10. Compañía.

731 92 5
                                    

No era bienvenida.

Y el infierno que no era bienvenida.

Giotto suspiró.

Lambo no dejaba de mirarla desde que Reborn se mostró vagamente interesado en ella, desde que los encontró en el pasillo discutiendo cosas en voz baja.

Y Lavina se iba a quedar con ellos esa noche.

—¿Por qué?

—Porque es mi puta casa y se queda quien yo quiera que se quede —rodó los ojos—. ¿Por qué debo darte explicaciones?

—Porque yo también vivo aquí.

—Desde ayer y hasta mañana, ¿lo olvidas? —bostezó— Nunca fuiste invitado a mi casa.

—Tenemos un niño.

—No lo digas como si fuera nuestro hijo —frunció el ceño—. ¿Qué eres, mi esposa?

—Jamás querría serlo —farfulló furioso—. Eres el hombre más asqueroso que he conocido.

—Y he de suponer que conoces muchos, ¿no? —lo miró aburrido— Con eso de que todos se mueren por ti, si yo soy escoria tú también.

—No sé a qué te refieres.

Reborn bebió de su taza de café, decidido a ignorarlo mientras se dirigía a su habitación.

Lavina silbó sorprendida, Giotto acunó a Tsuna agradecido de que se durmiera temprano, Lambo se derrumbó en el sofá.

—Menudo pareja están hechos —se mofó, para disgusto de su amigo—. ¿Hace cuánto están casados, Lambo? No me lo dijiste.

—No es gracioso —miró a la mujer, quien bebía una taza de té—. ¿Por qué tienes que quedarte? ¿No tienes casa?

—La tengo —admitió indiferente—. Ha sido ese asesino el que no quiere que me aleje.

—En serio...

—Le interesa lo que tengo por decir, niño —sonrió—. No soy yo, es la información que no le doy.

—Dásela y vete.

—Me gutaría hacerlo, pero no puedo —suspiró—. Por cierto, ¿dónde dormiré?

—Sobre eso...

—En la habitación de Lambo, con el niño —Reborn regresó, taza vacía y mal humor, señaló a Tsuna—. Ese niño, ¿entendido? Se te dan bien los bebés.

—Bueno, tengo un hijo.

—Excelente.

—¡¿Cómo que mi habitación?!

—Cierto, mi error —asintió—. La habitación que la vaca idiota ocupa, pertenece a mi sobrina, pero ella no ha venido a verme porque es muy joven.

Indignación pura.

Giotto suspiró nuevamente, menudos ataques de celos se venían a tener. Todo era culpa de G, lo peor del caso es que Lambo había quedado de verlo al día siguiente, en el departamento de Reborn mientras ellos estaban fuera.

Y de ahí el pésimo humor.

Lavina siguió bebiendo de su taza, atenta a lo que sucedía.

—¡No me refería a...! Bueno, no importa, no hay caso en razonar contigo —suspiró—. Si ella dormirá allí, ¿a dónde debo ir?

—Vete a un hotel, no tengo habitaciones disponibles para ti.

—Reborn...

—No te preocupes, Lambo —sonrió el rubio, el chico miró al bebé en sus brazos—. Ya que Tsuna no dormirá conmigo, tengo espacio para t...

Small MiracleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora