25.

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El martes me desperté a las 2 de la tarde.

— Kiari — mi hermana me despertó moviéndome los hombros con sus manos —. Kiara, despertate hija de puta.

— ¿Qué querés? — dije abriendo los ojos para mirarla.

— Está Gonzalo afuera, andá, yo te ordeno las cosas mientras tanto.

— ¿Qué cosas?

— Tus cosas — dijo ella —. Dale vestite rápido.

— No entiendo.

— Llamó Gonza hace un rato, tiene que hablar con vos, dale.

Me vestí lo más rápido que pude y salí del cuarto, efectivamente mi hermano estaba en el pasillo, parada al lado de la puerta.

— ¿Qué pasa? — le pregunté a Gonza después de saludarlo.

— ¿Recién te despertás? — se rió él.

Paulo y yo habíamos estado hablando por mensaje hasta las 6 de la mañana. Seguro él había dormido una hora y media, o menos. Pobre.

— Sí, me acosté tarde.

— Bueno, vení, vamos.

— ¿A dónde?

— Me llamó Sampaoli, quiere que hablemos los tres.

¿Sampaoli? ¿De qué querría hablarme?

Se me cruzó la idea de que hubiera pasado algo entre Gio y Paulo. Pero ambos me habían dicho que no iban a volver a discutir como lo habían hecho en el colectivo hacia unos días.

Paulo me había asegurado que no iba a volver a pasar... y con Gio no hablaba desde que me había dicho que sentía cosas por mí. Basicamente lo había ignorado. Cuando me mandó mensajes no le respondí y si sentía su mirada sobre mí, cuando estábamos todos cenando en el hotel, hacía como que no me daba cuenta. Lo quería muchísimo, pero era muy mala lidiando con situaciones de aquel tipo.

— ¿Pasó algo? — le pregunté nerviosa a mi hermano.

— Ya te vas a enterar.

Llegamos a un salón en el que estaba Sampaoli leyendo un papel. Cuando nos vió, lo dejo apoyado en una mesa.

— Hola Kiara — me saludó —. ¿Cómo estás?

— Bien, por suerte — respondí —. ¿Usted?

— Me alegro, yo bien también — respondió él —. Bueno, los invito a sentarse.

Gonzalo y yo nos sentamos en un sillón y él se sentó en un sillón individual en frente de nosotros.

— Hoy durante el entrenamiento los jugadores Paulo Dybala y Giovani Lo Celso discutieron, el primero le pegó un codazo al último y luego el último le pegó una patada en la pantorrilla al primero — me informó Sampaoli —. Sé que la situación no es su culpa pero está directa o indirectamente conectada con usted.

— ¿Conmigo? — pregunté. Había pasado lo que más había temido.

— Generalmente es un placer tenerla con nosotros, pero no podemos arriesgarnos a tener jugadores peleándose entre ellos por la presencia de otra persona. Su presencia en particular los distrae — siguió él —, a ambos. Es la segunda vez que algo así sucede, necesitamos que se aleje del plantel, que vuelva a su casa y se retire de Rusia, o por lo menos de este edificio. Lo lamentamos mucho, pero decidimos lo mejor para el equipo y para que este pueda avanzar en la competición.

Miré a mi hermano, él no decía nada. Quizá lo había decepcionado.

¿Qué podía hacer? No me quería ir, pero no podía negarme. No era mi lugar, yo estaba ahí como invitada y, aunque no me gustara, iba a tener que aceptarlo e irme.

QUISIERA ALEJARME. {Paulo Dybala}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora