III

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Como no me he preocupado de nacer, no me preocupo de morir. 

Federico García Lorca

Capítulo 3: Es hora de un cambio

La comida era algo de lo que no podía quejarse, la carne se notaba fresca y los aperitivos eran deliciosos, aunque no le permitían comer sin algún juego mental en medio. No reclamaba porque le agradaba la sensación de finalmente hacer algo por él, por su cuenta.

Rio un poco cuando vio al hombre de bata entrar a su comedor personal. Cuando lo veía con más detenimiento, se daba cuenta de que el doctor era joven, incluso parecía menor que él. En sus rasgos podía verse la historia de un gran sufrimiento, quizá aquello logró que la edad en su mirada sea confundida con la de su rostro suave y amable. Le hacía gracia la forma en la que el chico de ojos dorados arrugaba el ceño ante el aroma de la comida que él ahora disfrutaba.

—Me agrada verlo de buen humor —El doctor volvió la vista a su libreta mientras empezaba a escribir— ¿Ha sentido alguna molestia?

—Aparte de no saber lo que hago aquí, o porqué hago lo que me dicen, no, no tengo alguna otra molestia.

—¿Siente que su cuerpo tiene cambios? ¿Se siente más fuerte o más resistente?

—¿Cuál es tu nombre? ¿Cuántos años tienes? Pareces más joven que yo y es extraño conocer a un doctor de tan poca edad.

—Por favor limítese a responder las preguntas.

—¿Cómo debería llamarte? —Kaled empezó a sentir algo de satisfacción al molestar al doctor— ¿Doradito? Porque tus ojos son singulares ¿Por qué tienen ese color? Parecen oro.

—Si sigue de ese modo...

—Vas a dormirme y llevarme a mi habitación, de alguna forma ya no me asusta.

—Bien —El doctor se levantó y alzó la mano. Pronto la puerta se abrió y la doctora de siempre entró junto a otra joven que reconocía de antes—, SH 68-09, sentirá un leve adormecimiento...

—¡Ese no es mi nombre! —Kaled golpeó la mesa y se levantó viendo con sigilo a las dos mujeres que recién ingresaron y que se acercaban a él— ¡Aléjense!

—68-09, sentirá un leve adormecimiento y es algo normal, no debe preocuparse —El doctor siguió hablando importándole poco lo que Kaled decía—, dormirá unos días y luego...

—¡Ese no es mi nombre! —Kaled se apresuró y corrió hasta la doctora tomándola del cuello dispuesto a matarla si era necesario— Mi nombre es Kaled.

—Cuando despierte volveremos a tener esta conversación —El joven de ojos dorados hizo un asentimiento de cabeza hacia la chica que estaba a su lado—. Por el momento SH 12-03 le ayudará con su enojo.

Aquello fue un gran avance, porque la chica a lado suyo, la que le puso una mano en su cabeza e hizo que entrara en un sueño profundo, ella era igual que él, lo intuía por el apodo con la que fue llamada. Iba a preguntar y exigir respuestas, pero sus ojos se cerraron con rapidez.

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