Natalia:
Llegamos en seguida a su residencia. Mi corazón se me iba a salir del pecho. Solo esperaba que fuera mi imaginación y que, realmente, no hubiera pasado nada más allá que una discusión y ese tortazo que, ya era mucho, pero mejor que lo que me pasaba por la mente era. María se quejaba constantemente acerca de que, hoy en día, siguieran existiendo gilipollas de tal calibre como Mario. Cuando llegamos, la policía ya estaba allí.
-¿Vivís en la residencia? - nos preguntó un policía con cara de pocos amigos.
-No, venimos a ver a una amiga - contestó.
-No podéis pasar entonces - ¿tan grave era?
-A ver, coño, que somos las que hemos avisado. Sólo queremos saber qué pasa - contestó María.
-Déjalas pasar, anda - un policía negro exageradamente alto se acercó a nosotras -. Chicas, gracias por avisar. Todo está bien. Solo se les ha ido la discusión un poco de las manos y ya está.
-Dirás que se le ha ido de la manos a él. Porque Alba no ha hecho nada - dijo María.
-Este tío es gilipollas, cualquier día pasa algo - comenté, asustada.
-Ahora hablaremos con Alba para ver si quiere hacer algo al respecto pero parece ser que el chico venía muy colocado.
-Eso no es excusa - dijo María.
-Créeme que soy el primero que lo sé - el gran policía apoyó su mano en el hombro de María -. Yo acabo de empezar por aquí y solo cumplo órdenes pero - sacó una tarjeta de su chaqueta -, cualquier cosa llamadme.
Subimos a la habitación de Alba. Ella estaba tumbada en la cama, boca abajo.
-Albi - me tumbé sobre ella, la oía llorar -, ya ha pasado. Estamos aquí.
-Le tenías que ver la cara - contestó.
-Da gracias de que no se la haya visto porque la hostia que le habría pegado es importante - dijo María.Decidimos llevarnos a Alba a casa unos días. De camino no dijo nada, solo se apoyó en mi hombro y me hacía cosquillas en el brazo. La impotencia que sentía al no saber qué hacer, qué decirle. Quería saber en qué estaría pensando, si estaba sufriendo o no, pero no podía.
Llegamos a casa.
-Voy a ir a recoger a Pablo del trabajo y teníamos pensado ir a cenar por ahí, si preferís nos venimos a cenar aquí.
-A ver, que no pasa nada, que ya estoy bien - dijo Alba -. Sal a cenar y pásatelo bien. Yo estoy de puta madre.
-Vale cariño, hablamos por WhatsApp.
En cuanto María cerró la puerta de casa, Alba se levantó, se acercó al sofá en el que estaba sentada y me dijo:
-¿Me das un abrazo?
La atraje hacia mí, sentándola sobre mis piernas y la abracé, muy fuerte. No sé si pasaron minutos u horas pero lo que sí que sé es que, sin decir nada, fue una de las cosas más reales que me habían pasado nunca. Eso era amor, daba igual de qué tipo, pero lo era.
-Te quiero Alba, lo sabes, ¿no? - la besé la frente.
-Joder - empezó a llorar.
-Ey, ¿qué te pasa? - eché el pelo de su frente hacia atrás.
-Espera - se levantó de mí -, es que me agobio.
-¿Por qué te haya dicho que te quiero? - me sentía mal.
-No, no - se acercó hacia la terraza y la abrió. Fue ahí cuando caí en la cuenta de que le estaba dando un ataque de ansiedad y salí con ella -. No puedo, de verdad.
-Alba, ¿es por Mario?
-No, no. O sea sí. Pero no por lo que te piensas. Sé que es incapaz de hacerme daño. O sea un tortazo sí, abuso psíquico, muchísimo, pero sé que lo de hoy no va a volver a ocurrir.
-¿Entonces?
-Llevo tanto tiempo viviendo en esta mierda que no sé cómo vivir fuera de ella - me cogió de la mano -. Tía, te quiero. Mucho, de verdad. Pero me siento culpable. Me siento mal por ser feliz.
-Albi, no...- me interrumpió.
