🌈 Capítulo Tres 🌈

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JaeBum suspiró, dejándose caer agotado en su cama.

Odiaba su trabajo, pero debido a su nivel de estudios era lo más que podía hacer para ganar un sueldo casi suficiente para poder mantener a su hija. La pensión de jubilación de su madre y la pequeña pero significativa herencia de su difunto padre habían sido de gran ayuda a la hora de pagar cirugías y carísimos tratamientos para la discapacidad de EunJae.

Necesitaba un segundo empleo con urgencia.

  — ¡Papá! ¡Papá! — exclamó EunJae desde su habitación. JaeBum se levantó de inmediato de su cama.

  — ¿Qué pasa, princesa? — preguntó entrando al cuarto de la pequeña. Ésta palmeó el lugar vacío de la cama.

  — ¿Cuándo volveremos con YoungJae oppa? Ya pasó casi una semana y no me has llevado de nuevo.

JaeBum desvió la mirada.

¿Cómo podría darle la cara a YoungJae después de su actitud?

Al llegar a casa aquel día y que su mente estuviese fría, se dio cuenta de lo injusto y también inmaduro que había sido. YoungJae era un profesional, pero antes de eso era su amigo. ¿Por qué le mentiría con algo tan importante como lo era el desarrollo y recuperación de EunJae? No tenía sentido, YoungJae jamás le haría algo así … por más que lo mereciera.

  — ¿No quieres ir con alguien más?

  — ¡No! Quiero ir con YoungJae oppa, él me agrada.

  — ¿Cómo es que pudo agradarte tanto con sólo 30 minutos de convivencia? — resopló JaeBum, recostándose junto a su hija.

  — No sé … sentí todas sus palabras y sus sonrisas muy sinceras, eso me hizo sentir muy bien. — respondió EunJae. — Y no me hizo sentir … inútil o débil.

  — Porque no lo eres, cielito.

EunJae rió un poco con las cosquillas que le dio JaeBum en el abdomen.

  — Entonces … ¿cuándo me llevas?

JaeBum quería negarse, pero no podía frente a los brillosos ojos de su pequeña. Jamás la había visto tan entusiasmada por ir a terapias físicas.

Jamás podría dejar de preguntarse qué era ese extraño poder que YoungJae tenía sobre las personas, desde siempre. Dejaba a todos encantados, como si su sonrisa tuviese algún tipo de magia que hechizara a quien la viera.

  — Le llamaré y te digo. ¿Está bien?

  — ¡Sí, papi! — exclamó emocionada, dando aplausos con sus pequeñas manos.

JaeBum se encargó de ayudar a su hija a dormir, sobándole el cabello hasta que sus pequeños ojos se cerraron por completo y su respiración se volvió tranquila. Se levantó de la cama y apagó la lamparita junto a ésta.

Al volver a su habitación, dudó en si llamar a YoungJae o esperar al día siguiente. Eran apenas las 9 de la noche, no era tan tarde, pero se sentía avergonzado.

YoungJae le había extendido la mano aún después de los tantos años de abandono, porque sí, era consciente de que abandonó a su mejor amigo como si fuera nada … sin decir nada. Y a pesar de esto, el rubio no había dudado ni un segundo en ofrecerle su ayuda.

  — ¿Quién te manda a siempre hablar sin pensar, Im? — se regañó a sí mismo, copiando en su celular el número que YoungJae le había dado escrito en un papel.

Al cuarto tono, le tomaron la llamada.

  — ¿Hola?

JaeBum frunció el ceño.

¡Dr. Sonrisitas! 🌈 2JaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora