Capítulo Dos

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POV Aquim:
Megan... ¡Estúpido! ¡Eso es lo que soy! Se fue y la dejé ir. La verdad es que quería besarla desde hace tiempo, no logro explicarme ni a mí mismo el por qué, solo diré que siento atracción por ella. ¡Lo sé, lo sé, lo sé! No debí besarla a la fuerza, pero ¿qué quieren que haga? Era el momento perfecto para besarla.
A parte no puedo dejar de pensar en el chico popular que gusta de ella, no puedo dejarle juntarse con populares ¡Son mala influencia!

—¡Aquim! —Me grita Carlos. —¿Qué diablos ha pasado? Nos dices de una vez o ¿quieres que te roguemos? —Todos me miraban impacientes.

—Perdón. —Dije bajando la mirada. —Es que yo... la... besé... —Titubeé.

¡¿QUÉÉÉÉÉÉ?! —Gritaron todos.

—¿Por qué? —Preguntó Angela.

—Sólo quería saber... —Empecé a hablar, pero Angela me interrumpió.

—Idiota. —Masculló y rodó los ojos.

—¿Te gusta Megan? —Inquirió Kamila.

—¿Qué? —Susurré.

—Ese es mi amigo. —Me palmeó la espalda Carlos.

—¿Y qué dijo ella? —Preguntó Cristina.

—Con razón que se molestó. —Rió Alejandra.

¡DIOS! —Grité desesperado. —¡¿PUEDEN DEJARME HABLAR DE UNA MALDITA VEZ?!

Todos callaron.

—Ya era hora... Gracias. —Suspiré. —Escuchen, Megan ha estado rondando por mi mente últimamente no sé por qué... —En realidad, sí lo sabía. —Pero es así. Todo comenzó el mes pasado cuando le quité su lapicero en el receso...

—Ya empezó con unos de sus discursos. —Comentó Cristina, pero ignoré su comentario atrapado en el recuerdo.

—Ella me miró incrédula y bufó... —Seguí con mi relato.

*FLASHBACK*

—¿Qué crees que haces? —Me preguntó seria. 

—Sólo agarro tu lapicero. —Respondí en tono obvio.

—Aquim, ya sabes que puedes agarrar todo lo que quieras ¿bien? Pero tienes que pedirme permiso.

—Perdón, amargada. —Reí.

—No hay problema, idiota. —Sonrió.

—¿Me llamaste idiota? —Pregunté haciéndome el ofendido.

—Para nada. —Dijo sarcástica.

Me dio mucha gracia que juegue conmigo, como siempre... O sea somos amigos, es normal. Así que decidí seguirle el juego.

—Bien, bebé. —Le sonreí.

—¿Me llamaste bebé? —Preguntó ruborizándose ¡Oh que linda se ve así!

—Para nada. —La imité y me dio un golpe suave en el brazo.

Bajé mi mirada a mi cuaderno al igual que ella, pero después de un rato me llamó.
—¿Me ayudas con los ejercicios? —Me preguntó y asentí.

—¿Con qué quieres que te ayude?

—Aquí. —Señaló un ejercicio de su cuaderno.

—Bien. —Me mordí el labio inferior mirando el ejercicio.

—No hagas eso.

—¿Qué cosa? —La miré.

—Morderte el labio...

Desde el principioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora