Corría el año 1952 cuando Ann y su hermana mayor Bianca, se trasladaron a París, la ciudad más cercana a su diminuto pueblo y la ciudad francesa con más posibilidades para una mujer como Ann, cuya única virtud notable, era coser.
En aquella época, París era una mina de dinero gracias a los lujos que se podían ver a través de los escaparates de las numerosas boutiques; en aquella época París era una mina gracias a la alta costura y a la calidad de sus telas, joyas y todo lo relacionado con el mundo de la moda y la belleza de una nueva mujer ajena a las preocupaciones de la Segunda Guerra Mundial, como la mujer de a penas diez años atrás.
Era un mundo demasiado superficial, sí, pero Ann se aprovecharía de ello siendo costurera en una pequeña boutique alejada del bullicio de una ciudad como aquella, o al menos así se lo mostró Louis en una carta.
Louis era el novio de casi toda la vida de Bianca, el cual se trasladó a París un mes antes para buscar, junto con un compañero suyo, una casa de alquiler y trabajo para Ann y para él mismo.
Bianca se encargaría de llevar la casa aunque corrieran el riesgo de que quemara el piso con solo encender los fogones.
A pesar de ser ella la mayor y por tanto la que más tendría que saber sobre los quehaceres como una buena mujer de 1956, Bianca era una completa inútil que solo tenía la cabeza para peinarse.
Sin embargo Ann y Bianca (las cuales con personalidades totalmente opuestas), siempre se llevaron bien y nunca se cortaron a la hora de darse un abrazo o un simple beso a pesar de sus continuos enfrentamientos.
Louis por otro lado era el completo tonto enamorado que a Bianca, una mujer despampanante y simpática, siempre le sobró.
***
Ann miraba por la ventana del autobús esperando ver aunque sea un pequeño trozo de la ciudad donde vivirían.
El viaje desde su pueblo hasta París se le hacía eterno, y no precisamente por la falta de emoción, sino por la suerte que corría teniendo a su hermana al lado de ella, repitiendo continuamente que estaba cansada y que olía mal, cosa completamente lógica en un autobús que transportaba al menos a treinta personas. Una cantidad considerable comparándola con la escasa amplitud del vehículo.
Cuando al fin ambas quedaron calladas y algo más relajadas en sus asientos, Ann la miró con mala cara al comprobar que de nuevo, su hermana se miraba a un pequeño espejo colocando cada pelo en su sitio y revisando que su maquillaje estaba intacto.
— Se perfectamente que venimos a París a trabajar.— Decía Bianca mientras guardaba el espejo en su bolso al percatarse de la simpática mirada de Ann.—pero... ¿y si me encuentro con algún famoso como Clark Gable?-Continuó diciendo Bianca mientras a Ann le daban escalofríos con solo ver la sonrisa de perturbada que le salía a su hermana mayor al pronunciar su última frase.
—Los famosos del cine no están en París, están en Holliwood.—Respondió Ann con poca paciencia.
A pesar de todo, Ann siempre envidió la figura de su hermana, llena de curvas y gracia, no como ella; era flaca y con las curvas justas. No se podía decir que era fea, al contrario, cada vez que se ponía algo de maquillaje era mucho más guapa que su hermana con cien quilos de éste. Pero ese era el problema, que ella no se ponía maquillaje porque simplemente, no le gustaba.
—¿Y tú que sabes si hay algún famoso de Holliwood en París?
—Bianca, solo vamos a París a trabajar, no a ningún rodaje de ninguna película ni nada por el estilo...—Dijo sin ánimos de seguir con la conversación.
Cuando desvió la mirada de los ojos de Bianca, contempló muy de lejos, edificios altos para lo que estaba acostumbrada a ver.
Ni se le pasó por la cabeza el pensar que era un simple pueblo más de los muchos que había visto, solo se aferró a la idea de que por fin era París.
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La otra cara de los sueños
Romance1952. París, moda, lujos, dinero, glamour... y Ann, totalmente enamora de la persona menos adecuada. Louis; el novio de su hermana mayor. Cuando se mudó a París junto a su hermana, jamás se hubiera imaginado su asombroso destino, rodeada de lo q...