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- ¿Cómo ha estado, Min? -Me pregunta mi médico cuando hago mi aparición en su oficina, observándolo ponerse de pie y mejorar su postura para recibirme.
- Usted me lo dirá, doctor.
Me siento en el acolchonado sofá frente a su escritorio. Puedo notar que se ha mudado de sala; la última vez que había venido a su consultorio las paredes tenían un antiestético color grisáceo y la silla era un tanto incómoda, además de lo pequeño y asfixiante del espacio. Ahora, aún si no es demasiado extenso, hay lugar suficiente para caminar e incluso colocar más muebles. Mi médico se acomoda los lentes con una mano mientras prende su computador.
- La última vez que nos vimos habíamos acordado que anotarías la cantidad de pétalos que tosías o, al contrario, vomitabas. ¿Lo hiciste? -Saco un papel doblado por la mitad de mi bolsillo y se lo extiendo, permitiendo que lo tome entre sus manos. Frunce el ceño y achina sus ojos para leer.
- Es difícil entender cómo funciona mi enfermedad, -comencé a decir, cruzando mis brazos sobre mi pecho, mientras el doctor continuaba inspeccionando la hoja que le di-, al parecer, no suelto pétalos cuando estoy con la persona que me gusta, aún sabiendo que mi amor hacia él no es correspondido. Parece ser que eso sólo ocurre cuando veo algo que de alguna forma me lastima, como verlo besando a su novio, o siendo mimoso con él.
Hace una cara de confusión y se queda unos segundos en completo silencio, devolviéndome la hoja torpemente, sin mirarme. Acerca el monitor de su computadora hacia él y comienza a escribir algo a toda velocidad. Intento espiar lo que hace, sin embargo, no tengo el suficiente descaro para asomarme, por lo que me mantengo en mi sitio esperando por una reacción o una respuesta. Y en cuestión de segundos, la tengo.
- No era mi intención informarte sobre esto tan pronto, pero hemos encontrado a alguien que padece la misma enfermedad que tú. -Me dice, volviendo su atención hacia mí, y puedo sentir la forma en la que mi corazón salta dentro de mi pecho. ¿Eso significa que no estoy solo? Esbozo una pequeña sonrisa pero al instante se esfuma de mi rostro. Hablamos de una enfermedad, YoonGi, no de un juego de PC-. Se llama Kim NamJoon y es de Sangdo-dong. No queda tan lejos de aquí, sin embargo, está pensando en mudarse por esta zona la próxima semana. Él ya está al tanto de que tú también tienes esta misma enfermedad, espero que eso no te incomode.
- ¡No, para nada! -Me apresuré a negar, aguantando una sonrisa. Si no estuviera tan contento quizás sí estaría molesto, pues como médicos aunque sea deberían pedirme permiso para compartir mi condición con otras personas, sin embargo, no me importa. Esta noticia es tan grandiosa como no, porque así como sé que no soy el único, ese hecho de que alguien más sufra lo mismo que yo es triste. Mi médico abre un cajón de su escritorio y saca de éste una polaroid, la cual me extiende.
