Capítulo XI: Presentaciones

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Araulee

El olor de la chaqueta de Joel es todo lo que mis sentidos pueden procesar en estos momentos mientras cruzo el umbral de la puerta. La casa de los padres de Magg se encuentra en la silenciosa penumbra.

Obtengo una botella de agua de la cocina antes de dirigirme a la habitación que estoy ocupando durante estas vacaciones tratando de hacer el menor ruido posible.

Vacaciones. ¿Quién podría haberme advertido que esto pasaría durante este viaje?

Sintiéndome todavía en las nubes, me recuesto en la cama y miro el techo. No estaría aquí si no fuera porque soy lo suficientemente necia como para llevarle la contraria a Joel, quien me insistió una decena de veces que me quedara junto a ellos en el hotel. Me negué en todo momento, con un nudo nervioso en mi estómago.

Una sonrisa se desliza por mis labios al recordar nuestra plática, tantas cosas que nos contamos y las que aún faltan por contar. Estoy segura de que nuestra amistad no es la misma que hace años atrás, pero al menos podemos estar en ese punto donde tenemos y sentimos la misma confianza de siempre.

Aprieto el material de la chaqueta azul marino e inhalo el olor exquisito, al tiempo que una sombra se acerca desde la puerta.

Presley se recuesta a mi lado y me mira de costado, esperando.

—Pensé que estabas dormida —digo con voz amortiguada.

—Mi curiosidad es más grande que el cansancio, chica —dice chasqueando los dedos. Sonrío—. Ahora bien, ¿qué pasó?

—La pregunta es: ¿qué no pasó? —respondo después de un suspiro.

—Oh —Aún en la oscuridad, puedo ver cómo sus ojos se amplían—. ¡Eso no me lo esperaba! Pero tampoco puedo decir que estoy sorprendida. ¿Viste a Joel, verdad?

—Sí —contesto—. Y lo más importante es que pudo evitar que saliera corriendo como una asustadiza rata de alcantarilla.

—Muy bien, como que me agrada el chico —admite y me río en voz baja, ella también sonríe—. ¿Qué más pasó? No me agrada que estés hablando a medias, me hace tener que analizar y leer entre líneas.

—No me pasó algo extraordinario, considerando las circunstancias —digo sentándome y apoyando la espalda sobre el cabecero de la cama—. Fue raro durante los primeros minutos, pero después... nos soltamos, hablamos durante horas sobre qué había sido de nuestras vidas durante este tiempo. Él tenía cosas más emocionantes que decir, claramente.

—¿Por qué lo dices? —pregunta—. No me digas que se casó.

Sacudo la cabeza, sintiéndome extrañamente aliviada de que, de hecho, no hay nada de eso alrededor de la vida de Joel. Que yo sepa.

—¿Recuerdas que te conté que él se había marchado a un concurso? —Espero hasta verla asentir para continuar—. Ganó. Y ahora es como... parte de una agrupación que famosa.

Presley hace un movimiento brusco y se estira para encender la lámpara en la mesita de noche. Después, se concentra en mis ojos.

—¿Estás hablando en serio?

Hago un sonido estrangulado.

—Sí, completamente.

—Vaya —dice—. ¿Y dices que sigue siendo el mismo?

Ladeo la cabeza hacia la ventana, desde aquí puedo ver las palmeras que rodean una playa cercana. Se mecen con suavidad debido a la brisa.

—De alguna manera lo sigue siendo —susurro—. Es ese mismo chico que conocí, mucho más suelto y guapo.

Hasta verte otra vez [Joel Pimentel] #HDA2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora