JaeBum suspiró, dejándose caer agotado en su cama.
Odiaba su trabajo, pero debido a su nivel de estudios era lo más que podía hacer para ganar un sueldo casi suficiente para poder mantener a su hija. La pensión de jubilación de su madre y la pequeña pero significativa herencia de su difunto padre habían sido de gran ayuda a la hora de pagar cirugías y carísimos tratamientos para la discapacidad de EunJae.
Necesitaba un segundo empleo con urgencia.
— ¡Papá! ¡Papá! — exclamó EunJae desde su habitación. JaeBum se levantó de inmediato de su cama.
— ¿Qué pasa, princesa? — preguntó entrando al cuarto de la pequeña. Ésta palmeó el lugar vacío de la cama.
— ¿Cuándo volveremos con YoungJae oppa? Ya pasó casi una semana y no me has llevado de nuevo.
JaeBum desvió la mirada.
¿Cómo podría darle la cara a YoungJae después de su actitud?
Al llegar a casa aquel día y que su mente estuviese fría, se dio cuenta de lo injusto y también inmaduro que había sido. YoungJae era un profesional, pero antes de eso era su amigo. ¿Por qué le mentiría con algo tan importante como lo era el desarrollo y recuperación de EunJae? No tenía sentido, YoungJae jamás le haría algo así … por más que lo mereciera.
— ¿No quieres ir con alguien más?
— ¡No! Quiero ir con YoungJae oppa, él me agrada.
— ¿Cómo es que pudo agradarte tanto con sólo 30 minutos de convivencia? — resopló JaeBum, recostándose junto a su hija.
— No sé … sentí todas sus palabras y sus sonrisas muy sinceras, eso me hizo sentir muy bien. — respondió EunJae. — Y no me hizo sentir … inútil o débil.
— Porque no lo eres, cielito.
EunJae rió un poco con las cosquillas que le dio JaeBum en el abdomen.
— Entonces … ¿cuándo me llevas?
JaeBum quería negarse, pero no podía frente a los brillosos ojos de su pequeña. Jamás la había visto tan entusiasmada por ir a terapias físicas.
Jamás podría dejar de preguntarse qué era ese extraño poder que YoungJae tenía sobre las personas, desde siempre. Dejaba a todos encantados, como si su sonrisa tuviese algún tipo de magia que hechizara a quien la viera.
— Le llamaré y te digo. ¿Está bien?
— ¡Sí, papi! — exclamó emocionada, dando aplausos con sus pequeñas manos.
JaeBum se encargó de ayudar a su hija a dormir, sobándole el cabello hasta que sus pequeños ojos se cerraron por completo y su respiración se volvió tranquila. Se levantó de la cama y apagó la lamparita junto a ésta.
Al volver a su habitación, dudó en si llamar a YoungJae o esperar al día siguiente. Eran apenas las 9 de la noche, no era tan tarde, pero se sentía avergonzado.
YoungJae le había extendido la mano aún después de los tantos años de abandono, porque sí, era consciente de que abandonó a su mejor amigo como si fuera nada … sin decir nada. Y a pesar de esto, el rubio no había dudado ni un segundo en ofrecerle su ayuda.
— ¿Quién te manda a siempre hablar sin pensar, Im? — se regañó a sí mismo, copiando en su celular el número que YoungJae le había dado escrito en un papel.
Al cuarto tono, le tomaron la llamada.
— ¿Hola?
JaeBum frunció el ceño.
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¡Dr. Sonrisitas! 🌈 2Jae
Fanfic¡Seamos una familia, Doctor Sonrisitas! 🌈 2Jae. 🌈 Fluff. No se aceptan copias ni adaptaciones, deja volar tu imaginación. 🌈