VI

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En Desembarco del Rey todos los ojos de la Fortaleza Roja se centraban en Aenar. "El nuevo señor del Valle", decían en cuchicheos los pedantes nobles en los pasillos enrojecidos o en los jardines floridos. Todos gozaban viendo como el nuevo halcón volaba entre sus redes, Aenar sabía que se preguntaban cómo enredarlo y hacerlo caer. Las mujeres las que más. El joven ándalo ya había recibido varias invitaciones a veladas e, incluso, había encontrado mensajes en sus propios aposentos. Aenar estaba asqueado tras un mes en esa inmunda ciudad.

Todos se estaban preparando para el torneo del Rey. Aenar se había vestido con las mejores galas que pudo comprar con el oro que el Rey Robert le había dado. Un traje azul y una capa color plata con un halcón tejido con hilo dorado.

Aenar se sentó en las gradas, cerca de lord Stark y sus primas.

Renly Baratheon se batió contra La Montaña. Cuándo este último descabalgó al hermano del Rey todos los presentes quedaron atónitos al escucharse un sonoro y silbante clack, pero por suerte solo se había roto un trozo de las astas del yelmo. Aenar lo agradeció, desde que llegó a la capital solo había podido entablar conversaciones agradables con pocos, Renly Baratheon estaba entre esos pocos.

Tras varios combates La Montaña volvió a presentar su lanza ante el Rey. Aenar tenía pánico a esa bestia, algo le decía que por muy bien que supiese empuñar la espada ser Gregor Clegane le aplastaría como a un halcón sin alas. Sí, Aenar compadecía al contrincante del occidental: Ser Hugh del Valle; El antiguo escudero del padre de Aenar.

La liza duró poco. Una sola embestida. La negruzca armadura de La Montaña y su lanza de torneo contra la mano débil y la coraza reluciente de ser Hugh. Duró poco, ciertamente. Una sola embestida y ser Hugh estaba en el suelo, con una astilla incrustada en la tráquea.

El grito de Sansa fue superior al de todos los demás. Aenar le sostuvo el brazo y escondió las cabezas de las dos chicas en su pecho. Sansa era demasiado inocente y Arya demasiado joven. No debían ver eso.

Cuándo retiraron el cadáver de Hugh una voz se coló detrás de ellos.

-¿Nunca os han contado la historia de la Montaña y el Perro? Una bella historia de amor fraternal. Sandor era solo un cachorro cuándo su hermano lo encontró frente a la chimenea jugando con un caballito de madera, un juguete de Gregor. La Montaña tomó la cabeza de su hermano y la metió entre las brasas ardientes.

-No...no lo contaremos a nadie- Juró Sansa, sosteniendo el brazo de su primo.

-¡No! Por favor, mi señora. Si el perro llega a enterarse de que la cuentas...ni todos los caballeros de Desembarco del Rey podrían salvarte.

Aenar viró la cabeza. Lord Baelish sonreía con ironía. Tenía los ojos de color gris verdoso, una barba puntiaguda en el mentón y hebras de cabellos grises que corrían por su cabello oscuro. Aenar había oído hablar de él, especialmente en temas en relación con lady Arryn.

-Mi señor, es un honor conoceros y tenéis mi más sentido pésame por la muerte de vuestro padre.

-Gracias- Dijo Aenar, circunspecto.

-Espero que vuestra madre esté bien, somos amigos muy allegados desde temprana edad.

Aenar se levantó, recogiendo su capa plateada al tiempo.

-Bien sabéis que no sé de mi madre, señor. Disculpadme.

El chico se alejó de la zona del torneo.

Se topó con tres caballeros.

Uno era un anciano gordinflón pero fuerte, con un canoso pelo blanco; Otra era un hombre adulto con el pelo negro y cortas hebras plateadas; El tercero apenas tendría veinte años, también de pelo azabache recogido en un moño. Todos ellos vestían armaduras de bronce con runas talladas en el metal.

As High As HonorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora