Incluso ahora, recordaba cuando su hermana mayor lo regañó. Fue cuando él hizo que esa chica, su amiga de la infancia, llorara.
¿Por qué? Cierto se iría de viaje a la ciudad. Iba a quedarse en una granja.
Ella le había contado todo. Él se había puesto celoso. No pudo evitarlo. Él no sabía nada de la vida fuera de su pueblo. No sabía el nombre de las montañas a lo lejos ni nada que estuviera más allá de ellas.
Sabía que si seguía el camino lo suficiente, llegaría a una ciudad, pero lo que eso significaba, qué clase de ciudad era, él no lo sabía. Cuando era más joven, había pensado que se convertiría en un aventurero. Dejaría el pueblo, tal vez mataría un dragón o dos, y luego volvería a casa como un héroe, un aventurero de rango Platino.
Por supuesto, después de crecer un poco, él se había dado cuenta que era imposible. No, no imposible.
Pero tendría que dejar a su hermana. La hermana que lo había criado después de que sus padres murieran. Él podría haberse convertido en un aventurero. Pero decidió no elegir ese camino. Por eso estaba enojado con su amiga. Cuando su hermana lo llevó de la mano a casa, ella lo regañó.
— ¡Cuando envidias a alguien, te conviertes en un goblin! Y —Se supone que debes proteger
a las chicas. Su hermana era sabia.
No era que tuviera mucho conocimiento, pero su mente era aguda. Tal vez la mente más aguda en el pueblo. De hecho, se ganaba su comida enseñando a los niños locales a leer y escribir. Los niños eran necesarios para trabajar en las granjas de sus familias, pero la alfabetización también era importante.
Después de todo, ella trató de mostrarle a su hermano pequeño la importancia de usar su cabeza. Ella le dijo, —Si sigues pensando, eventualmente conseguirás algo.
Su hermana debió haber soñado con ir a la ciudad a estudiar. Pero ella se quedó en el pueblo por su bien. Así que él también se quedaría. Por el bien de ella. Para él, eso era algo obvio. Cuando llegaron a casa, su hermana le preparó un estofado de leche y carne de pollo.
Él amaba el estofado de su hermana. Pedía otro tazón, y luego otro, pero ahora no podía recordar su sabor. Sin duda porque esa fue la última vez que lo probó antes de que ellos aparecieran...
Abrió los ojos lentamente. Se levantó de la alfombra y observó un techo familiar. Su cuerpo todavía le dolía. Gradualmente estiró sus miembros, y luego calmadamente tomó sus ropas. Una camisa sin adornos. La tela era delgada gracias a los lavados repetidos y desprendía débilmente el aroma del jabón. La camisa le impedía quemarse con el sol. Y escondía las cicatrices que le cubrían todo el cuerpo.
Luego puso una prenda de algodón grueso sobre la camisa. Cuando fue a ponerse el casco de acero y la armadura, recordó que los había dejado a una herrería para reparar. Tampoco tenía escudo. Había recibido un golpe crítico de ese ogro.
—... Hmph.
No había nada que hacer al respecto. Puso la espada en su cadera como un mínimo de seguridad. Su campo de visión parecía excepcionalmente amplio y brillante, su cabeza era demasiado ligera, y eso lo inquietaba.
¡Buenos días! ¡Seguro que dormiste bien! La voz le llegó como un ataque sorpresa. Era esa chica, su amiga de la infancia, que se inclinaba hacia su habitación, con el pecho apoyado en el alféizar de la ventana abierta.
Una brisa sopló en la habitación. No había sentido el aire de principios de verano como este en su piel desnuda desde hace mucho tiempo. Su amiga usaba su ropa de trabajo. Un poco de sudor cubría su frente. De la luz que entraba, adivinó que el sol ya estaba en el cielo.