LA ESCLAVITUD. Esclavos.

1.1K 15 0
                                    

Manu Sibango nos llevó a uno de los barracones. No había nadie. Todos estaban en los campos. Nos preguntó si teníamos hambre y le dijimos que sí. Su tono era adusto, cansino, pero en apariencia amable. Fue una bienvenida dulce. Anunció que nos iba a pedir que nos preparasen algo especial, un foutou. Ieobá Bayabei abrió los ojos y me miró con un amago de sonrisa en su cara. Cuando vio mi semblante ensombrecido frunció el ceño. Al irse Manu Sibango, quiso saber qué me sucedía. 

-¿No lo comprendes? -le dije-. No es más que una comida. Es nuestro amo, y nosotros sus esclavos. Ha pagado por los dos, ¡Vamos a trabajar para él, como los muchachos que vimos mientras llegábamos hasta aquí!

-¡No!

-Ieobá Bayabei, ¿qué es lo que esperas? ¡Somos esclavos!

-Es un trabajo, ¡un trabajo! Duadi Dialabou se lo dijo a mis padres. Trabajaré y tendré una educación, y un día regresare a mi pueblo para...

-¡Nunca regresaremos a casa!

Se le llenaron los ojos de lágrimas. El año que nos llevábamos de diferencia, a veces, se convertía en un abismo. Era un niño que se empeñaba en creer, a pesar de todo, esa era su fuente de esperanza. Yo me había vuelto realista desde la muerte de mi madre, realista al ser vendido por mi padre, al ser azotado por la vara, al ver a los niños de la estación, al ver cómo Zippo vendía a la niña o abandonaba a los otros dos. Realista.

-¿Por qué has venido hasta aquí? -gimió Ieobá Bayabei.

-¡No sabía adónde nos llevaban, ni por qué! ¡Pero ahora lo sé! ¡Y ahora sí puedo escapar!

-¿Escapar? ¡Eres un loco! ¡Ni siquiera sabes dónde estás!

-Hemos llegado hasta aquí, ¿no? Pues igual habrá camino de vuelta.

-Kalil Mtube...

Regresaba Manu Sibango, con su paso cansino y perezoso. Dijo que nos traerían en seguida el foutou y que, mientras, nos daría las primeras instrucciones, recomendaciones, orientaciones.... Se sentó delante de nosotros en cuclillas.

-Escuchadme bien, porque no voy a repetirlo una segunda vez -advirtió  apuntándonos con el dedo-. sois trabajadores. Estáis en mi plantación de cacao. No es una plantación grande, y yo no soy un hombre rico. Pero soy justo. Vuestro padre os ha encomendado al intermediario que os ha traído hasta mi. Trabajareis de sol a sol, sin descanso, como hombres que sois. Y si no es así, aquí os curtiréis y pronto llegareis a serlo. Una vez al año, cuando yo venda las cosechas y compruebe si ha habido beneficios, os pagaré por vuestro trabajo. El primer año, de los 150 dólares que habréis ganado aproximadamente, os descontare lo que he dado por vosotros. El segundo año y los siguientes que estáis aquí, tendréis ya vuestro sueldo integro. Ésta es vuestra casa -abarco el barracon con ambas manos-, comeréis dos veces al dia. Es una buena vida, digna y decente para quien quiera aprovecharla. Pero no pongáis a prueba mi paciencia -su tono se hizo seco y su gesto adusto-. Si pensáis en escapar, sabed que no lograreis sobrevivir ahí fuera. Y aunque lo hicierais, yo tengo una motocicleta y os atraparía. Siempre correré más. Cuando cojo a quien quiere huir, lo entierro hasta el cuello dos días la primera vez, tres la segunda, y ya no hay más, porque al tercer día muere. Aprended las normas y vuestra vida será una buena vida -era el fin de la larga perorata-. ¿De acuerdo?

Ieobá Bayabei asintió con la cabeza.

-¿Y tú? -me miró a mí.

Tardé demasiado en responder.

Manu Sibango se dio cuenta.

-Sí -mustié.

-Hoy descansad. Habréis tenido un largo viaje. Mañana os diré el resto.

Se puso en pie. La comida llegaba en ese momento. La traía una niña de unos diez años que miraba al suelo para no tropezar, pues tenía solo un ojo sano. Eran dos cuencos de madera sucia y el foutou no daba la impresión de ser muy exquisito. Pero era comida, y estábamos hambrientos.

Tenía que comer antes de escapar de allí.

-Bebed de la charca -dijo nuestro amo antes de irse.

-------

- Foutou. Plato Nacional de Costa de Marfil, a base de plátano, en una versión, y de ñame en la otra. Se sirve acompañado de carne o pescado.

La piel de la memoria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora