♦TERCERA PARTE DE LA SAGA "UN DESTINO, UNA MANADA"♦
Estúpidos malentendidos separaron a Thomas y Matthew tras su plática en el bosque.
Malentendidos que deberán aclarase si no quieren que su amistad de años se pierda.
¿Pero qué pasa cuando la amista...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La luz del sol travesando la espesura de los pinos despertó a un muy cansado vampiro, la molesta luz daba justo contra su rostro resultado imposible seguir durmiendo.
El vampiro se removió sin embargo le fue imposible ir demasiado lejos, unos fuertes brazos sujetándose firme de su abdomen se lo impidieron.
— Ungh — un quejido por parte su acompañante lo hizo abrir los ojos exageradamente, en segundos vino a su mente todo lo sucedió la anterior noche.
Matthew quería que la tierra se lo tragase y acabase con su agonía.
"Por favor Diosa luna hazme desaparecer", suplico al cielo recordando cada una de las palabras de la noche anterior.
"te quiero dent-tro"
"quiero m-más fuerte más rápido... qu-quiero que hagas un desastre de mi Thomas"
"¿Qué diablos paso conmigo?", se preguntaba Matthew.
"Para que me hago el tonto sé muy bien que paso conmigo, se sentía tan bien, tan correcto estar con él que simplemente me deje ir"
Las mejillas del vampiro se calentaron en cuanto unos suaves labios se posaron en su cuello causando un leve cosquilleo.
— Buenos días amor— saludo Thomas aun con los ojos cerrados mientras olisqueaba el cabello del vampiro percibiendo ese aroma a lima y miel que tan mal lo ponía.
El vampiro sonrió para sus adentros y sin pensárselo giro quedando frente al lobo, Thomas abrió los ojos lentamente haciendo suspirar más de una vez al vampiro, el azul cielo de su mirada le encantaba a Matthew.
El lobo sonrío con picardía, una sensual sonrisa de lado, que hizo derretir al vampiro.
— Buenos días Thommy — la sonrisa del lobo se ensancho aún más, sus cuerpos aun desnudos causaban un roce de pieles que tenía a ambos alertas.
No dijeron más, simplemente se quedaron en un cómodo silencio que a ninguno molestaba.
La mano derecha de Thomas acariciaba suavemente la mejilla del vampiro, este no podía evitar estremecerse ante su tacto, su cuerpo aun sensible por la pasada noche le jugaba malas pasadas.
Matthew pasaba saliva con dificultada al igual que respiraba con pesadez. Mordía sus labios, expectante a la espera de que Thomas acabara con su sufrimiento.
