Capítulo XXIV: La premiación

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Araulee

Empujé a Joel contra la pared.

Una sonrisa socarrona se deslizó por sus labios.

—¿Dónde quedó eso de "Joel, pórtate bien que se nos va a hacer tarde"? —preguntó en un tono de burla mientras apretaba sus manos en mis caderas.

Besé la comisura de su boca antes de responder.

—Pensé que ya te habías dado cuenta de que a veces digo cosas sin sentido. —dije con la voz entrecortada.

Lo cierto es que estábamos a punto de romper con el protocolo establecido, pero es que robar estos minutos se hizo necesario en cuanto lo vi. Llevaba un traje negro. Es decir, todo de negro. Desde la chaqueta, la camisa, pasando por los pantalones hasta llegar a sus zapatos. Y estaba como para comérselo.

Trazó un camino de besos por mi cuello y la piel de mis brazos se erizó ante el contacto. Mis ojos se cerraron y ladee la cabeza para dejarle más espacio.

—Hueles bien. —susurró sobre mi piel sensible.

—Lo mismo digo. —respondí ahogada en la sensación tan agradable en la que estaba inmersa.

Salté cuando alguien pasó por nuestro escondite diciendo mi nombre. Era hora de irse.

—Espero que las siguientes horas pasen rápido —dije haciendo un esfuerzo sobrehumano al separarme—. Será una tortura tenerte tan cerca sin poder siquiera mirarte demasiado.

Se rió soltándome. Peiné un poco sus rulos sin poder dejar de tocarlo un segundo.

—Se pasará rápido, ya verás —Me aseguró. Miró más allá de mis hombros hacia el vestíbulo—. Ahora ve, te están esperando. Nos vemos en el after.

Salí de aquel rincón oscuro sin tener la suficiente convicción de hacerlo, pero no podía hacer nada más. Enseguida una chica me interceptó y me llevó a una camioneta estacionada ante la fila que había visto más temprano. Y sí, aún quedaban algunas personas alrededor de las instalaciones del hotel, pero no eran demasiadas.

—¿Ara?

Me giré con confusión antes de subir al vehículo y me topé con la figura de una persona que no esperaba ver esta noche. Una sonrisa se tambaleó en mis labios.

—Señora Patricia...

No me dio tiempo de decir nada más, ya que ambas nos fundimos en un abrazo que sabía a reencuentro y felicidad.

—Joel no me dijo que estarías aquí. —confesó todavía sin soltarme.

—Ni a mí —dije—. Supongo que su intención era esta: sorprendernos.

Nos reímos separándonos y me quedé unos segundos mirándola fijamente. Tenía puesto un vestido negro con detalles en lentejuelas acompañado de un elegante chal y su largo cabello negro liso con sutiles ondas en las puntas. Estaba más hermosa de lo que la recordaba. E igual de dulce.

Ella también me hizo un rápido escaneo ignorando que la chica del staff estaba a nuestro lado instando a que entráramos de una vez por todas a la camioneta.

—Estás muy linda, Ara —Elogió. Abrió su bolso y me tendió una toallita—, pero ten, ya se te ha corrido el labial.

La chica a nuestro lado arqueó una ceja y un tanto avergonzadas, nos acomodamos en el asiento trasero. Yo me encontraba apenada por dos motivos muy diferentes.

Me sorprendí al ver que solo éramos nosotras dos y el chofer, por alguna razón pensé que iríamos varias personas en el mismo coche. Sin embargo, cuando apenas llevábamos unos minutos en la carretera, el auto se desvió hacia una vivienda.

Hasta verte otra vez [Joel Pimentel] #HDA2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora