VIII

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Altojardín:

Myna caminaba alegremente por los hermosos pasillos del castillo de su familia. Las paredes de piedra lívida estaban decoradas con hermosos tapices verdes y dorados, espadas, escudos y estandartes con la rosa en flor tan dorada como la riqueza que germinaba de los campos del Dominio.

La joven Tyrell entró en uno de los pequeños salones del palacio que estaba camino a sus aposentos.

Una mano jaló de su brazo y arrastró a la bella dama hasta detrás de una columna.
Myna rió levemente.

— ¡Sois un descuidado! — Regañó Myna con un leve susurro mientras pasaba la tersa mano sobre la escasa barba de su prometido.

Dickon era un chico alto, muy alto. Casi le sacaba una cabeza a Myna. Tenía los ojos como las aguas del Mander y unos músculos grandes y desarrollados.

— No hay nada malo en lo que hacemos — Dickon acarició la mejilla rojiza de su amor — En unos meses estaremos casados, seremos uno por siempre y podré arrinconaros en cada recoveco de este castillo. Siempre

— ¡¿Hacemos?! — Myna negó con la cabeza — ¿Quién ha sido el que me ha arrinconado contra una columna sin previo aviso?

— Soy tu Florian y tú eres mi Joanquil. Myna. Myna, te amo tanto...

La Tyrell sonrió. Así era y así debía ser. Su padre había concertado su boda desde que los dos tenían apenad diez años. Al principio Myna odiaba a Dickon: Le ponía flores en la melena castaña, le quitaba los calzones y corrían durante horas por los prados dorados y verdes de Altojardín. Ahora, cada vez que podían, se escabullían tras una columna o se escondían en una habitación para besarse y acariciarse.

— Dickon, yo...

—¡Lady Myna! — Ser Arryk, uno de los guardias de su abuela les observaba, con la cabeza baja desde el otro lado del pasillo — Vuestra abuela, mi señora, espera vuestra presencia en las terrazas del sur.

— Por supuesto, en seguida ser Arryk.

Myna recogió su falda para ir junto al caballero pero Dickon la sostuvo de la muñeca.

— Te espero esta noche junto a los Tres Cantores...te quiero.

La doncella asintió y el caballero la guió hasta la presencia de su abuela.

Lady Olenna estaba sentada en una silla sobre la hierva y a su alrededor varias doncellas nobles charlaban con ella, cantaban y bordaban felizmente.

La anciana dama alzó sus hundidos ojos, tornando las frías cuencas hasta el rostro de su nieta.

Sonrió.

— Mi florecita bienamada —Olenna hizo un ademán con ambas manos — Marchaos queridas, dejadme con Myna. Bien, cariño, tengo una noticia que darte ¡Una noticia perfecta!

Myna se sentó sobre el prado mientras todos los demás se iban.

— Eres la menor de todos tus hermanos y Margaery ya está comprometida con Renly Baratheon. Aunque montar a un ciervo es algo arriesgado para alguien como el...botarate de tu padre.

— ¡Abuela!

— Shh — Olenna alzó una mano y tomó el pelo negro de su nieta entre los huesudos dedos y la piel arrugada — Mi hermosa rosa escarlata...tú también podrías hacer más, mucho más. Comprometerte con ese muchacho Tarly...en mi opinión fue una tontería. Tienes tanto potencial, cariño. Tanta belleza...

— Abuela, quiero a Dickon. Comprometernos ha sido la mejor noticia que he tenido en toda mi vida.

Lady Olenna tornó las cejas espesas y lívidas hacia su bella nieta que la miraba con sus ojos azules. Pobre niña.

As High As HonorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora