The Teacher Park ChanYeol

18

—Hermoso, simplemente hermoso. —Susurró viendo como Park le cerraba la puerta en la cara diciéndole que: "Simplemente no había llegado a la hora adecuada a su clase."

Maldita sea, ni SeHun le había podido ayudar a entrar al aula. <<Jodido Park, ya habría tiempo para poder chantajearlo, porque si, eso no se quedaría así, no claro que no>>Pensó y dando unos cuantos suspiros se vio obligado a quedarse ahí afuera como un idiota, se perdería la materia nueva y más encima estaba expuesto, Wu en cualquier momento podría venir a buscarlo para preguntarle: ¿Qué demonios tenía que ver la literatura con la economía?

Porque si, Wu era profesor de economía, y no de literatura.

Con ello en mente decidió ir a la cafetería de la universidad a comprarse un café helado que pudiese calmar sus hormonas y bueno también sus sentidos, debía estar relajado, solo le diría al profesor Wu cuando lo fuese a buscar y le preguntase aquello, que: <<simplemente se había equivocado, que había sido un error, que lo sentía mucho, sí, eso haría>> Se repitió en su mente sonriendo y cerrando sus ojos por un momento, encaminándose a la cafetería, en donde disfrutaría de aquellas horas libres que el maniático viejo que se follaba a su amigo, le había dado de "cortesía".

Estaba tan metido en su panorama de insultar a Park mentalmente, tratando de pensar positivamente, que ni cuenta se dio cuando había pasado a chocar a quien menos quería ver, bueno dicho literalmente, porque siempre moría cuando lo veía, y ahora que lo tenía al frente, con el ceño fruncido y su café tirado...

<<Mierda...>>

Le había tirado el café encima al profesor Wu, y este ahora lo estaba mirando con una cara de pocos amigos mientras uno de sus ojos temblaba. Sin embargo, por una parte, a él le dio igual aquella expresión puesto que, su vista de sus ojos se bajó a su pecho en donde gracias a la bebida aquella, se podía divisar algo de lo que parecía ser su trabajado cuerpo, haciéndolo babear e incluso haciéndolo querer tocar la zona afectada.

—Andando. Vas a tener que hacer algo con esto, acabas de hacer que derramase mi café en mi camisa, que para el peor de los casos es blanca. —

Le regaño Wu, pero él todavía seguía en las nubes, cosa de la cual el pelirrubio profesor se pudo dar cuenta, haciéndolo omitir su caso, restándole importancia.

—Por cierto, tú eres JunMyeon, ¿no? El chico de primer año de administración—

Le preguntó esta vez el mayor y él con su jodido movimiento de cabeza había mandado al demonio todo lo que unos minutos antes había planeado.

—Bien, acompáñame a mi aula, terminaron mis clases y debo hablar contigo de algo que me comento el profesor Zhang.

Wu le dio el pase para que avanzará el primero, y supo que estaba jodido, sus nervios subieron de un momento a otro que incluso su lengua se trabo al momento de contestar.

—E-está bien y.... y perdón por el accidente del café yo no quise...

Susurró avanzando, su corazón estaba latiendo con fuerza, sus manos sudaban de forma helada, y la presencia del pelirrubio profesor atrás suyo, le atormentaba, haciéndolo sentir como un pequeño conejito asustado.

Demonios, ahora más odiaba al profesor Park, por no dejarle entrar a su clase.

Al llegar al aula del profesor Wu, este se antepuso a él para poder abrir la puerta, ya que la tenía con llave. Algo raro creyó él, pero, le restó importancia recordando los miles de rumores que había del pelirrubio, quien se acostaba con los estudiantes que más le lamia los zapatos.

—Cierra la puerta en lo que entres JunMyeon, por favor.

Le pidió el mayor de forma rápida con aquel tono grave que le caracterizaba, a lo que él obedientemente acató su orden entrando en el aula, y cerrando la puerta de esta.

—Dígame señor JunMyeon ahora ¿Qué tiene que ver economía con literatura? —Le interrogó Wu mientras se quitaba la camisa al frente del chico, le dejó ver una buena vista de sus abdominales, y le sonrió con una ceja alzada al ver que aquel chico era simplemente uno de los tantos que deseaba probarlo, vaya que tonta si había sido aquella excusa de la literatura.

—N-Nada por eso yo...—Iba a contestarle al mayor, pero al ver como este le dejaba ver algo más que aquella parte de su cuerpo mojado por el café, se trabo e incluso se sonrojo. —Fue un error eso y, yo por eso tenía planeado el irme...?

Dijo aquella última frase como si fuese una pregunta, maldita sea si tan sólo hubiese alguien que quisiese ver al mayor, podría estar salvado, pero, al parecer simplemente aquello no sucedería.

—Igual como el mojarme con mi café caliente, ¿no? —Preguntó Wu y se acercó hasta el pequeño chico de cabellos castaños para tomar una de sus manos y hacer que tocase la parte afectada por el café, la cual aún seguía mojada. —Sabes que arde el quemarse con café, y que necesito ahora urgentemente algo que pare el ardor...

SuHo sintió estallar su cabeza, sentía el calor que emanaba la piel del mayor y no se la creía, estaba alucinando, sí, eso era.

Eso... era.

—Profesor Wu ¿Cómo puedo parar aquel ardor para que me deje ir? —Preguntó sabiendo que el jueguito con el pelirrubio ya estaba hecho, sabía que pasaría no era tonto. Sabía que sería uno más en la lista del mayor.

Lo sabía tan bien, pero, que más daba, lo deseaba...

Y si fuera necesario lo volvería a quemar miles de veces sólo para estar en esta vergonzosa situación nuevamente.

—Lame... lame pequeño a ver si tu deliciosa lengua puede quitar el ardor, a parte de saber quedarse trabada en frente a la persona que le gusta.

—Usted que!

Exclamó con los ojos abiertos SuHo, al oír aquello por parte del mayor.

—¿Querías que te enseñara literatura, no? Dices que estabas equivocado, cuando en verdad en tus ojos se ve el deseo que tienes por mí, y no digas nada, lo noté cuando chocaste conmigo en la mañana. Ni rastró se te vio al partir.

Wu rió, y SuHo lo miró más que avergonzado, frunciendo su ceño. Aquello que este decía era jodidamente humillante, pero, no se equivocaba, tenía razón...

—Eres muy tierno pequeño... ¿te lo han dicho?

Terminó por preguntar en lo que lo jalaba hacia si para inclinarse a besarlo de forma intensa, llevando una de sus manos a su espalda para poder sujetarlo de mejor forma.