1: Lo siento.

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   Un día. Un día todo esto habrá pasado. No, no era así. O al menos era algo parecido. Me lo dijo mi padre, sonriéndome, en aquella cama de hospital, dándome fuerzas, convenciéndome de que no habría ningún problema. Pero no fue así. Al día siguiente él ya no estaba en el hospital. Ya no estaba en el mundo. Ya no está ahora, lo busque dónde lo busque. Ya no está. Mi padre me dijo alguna vez: "El Alzheimer tiene un lado positivo: cada día tienes la sensación de hacer un montón de nuevos amigos".

   Cada día. Sí, mi padre me hizo comprender la importancia del "cada día". Cada día es distinto, es único aunque a veces nosotros no lo valoramos.

   Vivimos de manera tan distraída que es como si ese día no nos pareciese importante. Sin embargo, un día puede hacer que todo cambie. Hoy por ejemplo, siento que es un día importante.

   "Tengo que hablar contigo".

   Cuando había abierto el movil está mañana sólo me había escrito eso. Nada de "buenos días, cariño", ni "buenos díaaaaaaas" como a veces me escribe Sho con su entusiasmo. Sho es Shoto, mi novia. Hace un año que salimos juntos y hoy es su cumpleaños. Cumple veinte. Ahí está, he visto su coche, un Mini azul oscuro último modelo, el viejo vintage que ahora está tan de moda, ese que "sólo" cuesta cuarenta mil euros, pero bueno, ella puede permitírselo. Está aparcado en el pequeño parque de la plaza.

   Shoto está sentada en un banco, hojea el periódico de prisa y nunca acabo de saber si con esa manera de pasar páginas puede leer o entender algo, pero ella es un poco así. Su cabello largo le cae por delante del rostro. Está sentada en el respaldo del banco y apoya sus largas piernas dónde lo natural sería sentarse. Pero nada me parece natural en ella. Sin embargo, todavía me gusta como el primer día, incluso más.
   - ¡Sho!- la llamo.

   Me busca, después me ve a lo lejos, entonces levanta la barbilla como diciendo "Sí, ya te he visto". Cierra el periódico, lo dobla y lo deja sobre el banco. Pero no sonríe.
  
  - ¡Hola! ¡Muchas felicidades, cariño!
  
   Nos damos un beso rápido. Demasiado rápido para mí, ella se aparta enseguida. Está distante.
   - Toma... es tu regalo- Sho parece asombrada.

   Shoto lo saca de la bolsa, en silencio, sin mirarme. Quizá esté enfadada porque en vez de enviarle un mensaje anoche, justo después de las doce, lo he hecho esta mañana. Sin embargo, a lo mejor sólo es una impresión mía. Ahora se apresura. Quita todo el papel. Ya está, lo abre, sonrié, pero es un instante.
  
   - ¿Te gusta?
  
   Se echa el Moncler sobre los hombros pero no dice nada.
  
   - Es el modelo deportivo, es muy ligero. Pruébatelo, a ver si te está bien.
  
   Se lo pone, le va perfecto.
  
   - A ver cómo quedas con las manos en los bolsillos.

   Como me imaginaba, mete primero la derecha y en seguida encuentra el pequeño paquete. Lo saca, le da vueltas entre las manos, lo mira como si nunca hubiera visto nada igual pero no sonríe, no levanta la cabeza, no me mira. Y yo permanezco en silencio. Entonces comienza a desenvolverlo despacio, se queda mirándolo sin decir nada. Lo que le he regalado es una tontería, pero lo he hecho aposta. Una bola de nieve con un muñeco de nieve que sostiene un cartel que pone te quiero. Nunca he sido capaz de decírselo.

    Una vez estuve a punto de gritárselo. Estábamos debajo de su casa y ella de repente se dio cuenta.
  
   - ¿Qué pasa? ¿Qué ocurre?- me preguntó.
  
   - Nada- le contesté, "nada". No lo dije, no me atreví. Ya hace un año que salimos juntos y no he podido decírselo ni una sola vez.

   Shoto coge la bola y le da vueltas, la sacude un poco. La nieve del interior cae sobre el muñeco y ella empieza a llorar en silencio. Grandes lágrimas le caen lentamente y se queda así, con la cabeza gacha, y aunque quedan escondidas por el pelo, yo las veo. Se deslizan una tras otra por las mejillas, le tiemblan los labios, no dice nada, tiene las manos pegadas al cuerpo. Me siento fatal, notó ese inmenso disgusto de cuando provocas un dolor a alguien, y encima a alguien a quién nunca habrías querido causárselo.
  
   - Oye, que es una broma, era para hacerte reír, éste no es el regalo de verdad.
  
   Sonrío, busco en vano las palabras, pero no sirve de nada.
  
   - ¡Mira, mira en el otro bolsillo!- me parece que es la única solución.

   Sho mete la otra mano en el bolsillo izquierdo y saca otro paquete. Es pequeño y lleva el nombre de una joyería. Pero ella sigue sin sonreír. Retira el papel, luego abre el estuche.
  
   - Son de los colores de tus ojos.

   Mira los pendientes azules y grises. Vuelve a cerrar el estuche y por fin levanta el rostro. Es la primera vez que me mira desde que ha abierto los regalos. Y yo la observó buscando desesperadamente una sonrisa. Se seca los labios con el dorso de la mano. Después lo mete todo en la bolsa. Me mira por última vez y finalmente esboza una sonrisa, aunque parece que esté dibujada a medias.
 
  - Lo siento...

   Y se va. Y entonces, en ese instante, recuerdo perfectamente la fase: "Llora, medita y vive; un día lejano, cuando estés en la cumbre de tu futuro, este feroz huracán te parecerá una nubecilla."

   Eso es, ésa fue la última frase de mi padre. Con esa frase él me dejó. Hoy en cambio, sé ha ido Shoto. Quizá sólo sea un momento, quizá cambie de idea, quizá esté enfadada porque no le mandé un mensaje ayer a medianoche. O quizá sea que no está enfadada, sino que es felíz y que quizá incluso tiene a otro. Todo es un quizá. Sólo una cosa es segura, o mejor dicho, dos: estoy hecho polvo. La otra es que ella no me ha dejado ninguna frase, sólo me ha dicho "Lo siento...". Y se ha marchado así.
  

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N/A: Bueno aquí os traigo otra historia (experimentando géneros, en este caso Deku fem🤔), algo sencillo e inocente, es un poco "comedia/romántica" . Espero que os guste. Gracias...😊
  

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