Sobre la colina de los goblins

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Era el comienzo de una larga noche.

— ¡GRARARARARARA! GRARARARA!

Al ver las lunas en lo alto del cielo, mediodía para su pueblo, el Lord goblin dio sus órdenes.
Sus palabras fueron transmitidas en un instante por un clamor de voces gruñonas, y el ejército goblin comenzó a avanzar.

Ocultos en un campo de hierba tan alta como ellos, levantaron sus escudos cuando se pusieron de pie.
Los goblins los llamaban “escudos de carne”: tableros a los que habían atado mujeres y niños capturados. En total, diez prisioneros desnudos fueron puestos frente al ejército.
Periódicamente gemían, o se retorcían.

Los goblins, por su parte, ya habían jugado suficiente con estos prisioneros. No importaba si los escudos de carne vivían o morían. Lo que importaba era que esto haría que los aventureros vacilaran al lanzar una flecha o un hechizo. Por el contrario, si un aventurero capturaba a un goblin y lo usaba de la misma manera, ningún otro goblin dudaría en disparar directamente a través de él.

Es cierto que podrían enojarse por tener que matar a su compañero goblin, pero sólo sería
más motivación para desgarrar a su enemigo.
El Lord goblin se burló al pensar en lo tontos que eran los aventureros.

Al borde de la vista, podían distinguir las luces de la granja. La ciudad se podía ver más allá.
Había aventureros en la ciudad. ¡Aventureros! Una palabra sucia para criaturas sucias.
El Lord goblin llegó a una decisión rápida. Tomaría a cada aventurero y los golpearía y llenaría de estacas hasta que murieran. Quizá al final, se arrepintieran de todo lo que le habían hecho a su especie.

Al igual que los aventureros que habían atacado su nido -su hogar- y lo habían abandonado en el desierto porque era muy joven.

Comenzarían con la granja. Robarían el ganado y las ovejas para llenar sus vientres. Tomarían a la chica para procrear y aumentar su número. La granja haría una conveniente fortaleza para atacar la ciudad, matar a los aventureros y reforzar aún más sus filas. Entonces, finalmente, se dirigirían hacia la capital humana para arrasarla, ¡levantaría un reino goblin en su lugar!

Ese día seguía siendo un sueño, pero el plan en la mente del lord goblin era bastante real.
Las filas y filas debajo de él no podían entenderlo. Pero tenían su enojo, su odio y su lujuria dentro de ellos. El reconocimiento de la granja había revelado la presencia no sólo de carne fresca, sino de una chica.

Se movieron rápidamente por la hierba, que crujía mientras avanzaban. Finalmente, las luces de la granja estaban cerca. En momentos, el ataque comenzaría.

Entonces sucedió.

¿GRUUU?

Una niebla de olor dulce flotaba sobre el campo. Uno de los portadores de escudos en la parte delantera del ejército fue arrastrado hacia él, y un momento después, volvió a emerger, mirando hacia la otra dirección, y se derrumbó en el suelo. Los otros portadores de escudos comenzaron a caer uno por uno. En el instante en que el sobresaltado Lord goblin parpadeó, formas oscuras saltaron de las sombras alrededor de la pared de la granja.

¡Esto es magia! ¡Aventureros!

—¡¡GAAAUU!! El Lord dio un gran chillido.

— ¡GAUGARRR!

Un chamán goblin gritó algo y agitó su bastón.
Un rayo se disparó y golpeó a un aventurero en el pecho.

Pero cuando el aventurero cayó, los otros rápidamente cerraron la distancia con los goblins y agarraron los escudos de carne. Ignoraron por completo al enemigo, en lugar de retirarse tan rápido como habían llegado. El chamán agitó de nuevo su bastón y cantó,
esperando golpear a uno de los aventureros que huían.

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