12. Planes.

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Pesaba...

¿Qué demonios pesaba?

Tenía miedo de abrir los ojos.

¿Por qué se quedó dormido? ¿Acaso era idiota?

Sí, lo era.

Y le gustaba un mujeriego...

Por Dios.

Abrió los ojos.

Lambo dejó de respirar, el rostro de Reborn se encontraba a escasos centímetros del suyo y el asesino dormía. Miró hacia abajo, hacia su cintura, el brazo de su compañero de cama descansaba ahí.

Su corazón se aceleró, no sabía si era por los nervios o porque realmente había dejado de respirar.

Se giró dándole la espalda y cuidando no despertarlo.

Exhaló.

—En serio —murmuró para sí mismo, asustado por cómo estaban resultando las cosas—. ¿Cómo ha...?

—Lambo...

Calló.

Se tensó.

Miró a Reborn de reojo, seguía dormido y fruncía el ceño.

—¿Qué...?

—Hmm...

Raro.

Muy, muy, muy raro.

Miró hacia el brazo en su cintura, se calmó.

Bien.

Cabeza fría.

Aquello era una consecuencia de dormir juntos, suspiró. Reborn era un mujeriego, un completo patán, no se sorprendería de saber que en realidad usaba a las mujeres para dormir como un bebé. Quizá no sólo tenían sexo y ya, tal vez dormían juntos en aquella cama y estaba acostumbrado a abrazar a sus compañeras.

Sus amigas sexuales o como quisiera llamarlas.

Miró la pared.

¿Qué debería hacer?

Estaba molesto, demasiado para recién haber despertado, pero no tenía el derecho de reclamar. Había decidido rendirse cuando el año inició, no había caso en aferrarse a un imposible y una situación como esa jamás volvería a pasar.

Era un chico, Reborn no era gay y si lo fuera no se fijaría en él.

Colocó sus manos sobre aquella que descansaba en su abdomen y cerró los ojos, un nuevo suspiró escapó de sus labios y quiso dormir.

La mano del asesino se movió.

Se tensó.

¿Podría ser...?

Se quedó quieto.

El brazo que le rodeaba desapareció y agradeció estar de espaldas a él, se mantuvo con los ojos cerrados, esperando que Reborn decidiera irse para volver a dormir.

En realidad, se sentía demasiado cansado para vivir...

¿Quizás estaba deprimido? Bueno, había comenzando el día recordando lo imposible de su amor así que...

—¿Estás dormido? —no respondió— Supongo que sí.

Espero.

Espero.

Siguió esperando...

Y no pasó nada.

Reborn no parecía tener intenciones de irse y el cansancio lo traicionó, pero estaba demasiaco incómodo para fingir que despertaba.

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