-Y no solo es eso. Mario me hizo sentir tan mal conmigo misma y me llamó y me hizo creer que era de una forma que no soy pero que mi cabeza me grita constantemente que sí, que son ciertas. No puedo estar bien por ti. He intentado enseñarte algo que no soy. No soy tan feliz como parezco. No tengo tanta confianza en mí misma como he intentado mostrarte y eso me hace sentir todavía peor porque siento que al igual te gusta la Alba que te estoy enseñando pero no quien soy.
-Alba, para. Desahógate pero no te menosprecies tanto. Es el momento, que se te ha venido todo encima y lo ves todo muchísimo más grande de lo que es. Sí, Mario es gilipollas profundo y te ha hecho sentir una real mierda. Te entiendo, de verdad que sí. Pero es que sabes qué pasa.
-Natalia, no puedo respirar - le agarré a ambos lados de la cara.
-¿Sabes qué pasa? - ella negó con la cabeza. Las dos llorábamos -. Que resulta que me he enamorado de esa real mierda, y mucho - Alba me miró -. Porque es una de las personas más maravillosas que he visto y porque desde que te conozco estoy más viva que nunca. Que eres preciosa, joder. Y si hace falta que te lo recuerde cada cinco minutos para que te lo creas yo lo haré porque necesito que te veas con los ojos con los que yo te miro. Necesito que te quieras al menos la mitad de lo que yo te quiero.
Silencio.
-Y ahora respira - le cogí la mano -. Puedes respirar, no lo sabes porque estás agobiada pero puedes hacerlo - ahora fue Alba la que me cogió la cara.
-No te puedes ni imaginar lo exageradamente enamorada que estoy de ti. Tanto que me da miedo.
-Hombre, es que caga, ¿eh? - me reí y eso le hizo reírse a ella también -. Menudo par de dramáticas - le cogí la cara -. Ven, anda. Bollo drama.
Nuestro labios se unieron en un largo y profundo beso. Nos metimos dentro y cerramos la terraza. Alba me miró, sonrió y volvió a besarme. Sentí sus manos frías por debajo de mi jersey, me lo quité. Su jersey también estaba obstaculizando el camino así que me deshice de él. Nuestras camisetas fueron después. En ese momento dí gracias a la vida por hacer que dos personas negadas al sujetador se unieran porque me veía incapaz de desabrochar nada con el frío que tenía en las manos. Alba me besó los pechos e introdujo su mano derecha por dentro de mi pantalón. Nos dirigimos a la cocina.
-Quítate el pantalón - me indicó Alba.
-Sí, señora - me lo bajé mientras veía que ella hacía lo mismo. No sé a qué estábamos jugando pero ambas lo necesitábamos y lo iba a disfrutar.
Vino a por mí pero decidí pillarla desprevenida y subirla a la encimera. Bajé sus bragas y abrí sus piernas. Me situé frente a ellas, besándolas. Cuando sentí sus manos en mi cuello metí dos de mis dedos en su interior, notando la humedad. Después ayudé con mi boca. Una lucha entre mi lengua, mis dedos y Alba se desencadenó. Subí la intensidad, cuatro dedos, Alba gemía, yo sonreía de placer. Acercó mi cuerpo al suyo introduciendo dos de sus dedos en mi interior y así, con los dedos cada una en el cuerpo ajeno nos desenfrenamos, disfrutamos, gemimos y lloramos de placer. A los tres orgasmos el cuerpo de Alba se encontraba en el sofá, sobre el mío. Seguramente hacían menos diez grados fuera, pero en mi casa podían superarse los 38.
Las dos sabíamos que teníamos que hablar. Nos acabábamos de declarar nuestro amor mutuamente y teníamos que ver cuál era el siguiente paso.
¿Y bien? ¿Cuál será el siguiente paso? Nos vemos en el próximo.
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LA VIDA EN TU SONRISA || ALBALIA
RomanceAlba (21 años, Elche) y Natalia (19 años, Pamplona) dos jóvenes destinadas a encontrarse, ambas viven actualmente en Madrid. Mismos personajes que OT 2018, distinto contexto ALBALIA