Capítulo VI: Miradas interrogantes

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Araulee

De todas las discotecas que existían en Miami, precisamente nos veníamos a encontrar nosotros dos en una sola. Así, sin buscarnos.

Yo no podía despegar la vista de él como si tratara de algún tipo de espanto, hasta el mareo que sentía por el alcohol había desaparecido del todo.

Tal parece que sintió el peso de mi mirada, puesto que desvió los ojos de Chris y me miró. No puedo explicar con palabras lo que eso significó. Era como si nos estuviéramos viendo por primera vez.

Claro que, eso tendría sentido considerando que, definitivamente, ese no era el Joel que yo conocía. No era para nada el chico del que me había despedido en marzo del 2015. Porque, de ninguna manera, ese Joel no habría aparecido con semejante mujerón al lado.

La chica en cuestión era de buena estatura, morena y con lindos ojos mieles. Christopher la saludó alegremente mientras Joel y yo seguíamos petrificados mirándonos uno al otro y comprendí que entonces pertenecía a su círculo.

La Araulee del pasado no tomaba buenas decisiones, por lo que ésta Araulee tampoco lo hacía, así que, ¿sabes que hice? Corrí escaleras abajo. Corrí en mis tacones altísimos como si un demonio me estuviera persiguiendo. Cuando llegué al piso inferior, del que no tenía por qué haber salido, busqué con urgencia a algunas de las chicas antes de echarme a llorar en plena pista de baile. Dios mío, era tan patética.

Capté el brillo de un vestido entre la masa de cuerpos y me dirigí hasta él, convencida de que se trataba de Maggie, quien miraba a su alrededor. Escuchaba a alguien llamarme detrás de mí, pero mi objetivo estaba al frente y no paré hasta que pude llegar con algo de dificultad.

—¡Magg! —grité agitando los brazos. Ella giró en mi dirección y un fugaz brillo de alivio cubrió sus ojos.

—¡¿Dónde estas?! ¡Estábamos como locas buscándote!

Me jaló para acercarnos y detrás de ella se encontraba una despeinada Presley.

—¡Menos mal estás bien! Casi quedo calva de la preocupación —dijo ella. Me miró a los ojos y estuve segura de que notó que algo me pasaba—. ¿Qué sucedió?

—Necesito salir de aquí —rogué entonces.

Ambas asintieron, pero en cuanto estábamos cerca de la salida, sentí un nuevo jalón en mi brazo. Asustada, voltee a ver de quien se trataba y en cierto modo me consoló saber que se trataba de Christopher, que me miraba con ojos interrogantes.

Pobre, seguro pensaba que estaba loca.

—¿Te irás sin dejarme tu número, siquiera? —preguntó, ésta vez arqueando una de sus cejas.

Sopesé mi respuesta sabiendo que ya Chris no era tan inofensivo considerando que conocía a Joel, pero aún así saqué del bolso minúsculo de Magg el pintalabios que me pertenecía y marqué unos dígitos en el brazo tatuado del chico.

Su mirada se turnó entre el pintalabios en su brazo y mi cara. Al final, sonrió.

—Hablamos después, Christopher.

Y salí de allí con mi par de amigas que seguro quería coserme a preguntas.

(...)

El olor a café estaba provocándome más ganas de vomitar que nada. Además, tal parece que Presley había decidido echarle cinco tazas de café y sólo una de agua durante la preparación. Estaba tan oscuro como el petróleo.

—Ay —Se quejó Magg sobre el sillón de la salita. Su brazo estaba sobre los ojos—. Puedo jurar que hay algo que retumba en mi cabeza todavía.

Presley se encogió de hombros mientras soplaba su intento de café. Se veía graciosa ahora con su pijama celeste con bordados de nubes, pues su atuendo nocturno era todo lo opuesto.

—Yo siento lo mismo, de hecho, puedo escuchar todavía la voz chillona de la chica que bailó a nuestra par en la tercera disco —añadió con un tono monótono—. Si yo tuviera esa voz de pito créanme que no cantaría jamás.

Me reí por lo bajo. Siempre que salíamos juntas llegaba ésta parte donde descosíamos todo lo que ocurrió y podría decir que era mi parte favorita.

Saqué la tacita del microondas cuanto esté pitó y me senté a comer las sobras de la pasta deliciosa que había preparado el día anterior Yaneth.

—¿Cómo puedes estar comiendo? —cuestionó Magg levantándose del sillón—. ¡De paso algo tan pesado como la pasta! Creo que voy a vomitar.

—Procura hacerlo lejos de la alfombra o tu madre te matará y a nosotras nos vetará para siempre —dije con tranquilidad. La comida sabía incluso mejor, tal parecía que todos los sabores se habían concentrado más.

Presley lanzó una mirada sospechosa hacia mí.

—Hablando de vetar, ¿en dónde demonios te metiste anoche? —preguntó y casi me atraganto.

—Estuve en el baño —respondí. Magg llegó a nuestro lado—. No encontré en la planta donde estábamos, así que subí.

—¿Tanto rato? —inquirió ésta vez Magg.

Me sentí como en una sala de interrogatorio. De hecho hasta empecé a sudar frío.

Yo me negaba a mentirles, pero temía que si les hablaba de lo que había sucedido con Christopher, se enteraran también de lo de Joel.

Y aunque Presley estaba al corriente de mi historia, Maggie no. No quería hacer sentir mal a Magg, pero es que simplemente no había encontrado el momento para hablar —de nuevo— sobre ese tema tan delicado sin echarme a llorar como una colegiala.

—Es que me distraje hablando con alguien —murmuré dejando el tenedor en la tacita a medio comer.

—Y ese alguien es el chico del pintalabios —dedujo Presley. Una sonrisa traviesa apareció en su rostro—. Estaba bastante guapo, debo admitir que hasta a mí me derritió la manera en la que te vio cuando le escribiste tu número en su brazo.

—¡Eso estuvo súper cool, Ara! —elogió Magg guiándome un ojo—. Espero que se una a nuestro plan ésta noche.

Presley y yo nos quejamos al unísono.

—Claramente tu objetivo es que caigamos en un coma etílico, ¿no? —dijo ella. Maggie sacudió su mano con fastidio.

—Anoche era nuestra inauguración —aclaró sobándose la sienes—. Los demás pueden ser planes tranquilos, sin alcohol de por medio. Además, te recuerdo que la idea del vodka fue de Araulee.

Presley me miró y yo sonreí con inocencia.

«Necesito hablar contigo» articulé sin voz en cuanto Maggie se dirigió hacia la nevera.

Ella frunció el ceño y asintió.

Sí, en serio necesitaba hablar con ella.


Hasta verte otra vez [Joel Pimentel] #HDA2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora