Maratón 1/3
Cuando llego el lunes por la mañana, Yoandri no dejaba de mirarme con aquella sonrisa complaciente.
—¿Entonces...?—inquirio, alzando una ceja. Una sonrisa bailaba en sus labios,
—¿Entonces?—repeti, funciendo el ceño confundido.
—¡No te hagas el tonto!, ¿Qué paso con Seung cuando desaparecieron?—pregunto mirándome fijamente.
—Nada—dije, porque era cierto.—Solo charlamos un poco.
—¡Oh vamos!, El chico estaba que moria por llamar tu atención mientras bailaban. Queria que no miraras a nadie mas. Tiene que haber pasado algo mas que una simple charla.—se quejo, cruzándose de brazos mientras caminábamos rumbo a nuestros respectivos salones de clases.
Yo lo mire, exasperado antes de decir—Sabes que no estoy listo para una relación, ¿De verdad esperabas que algo mas pasara?
Yoandri suspiro pesadamente.—No. Realmente no esperaba que pasara nada mas.
Yo mire mis pies mientras caminaba. —En realidad no salimos para charlar. No lo planee, quiero decir...—un suspiro se apodero de mi garganta antes de que pudiera detenerlo—, yo solo necesitaba poner distancia entre Joel, su novio y yo...
—Ivan dice que no es su novio—dijo Yoyo, suavemente.
—Ivan puede decir mil cosas, pero pude notar como el lo miraba. El quiere algo con el y, ¿honestamente?, no creo que pase mucho tiempo antes de que Joel note de lo que se esta perdiendo.—dije, amargamente.
—Pero el te ama a ti—susurro Yoandri. No me atrevi a mirarlo. Podia reconocer el tono herido en su voz. El creyo que Joel y yo terminaríamos juntos de nuevo, pero yo lo veía cada vez mas lejos.
—No me ama, Yoyo...—murmure intentando ocultar el dolor de mi voz.—Si Joel me amara como dice hacerlo, no le importarían mis peticiones de estar solo. Habria ido a buscarme a mi casa. El sabe donde vivo. ¿Y el que es lo que ha hecho?, llenarme la bandeja de entrada del celular con mensajes de texto. ¿A mi de que me sirve eso?, ¿De que me sirve que le grite al mundo que me ama si no hace nada por tenerme a su lado una vez mas?
Con cada palabra que decía, el coraje se apoderaba de mi pecho. Un nudo se instalo con fuerza en mi garganta, pero me obligue a tragarlo—¿Qué haría Ivan si lo mandaras a la mierda, Yoandri?—inquirí con rudeza.
El hablo en voz tan baja que apenas lo escuche—Iria a mi casa y no se marcharia hasta hablar conmigo.
Asentí—¿Lo ves?, Ahí lo tienes.
Antes de que Yoandri fuera capaz de decir algo mas, yo hice mi camino hasta mi aula. Estaba cansado de hablar de Joel. Estaba cansado de sentirme agobiado. Estaba cansado de sentirme dolido. Estaba cansado de que mi vida girara entorno a un chico que ni siquiera sabría reconocerme ni aunque me tuviera frente a el.
Cuando las clases terminaron me dirigi a la biblioteca de la escuela comenzar a hacer un trabajo sobre la literatura francesa. Tome un par de libros que necesitaba y me arrincone en mi mesa favorita antes de disponerme a recabar toda la información que pudiera. Odiaba los trabajos que me dejaba el profesor Sivan, eran el tipo de hombres que buscaban hacerte trabajar el alma en un proyecto que solo podrias hacer con información de una biblioteca. Los textos que pedia eran tan antiguos y anticuados que no había nada en internet acerca de ellos.
Comence a leer y tomar notas. Marcando las paginas y capítulos que fotocopiaria para releer en casa. Cuando termine, me apresure a guardar mis cosas y salir de la biblioteca toda velocidad. Necesitaba ayudar a mi madre en la tienda.
Camine por el estacionamiento a toda velocidad, de pronto, el claxon de un auto me hizo detenerme en seco. Los frenos de una enorme camioneta chillaron mientras se detenia a escasos centímetros de mi.
Senti como la sangre se drenaba de mi cuerpo y apreté mis manos en puños. El coraje crepitaba de mi cuerpo y el horror de haber estado a punto de ser atropellado me hizo querer echarme a llorar y gritarle al idiota que casi me mata.
La puerta se abrió de golpe y yo hable antes de procesar lo que estaba a punto de hacer.
—¡¿Eres idiota acaso?!—chille. Mi voz salio temblorosa por la adrenalina.
De pronto, me congele, Joel Pimentel me miraba con angustia.—¡Lo siento!, ¡Lo siento mucho!, ¡No te vi!, ¡De verdad, los siento!
Mi boca se abrió para replicar, pero no encontré palabras. Estaba delante de la única persona que había sido capaz de detener mi corazón y acelerarlo al mismo tiempo. Estaba frente al único chico al que había amado y el ni siquiera sabia quien era yo.