8. Pronto.

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Los edificios en ruinas no eran sus edificios favoritos, definitivamente.

Giotto arrugó la nariz con disguto, Tsuna dormía recostado en su hombro desde hace una hora cosa que agradecía, para el tiempo que llevaban de conocerse ya el niño le había vomitado tres veces, lo había meado unas dos y había cambiado un pañal lleno de caca. No estaba muy seguro de si la paternidad era lo suyo, pero era hacerlo o arriesgarse a que Reborn dejase abandonado al pequeño en aquel barrio.

—¿A dónde vamos?

—No lo sé, pero esta es la dirección que Aria te ha dejado —suspiró—. Tengo una idea de dónde puede ser, pero me niego a creer que esa diva haya vivido por aquí.

—A todo esto, estoy curiosos —lo miró intrigado—. ¿Realmente es tu hijo? ¿Dónde conociste a su madre?

—En el bar de Colonello, era una bailarina —rodó los ojos—. Y no, no es mi hijo, nos conocimos hace tres meses, en realidad.

—¿En serio?

—No estoy seguro —confesó—. Me refiero al tiempo que la conozco, sobre el niño estoy más que seguro. No voy por la vida dejando niños sin padre.

—Pero eres un casanova.

—Sé cuidarme.

—Los condones se rompen y hay mujeres que no se protegen —señaló, Reborn lo miró de reojo—. ¡No es que me haya pasado, no me mires como si fuera idiota!

—¿No lo eres?

—Ugh, lo que intento decir es que... —calló un momento— Bah, no importa. Si no eres el padre, ¿cómo has acabado con el niño?

—También quisiera saberlo... —estacionó el coche y miró horrorizado el edificio frente a ellos— Saldré ahora, cuida del auto y de Tsunayoshi.

—¿Te preocupas por él?

—Lambo me matará si le pasa algo.

—¿Tienes miedo de él?

—Ni de chiste —abrió la puerta—. Sólo quiero evitar conflictos.

—Sí, claro...

Rodó los ojos.

Sin más que decir, el asesino salió y cerró la puerta. Se dirigió a paso tranquilo hacia la entrada de aquel maltrecho motel, si bien le preocupaba su auto, no podía decir que realmente estuviera en peligro de ser robado.

Era Reborn, mundialmente conocido y respetado a pesar de su corta edad.

El mejor asesino, el más inteligente de los matemáticos...

Señor Perfecto, así deberían llamarle desde ahora.

—¿Puedo ayudarlo en algo? —la recepcionista lo miró aburrida, era una señora mayor de cabello canoso y dientes amarillos— Es raro ver a un hombre fino venir por aquí.

—Vengo por Nana.

—Ah... La zorra —bufó—. Por supuesto que sí, no es el primero, pero definitivamente es el más guapo.

—Halagador —sonrió—, pero no conseguirá nada, señora. He venido por esa mujer, tenemos negocios pendientes.

—¿Pago por adelantado? —rodó los ojos— Esa zorra ha huido con el dinero de muchos, señor, no está aquí.

—¿Sabe a dónde a ido?

—Una mujer vino por ella la última vez —comentó desinteresada—. No tenía idea de que esa zorra tenía tales inclinaciones, pero por lo menos se ha ido.

Small MiracleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora