Goblin Slayer

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El nido estaba justo en medio de un enorme campo, tal vez nido no era la palabra correcta

para describirlo. Tenía una entrada cuadrada de piedra blanca que sobresalía medio enterrada

en la tierra, así que no era una cueva.

Era claramente artificial; Ruinas Antiguas. La piedra pálida reflejó la puesta de sol que era tan

roja como la sangre. Dos goblins estaban de guardia. Estaban colocados a ambos lados de la

entrada con lanzas en sus manos, una miserable placa de cuero cubría sus cuerpos. Con ellos

había un perro, no, un lobo.

— ¡GURUU...! — ¡GAU!

Uno de los goblins, mirando alrededor, quiso sentarse y fue regañado por el otro. El primer

monstruo se puso de pie, y bostezó ampliamente y miró al sol con odio dirigido a su compañero.

El lobo yacía en el suelo junto a ellos. Sus oídos se crisparon. Los animales salvajes no bajan

la guardia incluso cuando descansan. La elfa vio todo esto desde unos arbustos no muy lejos.

— ¿Goblins con un perro guardián? Tienes que estar bromeando.

—Esto prueba que esta horda tiene tiempo y recursos de sobra.

Junto a ella, Goblin Slayer estaba tendido en el suelo. Estaba atando un poco de cuerda a una

pequeña roca, su mirada nunca se desviaba de los goblins.

—Quédate alerta. Debe haber muchos dentro.

—Sólo por curiosidad, ¿cómo sabes que tienen recursos de sobra?

—Porque de lo contrario ya se habrían comido al perro.

Ella negó con la cabeza, no debería haberlo preguntado.

El hombre lagarto se reía sin hacer ruido.

— ¿Esto es seguro? Preguntó la elfa.

Pronto será de noche, ¿No deberíamos esperar y hacer nuestro movimiento durante el día de mañana?

—Es temprano para ellos ahora. El momento es el adecuado.

—... Bien, entonces. Aquí vamos.

La elfa sostuvo una flecha y respiró profundamente. Los elfos no usaban hierro. Sus flechas

estaban hechas de ramas de árboles que naturalmente tenían el tamaño y forma adecuados;

Las puntas eran dientes de animal, y para las plumas, usaban hojas.

La elfa apuntó, su arco también estaba hecho de la rama de un gran árbol de haya y el cordel

era de seda de araña, era más grande que ella misma. Pero lo manejaba con facilidad,

agachándose en el matorral y poniendo la flecha contra el hilo. La seda de araña emitió un

sonido sibilante mientras se tensaba.

—Dime que esa cosa funciona mejor de lo que parece, dijo el enano, con tono desesperado.

Él no podía confiar del todo en un poco de madera y hojas.

—Por favor no falles.

—Tienes un carcaj4 lleno de flechas, pero solo tenemos unos pocos hechizos.

—Silencio

La elfa ordenó. El enano obedientemente cerró la boca. Después de eso, nadie dijo nada.

The Goblin SlayerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora