XII- El mártir, el apóstol y el peregrino

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Ante sus desgracias, me vi capaz de mostrar las mías

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Ante sus desgracias, me vi capaz de mostrar las mías. Aunque rápidamente desperté de la ensoñación. Me levanté y lo miré. Por su expresión aterrada, supuse que no tenía una buena cara.

–Olvídate de lo que te acabo de decir, es una estupidez –fui hasta él, con un miedo atroz que manipulaba mi cuerpo a su voluntad. Ahora mismo, quería retroceder y darme un puñetazo en la cara antes de hablar sin pensar–. Como le digas a alguien-...

–¡No! –gritó interrumpiéndome. Sorprendido, no entendí a qué diablos venía–, no se lo diré a nadie y... –sus ojos se movieron de un lado a otro, barriendo el suelo nerviosos–, ta-tampoco te tienes que preocupar, Kirishima-san... no te juzgaré –los ojos cristalinos se clavaron tímidos en los míos. Tan solo fueron unos segundos antes de que apartara la vista, pero pude comprobar que estaba siendo sincero.

Solté de repente todo el aire acumulado en mis pulmones.

Por un momento había olvidado la desesperación de Bakugō. Era tan grande que incluso a un fenómeno como yo le daría cobijo en sus brazos por simplemente no estar solo.

Al pasar los minutos y no decir nada, me sonrió un poco. Ahora era él el que intentaba consolarme de manera penosa. Increíble, a que nivel me había rebajado.

Me froté la nuca y me senté a su lado de la cama.

–No sé por qué te lo he dicho, pero mantente callado, no es algo fácil para mi... –gruñí al notar que se acercaba y prestaba total atención–, joder, que me costaba cerrar la boca... –parecía tan feliz que incluso se podría interpretar que se alegraba por mis lamentos. Si no fuera por lo penoso que era, ya le habría dado una paliza y me habría ido corriendo. Pero justo esa lástima lo hacía confiable... o eso quería creer.

Salió de la cama aun tapado por las mantas, como si fueran una capa. Fue hasta el armario y lo abrió, rebuscando algo. No sabía que estaba haciendo.

Callado, escuché como murmuraba y seguía a lo suyo.

–¡Lo encontré! –se puso recto con algo entre las manos que no pude ver, ya que me daba la espalda. Se giró hacía mí y escondió lo que sea que tuviera detrás–. Nunca he tenido muchos ya que mi madre es alérgica a los ácaros del polvo, y... b-bueno, se acumulan en ellos, pero me gustaría que lo tuvieras, es especial para mí –y entonces por fin me lo enseñó.

Un peluche. Era un maldito peluche.

Un dragón azul claro con cara de bobo. Sus ojos redondeados lo hacían ver adorable, y su barriga y alas eran de otro color más oscuro. Dos pequeños cuernos sobresalían de su cabeza, justo al lado de dos orejas que parecían más de hámster que de... bueno, daba igual realmente.

–¿Me lo estas regalando?

–Sí... –siguió con el peluche en las manos, dispuesto a entregármelo.

【Inverted】- PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora