la que no queremos volver a ver? - eso era cierto, por mucho que yo me negara, habían notado interés en mí desde el principio. María más que Natalia. Creo.
-Gracias de nuevo - la abracé.
-AYyyyyyyyyy - me abrazaba fuerte -. Eres un peluchito lleno de amor, tía.
Me empecé a reír.
-Cuando no hayas fumado me lo vuelves a decir.
-Serás - comenzó a hacerme cosquillas -, te vas a enterar.
Yo no podía parar de reírme. Me estaba haciendo cosquillas por todo el cuerpo.
-¿Y no me invitáis a la fiesta o qué? - Natalia acababa de entrar en la habitación. Mis reflejos me hicieron bajarme la camiseta que se me había subido hasta prácticamente mis pechos por el ataque de cosquillas.
-Perdona, ya nos dormimos, no te queríamos despertar - se acercó a mí.
-¿Qué estabais haciendo? Por favor, no me digáis que os he cortado el royo - se reía.
-Cosquillas - contesté.
-¿El qué? - comenzó a hacerme cosquillas por las costillas -. ¿Cosquillas?
-Por favor, para - María se unió a la fiesta, dos contra uno, cabronas -. No, por dios - siguieron haciéndome cosquillas hasta que Natalia, sigo sin saber cómo, acabó tumbada sobre mí, podía sentir su pelvis clavarse en mi tripa. Nos miramos a los ojos.
-Buenas noches, Albi - me dio un ligero pico. Me iba a dar un infarto.
-Buenas noches, Mery - le dio uno a María. Mierda, me estaba haciendo ilusiones por algo inexistente. Ella era así con todo el mundo. Solo era eso.
Aquella noche no pude evitar soñar con ella. Íbamos a pasear por Madrid y acabábamos acostandonos en la Casa de Campo.¿Alba qué te pasa? No podía sacármela de la cabeza. Me desperté. María aún dormía. Eran las once de la mañana. Había dormido unas cuatro horas. Me levanté y fui hacia el salón. Miré por el balcón, estaba lloviendo.
-Buenos días, preciosa - Natalia apareció vestida por una simple toalla que le envolvía el cuerpo. Podían admirarse sus largas y delgadas piernas. Estaba demasiado sugerente.
-Buenos días, churri - le sonreí.
Llamaron al timbre.
-¿Puedes abrir tú, porfa? Será Pablo.
-Vale - Natalia me embobaba tanto que ni se me pasó por la cabeza preguntarle quién era Pablo. Abrí la puerta.
-Hola, ¿qué tal? - entró cómo si nada.
-Hola - lo saludé -, soy Alba.
-Pablo, novio de Rapunzel - me reí. Era cierto, María tenía el pelo exageradamente largo.
-Ah, jo, yo digo, ¿¡quién cojones es este?! Perdón, perdón.
Pablo no paraba de reírse, lo dejé en el salón mientras iba a ponerme una sudadera que robé del armario de María. Al salir Natalia y Pablo fumaban sentados en el sofá.
-Calla, calla - se le oyó decir a Pablo. Mierda, ¿estaban diciendo algo de mí? Me agobiaba la idea de pensar que sí. ¿Y si se estaban riendo de mí desde el principio? Y ahí estaba otra vez, esa ansiedad que habitaba en mí desde hace años. No quise que lo notaran, salí a la terraza, necesitaba aire. Inspira, espira. Inspira, espira. Nada, que no se iba.
-No es que haga precisamente sol, está cayendo la de Dios - María salía a la terraza con un cigarro en la mano -. Buenos días - me intentó abrazar, su brazo me generaba más estrés y le indique que no lo hiciera -. ¿Alba?
-Tranquila, déjame sola, ahora se me pasa.
-¿Te pasa a menudo?
-En serio, luego hablamos que no puedo si no.
Salió de la terraza.
-¿Qué la pasa? - preguntó Pablo -. ¿Es por lo que me contaste de su ex?
-Juraría que es un ataque de ansiedad.
-¿Qué? - Natalia gritó . Abrió la puerta de la terraza -. Vas a coger frío amor - silencio -, venga entra - silencio -. ¿Al menos me puedes demostrar que sigues viva? - la miré con mis ojos llorosos -. ¿Albi qué pasa? - su voz me tranquilizaba. Mucho. Pero a la vez recordé que el motivo de la ansiedad podía haber sido por ella también.
-Nada, que me he puesto tonta.
-¿Te puedo abrazar?
-Prefiero que no.
-Al menos entra, que te vas a resfriar.
Entré, noté los ojos en mi espalda de la pareja sentada en el sofá. Natalia puso su mano sobre mi espalda y me dirigió a su habitación. No había estado en ella antes. Tenía una cama, claramente sin hacer, algo más pequeña que las de matrimonio, un escritorio lleno de partituras, un armario pintado a cachos y una butaca con un cojín peludo, tenía un pequeño balcón que no tenía terraza, solo que la ventana podía abrirse del todo hasta el suelo y había una valla.
-Te dejo sola si quieres. Llora lo que tengas que llorar. Aquí nadie te pide que seas fuerte - me besó la cabeza.
-¿Por qué hacéis esto? - le agarré del brazo.
-¿El qué?
-¿Por qué os estáis portando tan bien conmigo? Que no os conozco, ¡coño! Y siento como si nos conociéramos de toda la vida.
-¿Y te agobia?
-Sí. Desconfío mucho de la gente. Antes pensaba que cuando Pablo ha dicho que te cayases era porque estabais hablando de mí.
-Y lo estábamos haciendo. Le he contado que ayer llegué a pensar por un segundo que tú y María estabais follando y que cuando abrí y os estabais haciendo cosquillas no pude evitar morirme de ternura. Él se ha reído. Nada más - me acarició la espalda -. Alba, te entiendo. Me pasa lo mismo. Tanto cambio tan rápido asusta. Pero piensa que al igual son señales de la vida que debes de tener en cuenta. A lo mejor el destino o lo que sea nos ha unido a todas. Yo también siento que te conociera desde hace más tiempo. Al menos desde hace una semana, no un día - consiguió hacerme reír -. Venga, va, no llores. Ya está hablado, todo está bien - me besó el pelo y yo me dejé abrazar. Nos separamos quedándonos a unos pocos centímetros de nuestros labios.
-Creo que debería irme a la residencia. Tengo mucha colada que hacer.
-Me parece bien - se levantó y se fue.
Recogí el par de cosas que había traído, me despedí de los ahí presentes dándoles las gracias mil veces y pidiéndoles perdón otras tres mil.
En el metro me puse el aleatorio de mi Spotify y no pude evitar pensar en las palabras de Natalia. Quizás tenía razón. Quizás todo era una señal. Quizás debía cambiar de rumbo, atreverme a vivir sin miedo, sin autocríticarme constantemente. Quizás debía dejar de ser quien era y ser como verdaderamente me gustaría ser.

Cada vez somos más, me encanta que algune de vosotres me comente a los capítulos. Os leo y me gustaría saber si os está gustando, si queréis que siga. Hasta el próximo capítulo.

LA VIDA EN TU SONRISA || ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora