Negué con la cabeza desaprobando lo sucedido y me puse de pie.
-Mira tú labio- acaricié su mejilla -¿No te duele?- le pregunté y se puso de pie.
-En lo absoluto- sonrió –Valió la pena, hace mucho tiempo que quería poner en su lugar a esa idiota- me tomó por la cintura y nos hizo girar dejándome de espaldas hacia la escena de la cafetería.
-¿Y por qué?- pregunté tratando de averiguar por qué la detestaba tanto.
-Es una creída- soltó molesta -Cree que le tengo miedo- rió
-No le hagas caso- le dije dando un beso en su mejilla -¿Seguro que no te duele?- su labio estaba hinchado, se veía graciosa.
-Te dije que no- pasó sus manos por mi cintura abrazándome, estábamos en la cafetería abrazadas, esto sí que era un gran avance.
-Eres una mentirosa- le dije riendo.
-Claro que no- dijo ofendida -Ya te dije que no es nada- suspiré, jamás aceptaría que le dolía.
-¿Iremos al juego?- pregunté cambiando de tema.
-¿Iremos?- se burló y negó con la cabeza -Yo no, estoy suspendida y eso incluye todas las actividades extracurriculares- explicó -Pero tú sí, tú eres porrista- me recordó
-Ya te dije que si tú no estás en el equipo yo dejo de ser porrista- puse mis manos en su cuello y lo acaricié lentamente.
-¿Por qué entraste entonces?-
-Por ti- confesé y abrió los ojos a tope
-Cuando supe que estabas en el equipo entre- sonreí
-No te creo- entrecerró sus hermosos ojos.
-De verdad- afirmé -Sólo por ti Daccarett- no estaba siendo del todo sincera y por primera vez en mi corta vida. Me dolía mentir -Así que no iremos- le sonreí de oreja a oreja
-Sabes... me gustaría ir a ver cómo pierden el partido sin mí- levanté ambas cejas.
-¿Ahora quién es la creída?- me guiñó un ojo y se acercó lentamente a mí pero el estruendoso timbre nos interrumpió obligándonos a ir a clases. Sofia rodó los ojos y yo reí –Vamos- le dije tomando su mano.
-No- soltó mi mano -Tú irás- sonrió -Por enésima vez te recuerdo que estoy suspendida- mire hacia abajo. ¡Una semana sin verla! No sé si resistiría.
-Entonces...- dije viendo como todos comenzaban a desaparecer de la cafetería -¿Nos vemos luego?- pregunté esperando un "Sí".
-Tal vez- contestó como si no tuviera el mínimo interés en verme. Mi mandíbula casi perfora el piso. Soltó una risa y nuevamente se acercó a mí más rápido tratando de capturar mis labios, pero corrí mi rostro -¿No me vas a dar un beso?- preguntó mientras me veía tan tiernamente.
-No- le sonreí y me di la vuelta para salir de la cafetería.
*
Martes. Bajé de mi auto, no podía evitar sentirme desanimada. No sólo por el hecho de que la apuesta con Sarah me preocupaba, si Sofia se llegara a enterar ni siquiera quiero imaginarme como se pondría. Tenía que terminar con esto ahora mismo.
Levanté mi mirada y ahí estaba, recargada en la maletera de su auto. Vestía unos pantalones camuflados y una camiseta negra ajustada que simplemente me dejaba sin aire.
-Hey- escuché que me llamaba –Hey- una vez más, sin embargo no volteé. Pude escuchar sus pasos detrás de mí -Te estoy hablando- dijo sujetándome del brazo para evitar que siguiera caminando.
-Discúlpame pero no recuerdo que mi nombre fuera "Hey"- voltee para verla de frente. -¿Qué haces aquí? se supone que estás suspendida.-
-Vine por ti- dijo seria.
-¿Por mí?- reí -Sí, es más o menos como un secuestro- una vez más reí y a lo lejos se escuchó el timbre que indicaba que comenzaba primera hora.
-¡No!- dije molesta -Una vez más tarde, Hosterman- fingí la voz del maestro Hoffman.
-¿Tarde?- se acercó y retrocedió -Más bien... Hoterman, falta- con un rápido movimiento me cargó y me acomodó sobre su hombro.
-¡Qué te pasa! ¡Bájame!- gritó mientras pataleaba y al mismo tiempo trataba de cubrirme. Evidentemente hizo caso omiso a mis gritos y me hizo subir al auto.
-¡Chloe!- ese grito me hizo sobresaltar, volteé y era Paulina quien había correado a todo pulmón mi nombre.
-¿Qué haces aquí?- pregunté sorprendida
-Ha faltado a clases- tapé mi boca como si fuera lo peor del mundo, ambas rieron y Sofia subió por el lado del piloto.
-Claro, como tú estás suspendida nadie más ira a clases- le dije en tono de reproche.
-Una falta no te hará daño, además...- se calló
-¿Además qué?- pregunté pero no respondió, solo puso en marcha el auto. -¿Por qué ambas se visten así?- al igual que Sofia, Paulina también vestían pantalones camuflados y camiseta iguales.
-Porque iremos a...-
-¡Shh!- Sofia interrumpió a Paulina antes de que me informara a dónde me llevaban.
Después de veinte minutos de trayecto, Sofia al fin se detuvo y estacionó.
-Llegamos- dijo después de apagar el auto.
-Vaya- contesté con fastidio. Abrí la puerta del auto y bajé -¿Qué es esto?- no sé si estaba sorprendida o asustada. Era una terracería enorme y a lo mucho estaban seis autos estacionados. Había una gran malla de tela verde que evitaba ver que había del otro lado. Nadie me contestaba, solo se reían cómplices hasta que finalmente Sofia rodeo el auto y se acercó a mí.
-Jugaremos Paintball- pasó su brazo por mi hombro y cerré la puerta del auto.
-¿Qué?- reí amargamente -Tienes que estar bromeando, ¿no?- jamás había jugado y no me interesaba en lo más mínimo.
-No-
-Vamos, será divertido- dijo Paulina tomándome de la mano y haciéndome correr hasta la malla verde. Era una tontería que la pequeña estuviera emocionada y yo prácticamente aterrada.
-No, Sofia- la llame -Mejor yo los veo jugar- sonreí –Desde el auto- solté una carcajada
-Eres una cobarde Hosterman- se burló -Paulina tiene seis años y le encanta- la fulminé con la mirada.
-Cállate- la golpeé -Además mira...- señalé mis tacones -Y ni creas que ensuciaré este vestido- la señalé mientras la veía fijamente.
-Ah cierto, casi lo olvidaba- se dio la media vuelta y corrió hasta el auto, abrió la maletera, sacó unos tenis míos y lo que parecía también ropa.
-¿De dónde lo sacaste?- pregunté sorprendida.
-Hicimos una parada en tu casa, afortunadamente tu mamá no estaba- sonrió -Y le dijimos a la chica que nos habías enviado por ropa- extendió las cosas hacia mí -Así que ya no tienes excusas- tomé los tenis y la ropa -De todos modos aquí te prestarán equipo- ¿Qué? –Vamos- tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos, para luego prácticamente llevarme a rastras.