Rosas

Rosas eternas

Luego de años de cartas, correos, videollamadas, y visitas ocasionales era bastante obvio que aquello no funcionaba.

No. Para nada.

No tenerlo a su lado día a día, no ser el primero en decirle buenos días, y el ultimo en decirle buenas noches, no sentir sus brazos alrededor de él acostados juntos en una cama, era...mortificante, aunque el término en sí se quedaba corto. Su único consuelo era que esos días llegarían a su fin, que tarde o temprano estarían juntos.

Se repetía eso una y otra vez cuando se sentía sin fuerzas, extrañándolo a morir, rememorando besos y caricias que se sentían tan lejanas mientras cursaba la carrera que le parecía eterna.

Pero era bastante emocionante el hoy. El día en el que por fin arrastraba su maleta fuera del aeropuerto JFK donde sus hermanos lo esperaban en el auto familiar para llevarlo a casa.

Por fin.

No le había avisado a Alfred para darle una sorpresa y esperaba que ni Kiku ni Francis hayan abierto la boca. Estaba seguro de que Kiku no, pero no sabía que esperar de la lora chismosa de Francis, aunque el hecho de que Alfred, con un cartel enorme, no estuviera allí era un claro motivo para pensar que por lo menos esta vez Francis no había soltado la lengua.

Todo un milagro.

El trayecto no fue largo hasta llegar a casa y sus hermanos no paraban de hacer preguntas, molestándolo un poco y gastándose bromas entre ellos. No lo admitiría en voz alta, pero los había extrañado.

Una vez que llegaron a su casa subió de inmediato a su habitación y se desplomó en la cama, estaba agotado y muerto de cansancio. Tenía un terrible caso de jet lag y por lo menos estaría todo el día de mañana agotado.

Tendría que mover sus "planes" un día.

Sacó su celular y abrió la conversación que mantenía con Francis y Kiku para actualizarlos de su estado y que tengan todo preparado para un día después de lo planeado. No espero respuesta y se durmió.

Demasiado viaje para un solo día.

Catorce horas después y con los rayos del sol del mediodía, tomó su celular para verificar la hora. Pero de inmediato una videollamada entrante interrumpió sus acciones. La linda cara de su novio (¡rayos! aún se le agitaba el corazón al llamarlo así) apareció en la pantalla y con el dolor de su corazón lo dejo sonar.

Mientras sonaba incesantemente se recordaba que todo era por un bien mayor, que pronto podría verlo cara a cara, pero era realmente doloroso escuchar el insistente llamado y no responderle, como lo llevaba haciendo durante 3 días.

Si, se sentía malvado, pero le había dicho que estaría ocupado haciendo papeles y los últimos documentos advirtiéndole que tal vez no respondería, solo le dejaba pequeños mensajes para que no se preocupara tanto. Por lo menos así Alfred no pensaría en volver a llamar al Scotland Yard como hizo hace un año cuando no le respondió por dos días y se despertó con el sonido de su puerta siento tocada insistentemente por los oficiales que querían corroborar que estaba vivo debido a las repetitivas llamadas de un chico americano diciendo que podría haber sido secuestrado, asaltado, atropellado o cualquier otra calamidad cuando en realidad lo único que había pasado era que tenía un trabajo demasiado importante y no había dormido casi en una semana y el fin de semana simplemente se dejó caer sobre la cama. Recuerda lo vergonzoso que fue disculparse con el Scotland Yard, y lo enojado que estaba con Alfred.

Desde ese día siempre le avisaba si había pasado la noche en vela por algún trabajo de la universidad para que no vuelva a imaginar desastrosos escenarios. Con lo paranoico de Alfred podría haberle enviado a la CIA y al MI6 alegando que era víctima de un ataque terrorista ya que no había escuchado el celular, ni las más de 200 videollamadas perdidas, ni los 600 mensajes, ni nada.