Joel
De acuerdo, justo ahora tengo unas inmensas ganas de que alguien me pellizque para asegurarme de que esto no es un sueño. Y con esto me refiero a tener a Araulee a menos de diez metros después de tres años donde no supe si aún se encontraba con vida.
La extrañé y la odié a partes iguales durante ese periodo de tiempo. Me pregunté el día de mi audición si acaso ella estaba viéndome desde alguna parte lo nervioso que estaba, si celebró conmigo mi selección o si votó por mí alguna vez durante el concurso. Ahora que estaba aquí y dado lo ocurrido los últimos dos días, estaba ya al corriente de las respuestas a esas preguntas.
No, no había hecho ninguna de las anteriores. Pero se trataba de Araulee, no podía pedirle demasiado a la chica que corría en sentido contrario cuando un problema se atravesaba en su camino, y yo era un problema para ella. Lo sabía. Quizás no el tipo de problema netamente negativo, pero mis sentimientos la aterrorizaron años atrás. A mí también, no iba a engañarme. Ella era la primera chica que rompía mis esquemas y seguía siéndolo.
Traté de no verla directamente en la prueba de sonido para no ser demasiado obvio, pero se sentía estupendo tenerla allí, a pesar de que representa unos cuantos riesgos. Como por ejemplo, los rumores acerca de quién es ella.
Una de las cosas menos agradables de ésta nueva vida, era precisamente eso. Parecía que debíamos rendir cuentas acerca de todo lo que hacíamos —o no— a nuestro público y eso era un poco... asfixiante.
Tuvimos suerte la noche anterior de que no había nadie alrededor cuando entramos al hotel o estoy seguro de que se hubiese convertido en un gran drama, de todas maneras, ya había recibido las advertencias correspondientes de parte de mis superiores y debía tener más cuidado para no llamar la atención de la fans más suspicaces.
—Bueno, Joel, me tienes hablando durante cinco minutos sola —La voz de Araulee me trae de regreso desde la tierra de mis pensamientos—. ¿Quieres contarme qué es lo que te está preocupando?
La miré mientras se detenía en medio de la arena. Decidimos que antes de la presentación de ésta noche diéramos un paseo por la playa y justo eso estábamos haciendo. El sirope de su helado de limón estaba derritiéndose en sus dedos.
—Hay muchas cosas por las que preocuparse —admití retomando la caminata. La playa estaba medianamente llena y el atardecer estaba empezando a tintar el cielo—. Como por ejemplo, que ésta misma noche nos marchamos a Chile y no sé cuándo volveré a verte.
Eso la hizo guardar silencio unos minutos y se concentró en mirar el vaivén de las olas.
—Vale, no lo había querido pensar demasiado —dijo finalmente mirándome de reojo—. A mí todavía me quedan dos días aquí junto a mis amigas, pero después volveré a mi lugar en NJ. Sin embargo, existe FaceTime.
La última frase la acompañó con una sonrisa bromista que borró parte de mis inquietudes.
Nos sentamos en la arena mientras ella terminaba su helado y aproveché para mirarla fijamente. Al principio, cuando vi que ya no era castaña, me chocó un poco porque —honestamente— su cabello castaño era una de las cosas que más me agradaban en ella, pero debía aceptar que se veía bien. Cambiamos un montón durante estos años, pero aún seguíamos siendo nosotros de alguna manera.
—Te busqué muchas veces en las redes sociales —declaré. Ella giró su cabeza para verme. Los mechones de cabello golpeando su cara—, pero no había ni rastro.
Ella sonrió sin mostrar los dientes.
—Lo sé, yo estuve a punto de hacer lo mismo muchas veces, pero ya me conoces —dijo. Asentí—. Soy una cobarde empedernida. De todos modos, como que ya me está entrando la curiosidad acerca de lo que se encuentra en ese mundo 2.0.
Aparté la mirada hacia el horizonte. El sol se despedía desde allí.
—Encuentras la mitad de la verdad —medité—. A veces ni siquiera eso.
Estuvimos allí sentados en silencio por lo que pareció horas, hasta que el pitido de mi teléfono nos indicó que debíamos volver. Haríamos una parada en el hotel para sacarnos la arena y cambiarnos de ropa antes de ir a dar el show.
Por supuesto, Ara se negó a acompañarme, de tal manera que la vería cuando ya estuviera allí.
—Prométeme que no vas a desaparecer —Le pedí antes de que nos separáramos.
—No lo haré —concedió mirándome a los ojos—. Estaré allí en la primera fila.
—No, no me refiero a ésta noche nada más —enfaticé—. Me refiero a después de esto.
Araulee tomó una respiración profunda antes de responder.
—Joel —empezó—. Ya he perdido la cuenta de las veces que he escuchado esa frase durante este par de días. Ya comprendí que cometí un error al desaparecer de esa manera porque ya no me crees cuando te digo que no lo haré de nuevo, pero debes confiar en mí.
Llegados a este punto, sabía que ella tenía razón, de modo que asentí y ella me regaló una de esas sonrisas naturales que tanto me gustaban.
—Te veo más tarde —dije.
Y después la vi alejarse.
Mientras terminaba de arreglarme, Zabdiel entró en el camerino con un vaso de alguna bebida y me miró fijamente. Tras minutos sin decir nada, decidí preguntarle qué le ocurría.
—Estoy buscando señales —respondió él sin dejar de morder la pajilla.
Fruncí el ceño ajuntándome la chaqueta en el espejo.
—¿Señales de qué?
Él subió y bajó las cejas a través del reflejo.
—De enamoramiento.
Rodé los ojos con fingido fastidio, pero la sonrisa que se me escapó me delató por completo.
—No sé de qué estás hablando —dije frotando el pantalón contra el rodillo quitapelusas—. Araulee es sólo una amiga, ya se los dije.
—Sí —El meneó la cabeza con una sonrisa socarrona bailando en sus labios—. Y yo nunca la nombré, pero aún así, tu mente inmediatamente la evocó al mencionar el tema.
Salió corriendo de la habitación y sus carcajadas pude escucharlas desde el pasillo.
Lo odiaba por dar justo en el clavo.
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Hasta verte otra vez [Joel Pimentel] #HDA2
Hayran Kurgu[SIN EDITAR] Cuando las vidas de Araulee y Joel coincidieron, las circunstancias no eran las más propicias para ello, por lo que luego de tres años de haberse dado un estrepitoso adiós, tal parece que el destino conspira para que este par se vuelva...