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Unas noches antes se había escabullido hasta el despacho de su tío, en el cual tenía terminantemente prohibido entrar, y robó de su escritorio las escrituras de la antigua residencia de su niñez, la casa de sus difuntos padres.

Orson Leone junto a su esposa, Roberta, eran los responsables de la muchacha, así como de custodiar los bienes que había heredado después del lamentable deceso de sus padres. No sería sino hasta el día que Cordelia contrajera matrimonio, que la huérfana pudiera tener acceso a tales escrituras. Así lo había estipulado su padre antes de morir.

Cordelia sabía que ese día estaba a infinitas lunas de ocurrir, si es que algún día ocurría.

Necesitaba el dinero. Corrección: necesitaba su dinero en ese momento.

  No tenía otra alternativa. La única manera de costearse el viaje, antes de que el navío zarpara, era empeñando esa casa. Y ya que era suya, consideró que no debía pedir permiso a nadie para hacerlo.

En consecuencia, nunca tuvo el coraje ni la cara de confesar a sus tíos que estaba por marcharse. De hacerlo tendría que dar explicaciones y esas explicaciones no serían nada gratas de escuchar.  Los señores Leone evitarían a toda costa que cometiera una locura como esa, y posiblemente, optarían (En el mejor de los casos) por enclaustrarla en un convento. Por que Dios y la palabra de cristo serían la respuesta a todos los actos rebeldes propios de la juventud. 

 Pero su decisión estaba tomada, ella se marcharía.   

Una tarde cualquiera abandonó la finca de sus tíos con un baúl de viaje en mano.

 No fue a hurtadillas y bajo una capucha, como alguien imaginaría. Fue bajo en sus narices.  Llegó el carruaje con el emblema de la familia Bonnet hasta su entrada, ella lo abordó con habitualidad. Había explicado previamente que visitaría la residencia de los Bonnet por unos días, que en parte era en parte verdad, pues la mansión se ubicaba cercana a los puertos donde zarparía su barco. 

  La familia concluyó que se trataría de una ordinaria invitación de la familia Bonnet para que ambos prometidos compartieran un tiempo juntos antes de su boda. Al joven Alphonse Bonnet se le fiaba total discreción y celibato prematrimonial, eso era una garantía (Y no imaginarían cuanto).

  Sus tíos jamás sospecharon sus verdaderas intenciones. Nunca imaginaron que dentro de aquél baúl se encontraban las escrituras de una casa, papeleo de identificación y un collar de perlas, propiedad de su tía, con valor de no menos de 300 luises.

¿Y cómo serían capaces de atisbar las intenciones de Cordelia cuando se despidió? Aquella, quién se había criado en un internado para señoritas de alcurnia y poseyera una reputación intachable. Ni en sus peores momentos de locura tendría la insensatez de embarcarse sola, a espaldas de sus tíos, en un viaje de, por lo menos, una cuarteta de novilunios rumbo a África, alejándose de Francia y de su seno familiar, sin siquiera tener la cortesía de anunciar a su prometido que había decidido abdicar a su compromiso marital.

Habrá que aclarar para aquellos que comiencen hacer conclusiones prematuras que Cordelua no odiaba la casa de sus tíos, adoraba esa finca. Tampoco podría decirse que fuera maltratada o menospreciada, pues una vez que salió del internado los Leone habían procurado para ella una habitación personal y todas las comodidades posibles para una dama, como si de una hija propia se tratara; y tampoco hablamos de una aventurera ávida de una vida mas salvaje. No deseaba conocer el mundo ni libertad (una mujer de aquellos entonces no podía ambicionar algo así).  Fue porque en un arrebato de tristeza y frustración, decidió que ya no sería una carga para nadie, sólo para si misma.

En pocas y banales palabras podría explicarse que la razón de emprender ese viaje era forjar su propio futuro. Pero las verdaderas razones se alimentaban de un aliciente mucho mas complejo: Cordelia Leone buscaba una salida. Debía desafiar las reglas de ese primitivo mundo que decretaba que no merecía ser feliz. Por ser huérfana, por no ser parte de una familia adinerada o de renombre, y por no ser físicamente agraciada. Por no ser nadie. Una mujer del decorado en el orbe de quién era alguien.

PIEL DE LEÓN | #MAGICAWARDS2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora