Kapitel 4: sår (herida)

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Florencia había corrido ya las cuatro cuadras que la separaban del parque.

Había entrado a la florería, dio vuelta el cartel para que se viera que estaba abierto y se sentó detrás del mostrador, analizando lo que había pasado.

El corazón le palpitaba a mil por hora, por la corrida, la situación y el miedo.

Florencia estaba aterrada.

La situación con la chica del banco, como solía llamarla la había sobrepasado.

Ella la tenía muy presente en sus pensamientos, dado que siempre que tomaba un descanso en la florería, desde ya hace un par de semanas, se sentaba en el mismo árbol a pensar, o más bien esperar, mientras la veía.

A veces venía junto a un libro, otras junto a su guitarra o su ukelele, y se deleitaba escuchando a su ángel cantar, mientras disfrutaba de la suave brisa de primavera...

Pero ahora la "situación" con la chica del banco, había tomado otro rumbo distinto a la de "admiradora" que estaba teniendo.

Aquel calorcito en el pecho no le pasó desapercibido a Flor, y esos ojos le desnudaron el alma completamente.

Nunca la habían mirado así.

Ella estaba acostumbrada a otra clase de mirada, y la chica pelirroja la descolocaba, pero a la vez intrigaba de sobremanera ya que le generaban un sinfín de sensaciones contradictorias.

¿Quién era esa chica?¿Cómo es que podía ser tan hermosa?¿Cómo es que en lugar de mandarla a la mierda, como le dictaba su primer impulso, le dijo que estaba prohibido tirar basura?¡Que estaba prohibido!

-¡Mjhh!¡Boluda que soy!- se reprendió a sí misma, o mejor dicho, sus tics lo hicieron por ella.

Pero Flor no debía permitirse acercarse a ella ni a ninguna otra chica.

Flor no podía volver a enamorarse.

Flor no quería volver a ser lastimada.

Flor no deseaba volver a vivir en la oscuridad.

Por eso huyó, corriendo, dejando el alma en esas cuadras que la separaban de su local, su lugar, en el que se sentía segura, capaz de afrontar las consecuencias de su vuelta a su ciudad natal, luego de estar casi cinco años en París, y otros dos recorriendo Europa, tratando de curar su corazón roto...

** Perdoname Flor, pero no va a poder ser**

Y ella volvía a sus recuerdos.

**Florcita, ya lo hablamos, no nos pueden ver**

Siempre esos ojos, tan singulares, se colaban en su mente.

**Debo pensar en mi familia**

Y a Flor el corazón le ardía de impotencia por no superarlo del todo.

** Perdón**

-¡Mjhh!¡Ñá!- pero otros recuerdos vinieron a su mente, esos que le perturbaban hasta la médula.

**Más te vale que ni se te ocurra **

Y Flor tembló en su sitio.

**No me hagas enojar, rarita**

Empezó a llorar, no podía detener esos pensamientos.

**Te dije que te mantuvieras alejada ¡no me provoqués!¡pendeja!**

Las lágrimas ya eran incontrolables.

**Hola, ¿señorita Florencia Estrella?**

-¡Ñaa! ¡Mjhmm!- y se daba cachetadas.

**Hubo un incendio en su casa**

-¡Ñaaa! ¡Raba dañina! ¡Falo metiche! ¡Forros!- Sus tics estaban fuera de control.

**Te advertí que no nos provocaras ¡asesina!**

Y Flor, se tiró al piso, arrastrando consigo unos cuantos papeles y macetas.

Se mantuvo en su sitio, por al menos unos diez minutos, hecha una miseria.

-Permiso, ¿Se puede?- preguntó una voz que ingresaba al local, una que Flor reconocería a mil kilómetros de distancia- Estoy buscando unos jazmi...- entonces la vio a Florencia tirada en el suelo y fue corriendo a su auxilio.

-¿Pero qué fue lo que te pasó?- le decía mientras la tomaba en brazos hasta que sus miradas cruzaron.

Los ojos café de Flor, se toparon con la mirada mixta de la intrusa, esa que era avellana de un lado y esmeralda por el otro, capaz de desnudarla completamente y sin ningún pudor.

-¡Mjhh!¡Soy una basura!¡Una rata!¡Mjhmm!- seguía repitiendo Flor entre sus brazos.

-No, no, no Florcita, por favor no digas eso...- la mujer mayor, pese a su sorpresa por encontrarla en una florería de Buenos Aires, se iba angustiando poco a poco.

-¡Ñá!-cachetada-¡ñá!-repitió- para la tercera, la mujer de larga cabellera azabache la había detenido, como tantas otras veces: con un beso.


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