Rosas

Reencuentro

Contó los primeros quince días y luego simplemente  dejo de contarlos para poder "superarlo" pero por más que lo intentara aún no podía.

No importaba la distancia, el tiempo o cuanto deseara borrar su nombre de su mente, de sus recuerdos o de su corazón. Esa sonrisa brillante, ojos color del cielo y personalidad vibrante eran imposibles de olvidar. Y aún con miles de cosas por hacer y rodeado de libros y reportes regados en su habitación en el campus de la universidad, su mente seguía divagando entre rosas, cartas y cielos azules.

Regresó la vista a su portátil con el programa abierto listo para recibir su ensayo sobre Shakespeare que debía ser entregado en dos días pero sus dedos se movían inseguros sobre las teclas sin saber cuál debía de apretar. Suspiró minimizando la ventana.

Indeciso tomó el mouse, moviendo el puntero de un lado a otro sobre el icono de esa carpeta en el escritorio que consideraba "prohibida" pero que cuando estaba en Estados Unidos visitaba al menos 1 vez al día.

Estuvo al menos unos cinco minutos pasando sobre ella hasta que al fin se rindió.

Con culpa pero también con un sentimiento cálido se paseó por las fotos del archivo que contenían ese rostro hermoso que tanto amaba y que le daba ánimos para continuar a pesar de haberlo dejado en medio de la lluvia con explicaciones que no lograron escapar de sus labios, sueños que quedaron olvidados en aquella banca y un "jamás dejare de amarte" que no tuvo oportunidad de jurarle.

Acarició su bello rostro sonriente a través de la pantalla con melancolía y un "aún te amo" escapó como un susurro con toques de ruego.

Porque sí, no había día que no pensara o que rogara al cielo que Alfred no lo haya olvidado, que no haya reemplazado su presencia con alguien más.

Que no se olvidara de sus rosas.

Pero por cada día de silencio, la esperanza disminuía y se encontraba así mismo atrapado entre decidir si era lo correcto olvidarlo, dejar su recuerdo atrás y comenzar de nuevo o aferrarse a él, a ese primer gran amor de vida y no rendirse.

Alfred F. Jones ¿qué me has hecho?

Emitió una sonrisa diminuta con toques de tristeza y cerró la portátil entendiendo que no podría avanzar más, en cambio tomó su chaqueta y salió del edificio a dar un vuelta por el campus para tratar de encontrar la inspiración que necesitaba para su ensayo.

Recorrió las extensas áreas verdes sin prestar mucha atención de hacia dónde iba, simplemente avanzó con el rostro mirando al cielo de vez en cuando como si allí estuvieran todas las respuestas.

—¿lo viste? Era lindo ¿no?

Escuchó a lo lejos como unas chicas se acercaban avanzando en dirección contraria a la suya, murmurando sobre lo "guapo" que era un chico que acababan de ver.

Lo ignoró, clasificando sus argumentos como conversaciones banales sin sentido.

—Ese chico era realmente guapo—había soltado una de ellas con entusiasmo.

— Rubio, de ojos azules, sonrisa gigante y ¿escuchaste su acento?. ¡Es el sueño americano de toda chica!

Arthur detuvo sus pasos.

Miró a las chicas alejarse, y volteó hacia la dirección contraria tratando de ver de dónde venían. En su mente se repita una y otra vez que no era posible, que era simplemente una coincidencia pero su corazón se agitaba de solo pensar en la minúscula probabilidad de que Alfred lo estuviera buscando, que hubiera hecho todo el viaje desde Estados Unidos hasta Inglaterra solo para disculparse y asegurarle que lo amaba tanto como Arthur aún lo hacía.
Sus manos temblaban sin que él se percatara y sus pies ya se movían solos hacia la dirección de dónde venían aquellas chicas. A su lado pasaron un par de chicas más mencionado algo muy parecido a las primeras. Esta vez sí prestó atención a todas sus palabras, y distinguió como claramente él "desconocido y guapo americano" preguntaba por alguien en el campus.
Su corazón volvió a dar un vuelo.