Carta de presentación.

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No es normal comenzar una novela con una carta del autor. Una novela suele ser -casi siempre- algo lúcido, un entretenimiento, un placer de los sentidos, aunque también nos ayude a pensar, a reflexionar, y a conocer el mundo en que vivimos tanto como a nosotros mismo a través de los sentimientos que nos despierta. En este caso, la carta es sólo un puntuación en voz alta, y una aclaración para quien decida sumergirse en esta historia.

Durante mís treinta años de viajero he visto muchos niños y niñas viviendo en situaciones precarias en los cinco continentes, niños vendidos y esclavizados en Asia y en países africanos, niños víctimas de religiones absolutistas y casados a la fuerza, niños en campos de refugiados en Hong Kong, niños desprovistos de su identidad en Tíbet, niños y más niños que, cuando me hablaban, lo primero que me transmitían era su inocencia.

La misma inocencia he querido dejar patente en esta obra.

La piel de la memoria no es un exhaustivo reflejo de la situación en África, sino un ejemplo de lo que es la esclavitud en el mundo actual y, más concretamente, en un punto de nuestro planeta tierra. Tampoco pretende ser un auto de fe o un documentado texto sobre usos y costumbres, religiones y modos de vida en la tierra que describo. Mi única intención ha sido mostrar a través de los ojos de un niño que no sabe nada, porque nadie le ha enseñado, lo que percibe de una situación dramática que se inicia cuando su padre le vende y se ve arrancado de su hogar y obligado a trabajar brutalmente. En mís viajes, siempre que he hablado con niños o niñas, he visto en sus ojos esa inocencia pura e incontaminada. Y esa es la inocencia que he querido preservar en mi protagonista. Él nos cuenta la historia, su historia, y lo hace en primera persona desde la ignorancia. Poner en sus palabras o sus pensamientos reflexiones ajenas a su realidad habría sido falsear la verdad. Por lo tanto, esta novela no es un tratado social, político, religioso o económico en torno a un mundo, sino la voz transparentes de uno de los tantos protagonistas del horror humano.

Así es como he querido transmitirlo.

El título lo he tomado de una experiencia que tuve en Medellín -Colombia- en la que intentaban convertir lo cotidiano en arte público. Un autobús recorría el barrio de Antioquia -más conocido hoy como Trinidad- recogiendo objetos de sus habitantes; pero objetos con historia, la historia y los recuerdos de sus protagonistas. Me pareció un hermoso nombre y decido 'tomarlo prestado' para esta novela.

La piel de la memoria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora