Capítulo I: Planes

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Julio, 2018, tres años después del adiós. 

Araulee

Ver a una amiga llorar es probablemente una de las situaciones más incómodas y desesperante que puedan existir.

O al menos eso es lo que yo pienso pues, contraria a mí, Maggie están tan enojada que podría romper algo en cualquier momento.

—No puedo creer que él te hiciera esto —gruñó Maggie yendo de un lado al otro—. ¡A ti, precisamente! Si eres un pastelito de leche: suculento e inocente.

Presley, desde su cama, gimoteó.

—¿Podrías ir y romperle el cuello? —pidió entre el llanto. Toda la máscara de pestañas dejando marcas oscuras en sus sonrojadas mejillas.

—¡Claro que sí! —accedió la otra.

Suspiré decidiendo que era mi momento de intervenir y dejé el libro que sostenía en mis manos en la mesita más cercana.

—No, nada de romper cuellos —dije.

Maggie se sentó en un puff totalmente frustrada. Yo tomé una toallita húmeda y me acerqué al lugar de Presley, tomando su rostro para limpiar el desastre provocado por el maquillaje corrido.

—Puedo entender cómo te sientes ahora —señalé con voz suave recordando todas las rupturas amorosas propias—. Él es un imbécil. No merece tus lágrimas.

Sus bonitos ojos verdes se encontraban enrojecidos y me rompía el corazón verla así.

—Lo sé —dijo con la voz ronca—. No estoy llorando por él. Lo hago porque no puedo creer que pudo verme la cara de estúpida tanto tiempo.

—El orgullo herido, ya sabes —agregó Maggie a mi espalda.

Asentí comprensiva.

—Entonces, ¿cuál es el plan? —pregunté con la certeza de que había uno.

Maggie rió.

—Viajar a Miami —respondió.

Se hizo un silenció que duró al menos un minuto.

—¿Qué? —solté incrédula.

—Pues sí. El plan "recuperemos el corazón de Presley" tiene su sede allí, así que preparen esos bikinis, chicas —Maggie se acercó a nosotras de nuevo y nos tomó de las manos—. ¡Nos vamos a la ciudad del sol!

Ambas se embarcaron entonces en hablar de planes mientras yo me limitaba a observarlas.

Maggie y Presley eran mis compañeras de facultad, de piso y, por consiguiente, mis mejores amigas. Éramos absolutamente inseparables.

A Presley, una castaña con hermosos ojos verdes, la conocí primero. Era mi primer día de clase como universitaria y derramé una taza de café con leche sobre sus apuntes en la mesa que, por pura coincidencia, compartíamos. Yo me disculpé miles de veces y ella rompió en risas para luego decirme que había hecho exactamente lo mismo media hora antes. Nos hicimos siamesas desde entonces.

Después, al año siguiente, llegó Maggie. Ella era una cubanoamericana explosiva. Con largo cabello rizado y ojos mieles podía tener el mundo a sus pies. De hecho, una vez, Pres había confesado que se sentía opacada por ella, provocando la risa burlona de Maggie diciéndole que esos ojos color oliva no tenían competencia.

Las tres estudiábamos Turismo en la Universidad Estatal Montclair, situada en Clifton, Nueva Jersey. El estado que ha sido mi hogar desde hace tres años, después de dejar mi natal Hesperia.

Maggie y yo compartíamos eso. Ella había dejado a su familia en Florida, alegando que necesitaba un respiro dejos de la cuna protectora de sus padres, quienes eran inmigrantes cubanos. Y yo, por mi parte, había venido con mis padres. Terminé mi secundaria en una escuela en Trenton, capital del Estado, pero me sentía absolutamente perdida después de eso. No sabía que estudiar, no me sentía feliz, así que hice un sorteo con los condados de Nueva Jersey y cuando salió el condado
Passaic, no dudé ni un minuto en viajar y establecerme allí, sola. Fui difícil encontrarme, pues no sólo dejé una casa en California, allí había dejado mi corazón. Se lo conté a Presley meses después de conocerla, así que sabía toda la historia. Ella, por su parte, era nativa de allí, así que no tuvo mayor problema en adaptarse.

Maggie saltó lejos de la cama y salió de la habitación, provocando que volviera de mis recuerdos.

—Sé lo que estás pensando —dijo Pres mirándome a los ojos. Estaba mucho más calmada.

—No sabía que leías mentes —bromee riendo por lo bajo. Ella no me imitó.

—No, en serio —dijo jugueteando con el anillo de su dedo anular—. No tenemos que ir si no quieres.

Suspiré bajando la vista.

—Quiero ir —admití—. Es solo que no me esperaba eso. De todas formas, pienso que nos serviría para explorar nuevas ciudades. El semestre acaba de terminar, pero nunca es un mal plan seguir conociendo.

Ella asintió insegura.

—Tienes razón, pero debía asegurarme que estabas bien con la idea —susurró en vista de que Maggie rondaba por el pasillo con maletas vacías. Ella no sabía de mi historia—. No me perdonaría que la pasaras mal.

Sonreí.

—Gracias —murmuré—. Igual, ¿qué probabilidad hay de que siga ahí? Quizás está en otra parte.

Presley arqueó una ceja.

—Lo supieras si te animaras a crearte redes sociales —dijo como un reproche. Yo rodé los ojos.

—No empieces —pedí levantándome de la cama—. Eso ya es tema zanjado.

Ella hizo un puchero y me despedí cerrando la puerta antes de que me tratara de convencer —por milésima vez— que me uniera al mundo 2.0.

En el pasillo había al menos tres maletas de colores fluorescentes y de tamaño gigante impidiendo el paso y Maggie tarareaba una canción, echando prendas en el interior de ellas.

—No sabes lo emocionada que me siento al saber que por fin les podré mostrar un pedacito de mí —dijo ella dándome la espalda—. Acabo de reservar los vuelos, así que más te vale no echarte atrás.

—Oh, tranquila, no lo haré —dije acercándome para ayudarla a guardar su ropa—. La verdad es que me entusiasma bastante este viaje. Tenemos playas aquí, pero oye, sé que probablemente las de Miami son otra onda.

Ella me miró a los ojos con una sonrisa brillante.

—Quita el probablemente y tendrás una gran verdad —bromeó y nos reímos juntas—. La pasaremos tan bien, Ara.

Yo dudaba de las cosas la mayoría del tiempo, pero por alguna razón, le creí.

Hasta verte otra vez [Joel Pimentel] #HDA2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora