Capitulo 12

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Amanda

- ¿vas a salir ? - pregunte viéndolo vistiendo una traje a la medida.

Asintió en mi dirección, sin mirarme.

Ya hacia dos dias que estábamos en París.
Íker salía muy temprano y llegaba en la madrugada, oliendo a alcohol y perfume de mujer. Incluso había encontrado una de sus camisas con labial en el cuello. Era un cerdo.

- si, iremos a una fiesta esta noche, pasaré por ti a las siete y más te vale comportarte.- dijo saliendo de la habitación.

Íker había vuelto a ser el mismo de siempre. Se comportaba frío y distante conmigo.

Todo cambio cuando en nuestra noche de bodas, después de un intenso encuentro, lo dejé con las ganas en el baño.

No podía estar con él de esa forma, sabía que para mi iba a significar demaciado y no iba a poder superarlo en el futuro, por eso hui del baño esa noche, de la misma forma que venía haciendo en la preparatoria cuando él y sus amigos habían apostado.

Me había prometido a mi misma no dejar que llegara más lejos y que después el me desechara como basura. No soy tan tonta.

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Salí del hotel sintiéndome libre al fin, sabía que no podía reclamarle nada a Íker, nuestro matrimonio era sólo por apariencia y yo estaba bien con eso.
Intentaba que no me afectará que el estuviera con cuánta mujer se le atravesará en el camino.
Sólo esperaba que fuera discreto y no ser la burla de todos.

Recorrí las calles, fui a El Louvre uno de los museos más grandes que vi en mi vida, también fui a a los Campos Elíseos. Camine por las calles, las tiendas a medida que avanzaba eran más lujosas.

Entre en una sintiéndome extraña, nunca había entrado en una tienda tan cara, pero tenía que conseguir el vestido para esta noche.

Después de probarme unos cuantos vestidos me decidí por uno rojo de seda con la espalda al descubierto era perfecto, no mire el precio sólo le di la tarjeta que Íker me había dejado.
Compre también zapatos y salí rumbo al hotel. Tenia que estar lista para las  siete y ya eran las cinco y media de la tarde.

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- Señora en que puedo ayudarla - dijo la chica detrás del mostrador del hotel.

- Necesito una estilista, ¿crees que puedas conseguirme una, por favor ?

- Claro señora  en unos minutos la mandó a su habitación - dijo

- gracias, me salvaste - le dije, dedicándole mi mejor sonrisa.

Subí a la habitación y me metí en la ducha.
Salí envuelta en una bata, estaba agotada de la caminata de hoy.
Había una mujer de unos cuarenta años  parada en el tocador arreglado algunas cosas de las que trajo para peinarme.

- Hola - saludé a la mujer

- vine en cuanto me avisaron - murmuró- empezamos

- gracias por venir - conteste asintiendo.

Me recogió el cabello en lo alto de lo cabeza dejando algunos mechones sueltos a los lados de mi cara.

- ¿ quieres que te maquille ? - pregunto educadamente

- si por favor- conteste agradecida

Una vez que tuve mi maquillaje y mi pelo listo. Despedí a la mujer agradeciendole nuevamente.

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Decidí sentarme a esperar a Iker, ya eran las ocho de la noche y el no llegaba, lo llamé un par de veces a su teléfono pero nunca contestó.

Que se suponía que tenía que hacer, no podía esperarlo por siempre.
Estaba muerta de hambre.

Baje al restaurante del hotel, no sin antes pasar por la recepción y comunicarle que si Íker aparecía le avisaran que estaba esperándolo en el restaurant.

Pedí mi comida, estuve mirando mi teléfono por si Íker se dignaba a aparecer pero nada, no había rastro de el. Desistí de llamarlo, no quería ganarme sus insultos y falta de control. Podia ser un jodido idiota cuando se lo proponía.


Mirando a mi alrededor a las parejas enamoradas que venían a cenar, maldije para mis adentros porque me había casado con una persona tan fría que ni siquiera tenía la gentileza de cenar conmigo, no le importaba, eso lo entendía, era horrible estar en este lugar sola, con tantas personas felices.



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Termine  de cenar y subí a la habitación.
Íker me había dejado plantada. Me mire en el espejo por última vez, desvistiendome. Me puse un pijama, un short y una camiseta, tomé  la netbook y busque una aerolínea que tuviera un volteo disponible.

Comencé a armar la maleta, decidí que lo mejor era volver. No podía seguir con esto.

Volvería a casa y hablaría con un abogado para tramitar el divorcio.

Esto resultó ser una locura, sólo esperaba que el no llegará antes de las diez de la mañana. Mi vuelo salía a al mediodía y no quería encontrarlo y que me detuviera. El era capaz de todo con tal de tener lo que se proponía.

Con Una Condición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora