Capítulo nueve

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Capítulo nueve|Reina de corazones

–¡Alice,Alice! ¡Alice,Alice!– la gente coreaba su nombre mientras el líquido amargo pasaba por su garganta.

Unos segundos más y terminaría la botella,ya comenzaba a sentirse mareada y a ver borroso su entorno,pero lo lograría.

Necesitaba perder la conciencia,Lizie aún seguía ahí,su presencia era débil,pero ahí estaba.

Y no quería pensar como Elizabeth,no quería razonar y ver qué tan bajo había caído.Suficiente tenía con el espejo,aquel que cada mañana se encargaba de mostrarle lo demacrada que lucía.

–¡Alice,Alice! ¡Woah!– seguía coreando la gente.

Esa mañana recordaba haber despertado en el sillón de la sala,donde habitualmente se quedaba su madre.

También creía haber oído a Giselle llorando en su habitación,pero no estaba segura.

El problema había llegado en la tarde,justo poco antes de comer;Giselle tuvo un ataque de tos.
Era más raro de lo habitual,por lo que Lizie no pudo evitar preocuparse,pese a que se había prometido no hacerlo,y había convencido a una distante Giselle a ir a un doctor.

Un trago más;había terminado la botella.

Recordaba de igual modo esperar impaciente fuera de la sala de espera del hospital.
El olor a alcohól y a medicinas en los pasillos,el piso blanco y limpio;podía ver su reflejo,pero recordaba aún más el ambiente muerto que se sentía.

Había muerte en el aire,había pensado al ver a unas enfermeras pasar con una camilla y un cuerpo cubierto por una fina cobija celeste.

Las personas coreaban su nombre y gritaban eufóricos,estaban ebrios.

Recordaba haber escuchado gritos,los gritos de una madre lamentando la muerte de una hija;y por un momento deseo ser la chica que murió,no por querer morir en sí,sino por que la madre estaba ahí;sufriendo con ella y,en su momento,compartiendo su último suspiro.

–¿Otra botella?– Preguntaba Larry.

Había muerte en el aire,había vuelto a pensar la chica.

Era curioso,no sentía lástima por la señora que perdió a su hija;suficiente lástima se tenía a sí misma,no sentía miedo por su madre,no en ese entonces.

Su madre era de oro,nada podía con esa mujer,estaba segura.

–Claro–.Contestaba la rubia,tomando entre sus manos aquella botella fría.

Había visto salir a Giselle junto al doctor y esperó a que su madre hablara.

Su boca se secó de repente,tenía tanta sed.
En ese momento la cerveza se veía como un oasis en el desierto.

Al ver que su madre se negaba a hablar,miró al doctor de manera suplicante.

Un largo y placentero sorbo pasó por su garganta,nuevamente,volvía a empezar.

Lo sabía.

Quemaba,el alcohól quemaba en su garganta,pero le gustaba.

Lo sabía pero no lo quería ver.No aún.Era momento de quitarse la venda.

Reía y reía con los demás,dando sorbos a su cerveza.

Y lo dijo.El doctor habló.

Trago,tras trago.

Giselle ni siquiera la miraba a los ojos.

Botella,tras botella.

Por que en cuanto el doctor habló,Elizabeth supo que no podía odiarla,era su madre.

Risa,tras risa.

Y le dolía,la quería.

Lizie perdía,Alice ganaba.

Por que Giselle tenía cáncer de pulmón.

Y entre tragos,botellas y risas;tanto Alice como Lizie,olvidaron.

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